El segundo capitulo es uno de mis favoritos.. espero que a vosotras también os guste!
A partir de este capitulo empieza la verdadera historia de estas 5 amigas locas jaj
Un favor : ¿ PODEIS RECOMENDAR LA NOVELA?
Mil gracias
@lalitter08
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CAPITULO 5
A
las cinco y veinte de la tarde, todas estaban ya vestidas. Euge
lucía
espectacular con su vestido de novia. Entre todas las amigas
le
habían regalado una pulsera de oro con una chapita que
por
un lado tenía grabado su nombre, Euge, y por el otro el que a
ella
tanto le gustaba, Amitola, que en lenguaje indio quería decir
«Arco
Iris».
Euge
estaba radiante con aquel modelo que se le ceñía al
cuerpo
como un guante, mientras las chicas llevaban otros
idénticos
pero de distintos colores. Era una boda en la que se
mezclaba
lo europeo con lo norteamericano. En Estados Unidos
no
había padrinos como en España y en casi toda Europa. Allí se
organizaba
un cortejo nupcial compuesto por varios padrinos y
madrinas.
Lo normal era que una de ellas, que solía ser soltera,
llevara
el ramo, otra las arras y otra más los anillos y el lazo. En
el
caso de los chicos, la cosa era exactamente igual. Lo habitual
era
que la madrina que llevaba el ramo entrase sola a la iglesia
mientras
el cortejo la seguía y, tras éste, entrara la novia.
Pero
como estaban en España, la boda se celebró a la usanza
del
país. Hubo padrino, que fue el padre de Euge, y madrina, que
fue
la madre de Nico.
Los
nervios empezaron a aflorar a las cinco y media, cuando
llegó
el fotógrafo. Cecilia, la histérica madre de la novia, se tomó
varias
tilas. Se hicieron infinidad de fotos: la novia con el
padrino,
con su madre, con el hermano, la familia completa, las
amigas
de la novia, etcétera.
Las
chicas estaban espectaculares con sus vestidos en colores
pastel.
Aquellos modelos los había diseñado Bárbara. Iban
desde
el gris perla para Lali, el rosa palo para Cande o el verde
manzana
para Mery hasta el cielo para Rocío. Habían sido confeccionados
en
damasco y seda y tenían un vuelo espectacular.
Cecilia
optó por uno en Gazzar azul marino, con un tacto suave
y
una caída excelente, y Anthony, como padrino de la boda,
lució
junto con su hijo Peter un esmoquin en color oscuro. En
el
cuarto de Euge reinaba una paz increíble tras la sesión de
fotos.
Las chicas terminaban de arreglarse mientras seguían
hablando.
—¿Te
has puesto lo que debe llevar toda novia? —preguntó
Lali.
—Creo
que sí —respondió Euge mirándose al espejo—. En el
pelo
me he colocado el nácar labrado que me mandó la bisabuela
Sanuye
—dijo enseñando unas delicadas placas de nácar
que
llevaba prendidas en el recogido.
Tras
alabar aquel nácar labrado, Cande preguntó con
curiosidad:
—¿A
qué te referías con eso de que «si lo llevaba todo»?
—A
algo azul… algo nuevo… —señalo Rocío mientras se
miraba
al espejo.
—Pero
eso son costumbres y supersticiones, ¿no? —preguntó
Mery
mientras se engominaba el pelo.
—Pues
las dos cosas —dijo Lali mirando dentro de su zapato,
pues
algo le molestaba—. Pero, por lo general, toda novia se
ocupa
de que no le falte nada ese día, por si las moscas. Mirad:
igual
que el color blanco es símbolo de pureza y virginidad —rió
al
ver la cara de Mery mirando a Euge, cuyo vestido no era
blanco—,
se suele llevar algo azul porque significa una unión
duradera
o la fidelidad; algo prestado como símbolo de la
amistad;
algo nuevo para comenzar una nueva vida feliz y algo
viejo,
que representa una conexión con el pasado.
—¡Qué
romántico! —exclamó Rocío—. ¿Sabes algo más de
tradiciones
o supersticiones?
Todas
sonrieron, pues sabían que Lali lo conocía todo sobre
aquel
asunto. Entre la tienda de novias de su madre y los negocios
de
su familia en Estados Unidos, estaba muy puesta en lo
relativo
a tradiciones, costumbres o supersticiones.
—Pues
mira —rió Lali—. Dicen que si el novio lleva torcida
la
corbata el día de la boda será infiel. —Eso provocó risas
generalizadas—.
Y
por norma las novias se ponen a la izquierda del
novio
en el altar, porque se cuenta que, antiguamente, los
futuros
maridos querían tener la mano derecha libre para así
poder
defender a las doncellas.
—Oh,
Dios… ¡Qué romántico! —suspiró de nuevo Rocío.
Mery,
al escucharla, sonrió y, tras sentarse y encenderse un
cigarro,
dijo:
—Cada
vez tengo más claro que por ese circo yo no pasaré.
Cande
sonrió al escucharla y, dándole un puñetazo en el
hombro
la regañó:
—¡Cállate,
tonta! Lali… sigue contando.
—Las
perlas dicen que son lágrimas para las novias
—prosiguió
Lali—. Si te casas en enero tendrás problemas económicos.
Los
anillos que se intercambian durante la boda simbolizan
la
eternidad y antiguamente, se creía que la vena que
pasaba
por el dedo anular iba directa al corazón. Las arras, que
son
trece, son los bienes que se van a compartir. El arroz que
lanzamos
es el símbolo de la fertilidad. Lanzar el ramo tras la
boda
es anunciar la de la siguiente novia. —Luego, dijo con
guasa
a su amiga—. Por lo tanto, tíralo al lado opuesto de donde
yo
esté, ¿vale?
—Lo
mismo digo —asintió Mery.
—Mira
que sois tontas —rió Euge, mientras Lali proseguía.
—Llevar
huevos a santa Clara o a las clarisas sirve para que
el
día de la boda haga buen tiempo y poner una moneda en el
zapato
de la novia, para atraer el dinero.
—Pues
tu madre ha llevado docenas y docenas de huevos
—se
guaseó Mery—. Este calor en febrero, a las siete de la
tarde,
no es normal.
Entonces
entró Anthony, el padre de la novia, y, tras acercarse
a
su hija y darle un beso en la frente, anunció:
—Cariño,
ha llegado el momento de salir hacia la iglesia.
Creo
que un novio impaciente te espera.
En
ese momento, todas se miraron y sonrieron. Querían
darle
fuerzas a Euge, que en ese momento se había quedado
paralizada.
—¡Toma
el ramo! —dijo Lali ofreciéndole un precioso arreglo
de
rosas rojas, flores silvestres y paniculata. Al darse cuenta
de
su bloqueo dijo tras besarla—: Iremos tras tu coche.
Una
Cecilia llorosa, junto a un Peter guapísimo, esperaba a
Euge
y a su padre en la puerta de la casa. Cecilia tenía los ojos
enrojecidos
de tanto llorar. Ver a su niña tan radiante el día de
su
boda la emocionaba muchísimo.
Peter,
al ver a su hermana con cara de susto, agarrada del
brazo
de su padre, se acercó y la besó deseándole toda la suerte
del
mundo.
Una
vez en la puerta, llegó el primer Rolls-Royce, donde se
montaron
Cecilia, Peter, Anthony y la novia. En el segundo
irían
las chicas y en un tercero, Patrick y Aiyana, los orgullosos
abuelos
paternos llegados días antes de Estados Unidos.
Cuando
estaban a punto de arrancar, Mery, de pronto, se bajó
y
llamó a su amiga.
—¡Euge,
Euge!
La
novia, nerviosa, sacó la cabeza por la ventanilla para
escucharla.
—¡Vigila
que Nico lleve la corbata derecha! Y si no es así,
saca
tu sangre cherokee, que nosotras estaremos contigo.
Al
oír aquello, Euge soltó una carcajada y la tensión desapareció
de
su rostro. Finalmente las chicas, muertas de risa por
la
ocurrencia de Mery, marcharon hacia la iglesia.
CAPITULO 6
La
ceremonia religiosa iba a tener lugar en la iglesia de las
Carmelitas
Descalzas, junto al templo de Debot. Era una iglesia
bonita,
que tenía el encanto de las antiguas. Sus techos abovedados,
los
bancos de madera y aquel olor característico denotaban
perdurabilidad.
Al llegar el coche, todo el mundo ya estaba dentro.
Nico,
nervioso, esperaba en el interior. Euge, ayudada por
su
padre y sus amigas, salió del coche, se colocó el vestido y el
velo
y se propuso entrar. Pero antes, miró a sus amigas, les
guiñó
el ojo y con decisión, agarrada del brazo de su padre,
entró
en la iglesia donde comenzó a sonar la marcha nupcial de
Mendelssohn.
En
el primer banco se sentaron Cecilia, Peter y las chicas.
Bernard,
desde un discreto asiento trasero, sonrió a Mery.
Mientras,
los padres de Lali y Rocío, emocionados, las observaban.
Los
padres de Mery y Cande se habían disculpado por
no
asistir con una nota. Lali estaba tan emocionada observando
a
su amiga que no se había dado cuenta de que estaba sentada al
lado
de Peter. Éste, por el rabillo del ojo, se pasó gran parte de
la
ceremonia observándola. Tenerla cerca le encantaba. Aquella
amiga
de su hermana siempre le había gustado, y sentir el
aroma
que ella desprendía y ver dibujada una sonrisa en su boca
le
volvían loco.
Durante
la ceremonia, cuando el cura pidió que se dieran la
paz,
Lali se percató de que Peter estaba ahí. Sus miradas se
encontraron
durante una fracción de segundo y Lali sintió un
latigazo
de calor que casi la hizo saltar del banco. A partir de ese
momento,
ya no se enteró de nada más. Estaba tan nerviosa que
no
se pudo volver a concentrar en lo que su amiga leía, cuando,
supuestamente,
todo el mundo estaba escuchando. Una vez
finalizada
la ceremonia, y tras el maravilloso y romántico beso
que
Nico le dio a Euge una vez que el cura dijo que ya eran marido
y
mujer, pasaron a la sacristía para firmar, mientras sonaba
el
Ave Verum Corpus de Mozart. Tras la firma de los testigos, el
arroz
voló por los aires. Todo el mundo acabó lleno de arroz,
mientras
las risas estallaban por doquier.
Cecilia,
más tranquila al ver a su hija casada, organizó el lanzamiento
del
ramo de novia. Consiguió, a pesar de las protestas,
poner
a todas las muchachas delante de Euge que, feliz y muerta
de
risa, cogió impulso. El ramo voló por los aires. Con guasa lo
tiró
hacia donde estaban sus amigas pero ellas, al ver lo que pretendía
su
amiga, fueron más rápidas y en dos zancadas se apartaron.
Al
final, tras una lucha encarnizada entre varias solteras,
el
ramo acabó en manos de Almudena, una prima de la novia,
que
se puso a saltar como una loca para enseñárselo a todo el
mundo.
Carla
y Bárbara, junto a sus maridos, no dejaban de reír
tras
ver el rápido y gracioso movimiento de las muchachas.
Después,
todos se montaron en los coches para dirigirse hacia el
hotel
Ritz de Madrid.
Los
trescientos invitados fueron llegando poco a poco al
glamuroso
hotel, cercano al Museo del Prado. Mientras todos
esperaban
la llegada de los novios, los camareros pasaban
bandejas
con bebidas y aperitivos. Anthony y Cecilia, los orgullosos
padres
de la novia, llegaron unos segundos antes que los
novios,
que fueron recibidos por los aplausos y vítores de los
invitados.
La
cena se organizó en los salones Alfonso XIII y Felipe IV.
Todos
los invitados no cabían en el mismo salón. Sin embargo,
al
estar conectados entre sí, no hubo problema. En una mesa
grande
se colocaron los novios acompañados por sus respectivos
padres,
Peter y sus abuelos, Aiyana y Patrick. Bernard una
vez
en el Ritz, buscó a Mery, que, encantada y con descaro, le
besó
delante de todos, lo que hizo a sus amigas reír. Las chicas
no
pasaron desapercibidas para los amigos de Nico, y Lali, no
pudo
dejar de sentirse extraña cuando su mirada en diferentes
ocasiones
se cruzó con la de Peter, que siempre le sonreía.
El
salón Alfonso XIII tenía unas impresionantes puertas
acristaladas
que conectaban con el jardín. Aquella elegante estancia
contaba
con unos maravillosos tapices del siglo XVII, y una
impresionante
alfombra hecha a mano por la Real Fábrica de
Tapices.
El salón Felipe IV era más sobrio que el anterior,
aunque
no menos impactante.
Una
vez ubicados todos los comensales, los camareros
comenzaron
a servir delicias de salmón y jamón ibérico, pastelitos
de
caviar, yemas de espárragos de Tudela y cigalas. Todo ello
regado
por estupendos vinos de la Rioja y el Penedés, además
de
cavas españoles. Tras aquello se sirvió rape con habitas a la
menta
y perdices con manzana y cordero asado. Acabados los
platos
principales, llegó el postre. Se sirvieron tartaletas de
manzanas,
helado de turrón y el tradicional pastel de boda, una
enorme
tarta de nueve pisos de trufa, nata y finas virutas de
chocolate,
adornada con preciosas flores de azúcar, y la figura
de
unos flamantes novios en la parte superior.
Las
muchachas comían divertidas tarta y helado, cuando
Euge,
la novia, se levantó y, con una sonrisa, se dirigió hacia
ellas.
—¿Qué
tal todo? ¿Lo pasáis bien?
—Maravillosamente
bien —asintió Cande, y levantando la
copa
de cava señaló—: El cava es espectacular.
Feliz
como nunca en su vida, Euge sonrió y tras contemplar
la
alegría de sus padres, dijo:
—Ya
sabéis que mis papis lo hacen todo a lo grande o no
hacen
nada. —Y con gesto divertido susurró—: Ahora pondrán
música
y despejarán el salón para que quede espacio para
bailar.
Por lo tanto, chicas, quiero que seáis las reinas de la
pista.
En
ese momento se acercó Nico, el flamante y rubio novio,
hasta
la mesa de sus amigos, que prorrumpieron en gritos y
silbidos.
—Esta
noche la reina de la pista, querida Amitola, tienes que
ser
tú —señaló Mery—. Por cierto, menudos son estos yankees.
¿Nico
se comporta siempre así cuando está con sus amigos?
Euge
vio reír a George, Mark y Spencer por algo que
comentaba
Nico, mientras bebían como cosacos.
—Más
o menos —respondió ésta, divertida—. Son muy
buenos
chicos, no os dejéis engañar por las apariencias. Pero
creo
que han bebido un poquito.
—¿Un
poquito? —exclamó Rocío haciéndolas reír—. Pero si
se
han bebido todo el Penedés.
Luego
se retiraron las mesas y comenzó a sonar música de
Strauss
en el salón. Era el Danubio Azul. Con ese vals unos
felices
Euge y Nico abrieron el baile e invitaron a todos a
acompañarles.
—¡Virgencita!
—exclamó Rocío sentándose acalorada tras
bailar
varias piezas—. Ese Spencer se debe de apellidar «pulpoman
».
¡Madre mía! Me mete mano a la más mínima
oportunidad.
—¿En
serio? —rió Cande—. Pues baila muy bien y es muy
mono.
—Es
un experto bailarín —confirmó Lali al verle bailar un
rock
and roll con una prima de Euge.
Sin
ningún disimulo, las muchachas se fijaron en cómo
Spencer
bailaba. Realmente, sabía hacerlo y llevaba el ritmo en
la
sangre.
—¿Lo
pasáis bien? —dijo una voz tras ellas. Todas se volvieron
a
mirar y se encontraron a Peter con tres muchachos más.
—Maravillosamente,
chiquillo —asintió Rocío.
—¿Y
tú cómo estás pasando tu cumpleaños? —preguntó
Cande,
que se había dado cuenta durante la cena de que Peter
miraba
mucho hacia su mesa e, incrédula, había comprobado
que
era a Lali a quien miraba. Sin embargo, no dijo nada.
—Diferente
y divertido —respondió éste sonriendo—. Hoy es
un
día grande. Mi hermana se casa, consigo toda la casa para mí
y,
por fin y lo más importante, dejo de ser un crío.
Al
decir aquello, Lali le miró a los ojos y vio que él la
obsequiaba
con una sonrisa pícara y sensual.
—¿Un
crío? —voceó Cande—. Ojalá todos los críos que yo
conozco
fueran como tú, sería maravilloso.
En
ese momento, Mery se acercó a ellas junto a Bernard y
preguntó:
—¿Quién
es un crío?
Lali,
consciente de que todas debían de intuir algo, puso los
ojos
en blanco haciéndolas sonreír.
—¡Peter!
—respondió Rocío, que escuchaba al tiempo que
observaba
a Spencer bailar.
Mery
miró a un Peter risueño y, tras mandar a Bernard a
por
una copa de cava, se acercó a él en plan provocativo. Sus
amigas
no se lo podían creer cuando le dijo casi al oído:
—¿Tú
eres el crío? —Él asintió con una sonrisa y Mery
dijo—:
Pues quiero que sepas que para mí, y seguro que para
muchas,
eres un crío altamente peligroso.
—¡Mery,
por Dios! —gritó en ese momento Euge, que la
había
oído—. ¡Qué le estás haciendo a mi hermano!
—Hacerle,
hacerle… no le he hecho nada —dijo separándose
de
él. El muchacho, a pesar de no demostrarlo, estaba alucinado
por
las cosas que Mery decía, mientras observaba a Lali y veía
cómo
ésta miraba hacia otro lado.
—Oh,
Mery… eres tremenda —dijo Cande con guasa al ver
la
cara de Euge y sus amigas.
Peter,
consciente de que Mery podía ser también bastante
peligrosa,
preguntó al oír que ponían una balada.
—¿Alguna
de vosotras quiere bailar conmigo?
—Yo
no puedo —dijo Rocío que, sorprendiéndolas a todas, se
fue
hasta donde estaba Spencer, le agarró del brazo y se puso a
bailar
con él.
—¡Vaya
con Rocío! —murmuró Mery mirándola.
—Ya
te dije, Mery —bromeó Lali—, que a veces las apariencias
engañan
y nuestra andaluza de tonta no tiene un pelo.
—Tienes
toda la razón, las apariencias engañan —asintió
Peter,
y tomando a Lali de la mano le preguntó—: ¿Te apetece
bailar
conmigo?
Pero
Lali no pudo responder. Un empujón de Cande hizo
que
se plantase en medio de la pista mientras continuaba
agarrada
a Peter. Cuando iba a protestar, uno de los jóvenes
amigos
del muchacho invitó a bailar a Cande, y Anthony, el
padre
de Euge, que en ese momento pasaba por ahí, arrastró a
Mery
a la pista, mientras Euge cogía la copa de cava que Bernard
traía
para Mery, se la bebía, y charlaba con él. Sin mediar
palabra,
Lali se dejó llevar por la música, mientras sentía junto
a
ella el cuerpo fibroso de aquel joven.
—Bailas
muy bien —dijo Lali sin mirarle.
—Gracias.
Pero sácame de una duda, ¿bailo como un crío o
como
un adulto?
Al
escuchar aquello, Lali le miró y se puso roja como un
tomate.
—Oh…
Peter —se lamentó—. Siento haber dicho lo de crío.
Es
que para mí siempre has sido el hermanito pequeño de Euge,
y
entonces...
Al
ver y, en especial, sentir el mal rato que la chica estaba
pasando,
el muchacho dijo:
—Vale...
vale. Te perdono, pero sólo porque eres tú.
El
olor a masculinidad de aquel muchacho se le había
metido
en las fosas nasales y le estaba comenzando a gustar, y
tras
aquel «sólo porque eres tú» Lali, con una sonrisa tonta,
murmuró:
—Uff…
menos mal —bromeó—. ¡Qué peso me quitas de
encima!
—¿Sabes
que estás muy guapa hoy?
Lali
tragó con dificultad. Si seguía en los brazos de Peter se
iba
a ahogar.
—Tú
también —pudo articular.
—Gracias,
Lali —respondió arrastrando su nombre, mientras
disfrutaba
de ella, de su olor, su cercanía y su desconcierto—.
Pero
sigo creyendo que tú eres una preciosidad.
Incapaz
de centrarse en nada, para desviar la conversación,
Lali
preguntó:
—¿Has
decidido ya qué carrera vas a hacer?
Con
una encantadora sonrisa, él respondió, acercándose más
de
lo necesario:
—Lo
he pensado mucho, y ya sabes que mi familia está llena
de
médicos. —Ella asintió—. Hubo un momento en que pensé
estudiar
derecho. Pero hoy por hoy, pienso que la justicia no es
justa,
y me traería más problemas que beneficios —comentó
mirándola
a los ojos y, por una vez, ella no apartó la mirada—. Y
al
final he decidido continuar con la tradición familiar. Seré
médico.
—Eso
está bien —sonrió—. Tus padres estarán muy
contentos.
—Sí,
lo están —afirmó deseando besarla—. Para mi abuelo es
un
orgullo tener otro futuro médico en la familia.
—¿Has
pensado la especialidad?
—Eso
todavía está por decidir. Pero el año que viene me iré a
Estados
Unidos e iniciaré mis estudios allí. Aún tengo tiempo
para
decidirlo. ¿Tú qué planes tienes?
—En
septiembre viajaré a Los Ángeles.
—¿Los
Ángeles? —repitió, sorprendido por su respuesta. Ella
asintió.
—La
familia de mi madre tiene negocios allí. Quizá te suene
la
empresa Pikers. —Él asintió—. En Estados Unidos es muy
conocida.
Con
una sonrisa que desconcertó a Lali, Peter le dijo acercando
su
boca al oído:
—Ya
sabía que la empresa Pikers era de tu familia, me lo dijo
Euge.
—Lali sonrió—. El abuelo siempre la contrata para organizar
los
cócteles o las fiestas de Navidad y queda muy contento.
¿Hace
mucho que tu familia posee la empresa?
—Oye…
me alegro mucho de que tu abuelo esté contento con
nosotros
—rió—. La empresa la puso en marcha la abuela Estela
cuando
se quedó viuda, para ganar unos dólares. Comenzó a
preparar
tartas de manzana que vendía en las cafeterías y pastelerías
de
San Diego. Cuando la abuela enviudó, mamá tenía
cinco
años, el tío Robert siete, la tía Shamanta dos y el tío Brad
diez.
La abuela siempre nos cuenta que trabajó muy duro para
sacar
a sus hijos adelante. Poco a poco, sus tartas fueron más
solicitadas
y, con el tiempo, la gente comenzó a encargarle también
los
platos para sus fiestas. Pasados unos años la abuela,
con
la ayuda de algunos trabajadores, empezó a organizar eventos
como
el 4 de Julio o Navidad. —Peter la escuchaba con
atención,
apenas parpadeaba, y ella prosiguió—. Mamá siempre
dice
que recuerda a la abuela trabajando incansablemente toda
la
vida y que, cuando ella tenía diez años, inauguró su propia
empresa,
a la que bautizó con el apellido del abuelo, Pikers.
Desde
entonces, la empresa ha ido creciendo, y se ha expandido
por
todo Estados Unidos.
—Sí.
Sí, lo sé —afirmó Peter, mirándola—. Recuerdo haber
visto,
creo que en Los Ángeles, un edificio con el logotipo de
Pikers.
Lali,
feliz al hablar de su familia, asintió y dijo:
—Sí.
En Los Ángeles el tío Brad dirige la empresa. Aunque es
la
abuela desde San Diego quien lo controla todo. ¡Menuda es!
—rió
al recordarla—. Las oficinas centrales están en Los
Ángeles.
Allí se canalizan los trabajos y se reparten dependiendo
de
dónde se tengan que realizar. Sé por mi tía Samantha que a
veces
le ha tocado viajar a México. Allí también les contratan
para
algún que otro evento, y hace poco hablé con ella y me dijo
que
tenía previsto un viaje a China o Japón, no sé bien adónde.
Espero
que cuenten conmigo para ese viaje. Me atrae conocer
otras
culturas.
—Entonces,
¿organizáis todo tipo de eventos?
—Sí.
Desde una celebración de Acción de Gracias hasta una
maravillosa
Navidad, una estupenda boda o lo que quieras
encargar.
Mamá comprobó cuando llegó a España que aquí, por
cultura,
no se suele contratar a ninguna empresa para la organización
de
eventos y por eso montó la tienda y el taller de
vestidos
de novia Bárbara Pikers. Su propia empresa.
Como
sentía curiosidad por saber de su vida, a pesar de que
sonaba
una canción distinta no la soltó y continuó bailando.
—¿Y
qué harás en Los Ángeles?
Lali
resopló y retirándose un mechón de la frente dijo:
—Pues
si te soy sincera, no lo sé. —Ambos sonrieron—.
Cuando
hablé con la abuela me dijo que quería que estudiase
todo
lo que pudiera sobre celebraciones, bodas, compromisos y
demás.
Ella sabe cómo soy y siempre ha dicho que yo era
emprendedora,
igual que ella. Además, sabe que ayudo a mi
madre
en la tienda y que soy una excelente relaciones públicas.
Me
gusta que las clientas se vayan contentas y vuelvan tras su
boda,
para encargarnos cualquier tipo de vestido, de noche, de
cóctel,
etcétera. Me encanta que la gente que viene a Bárbara
Pikers
se vaya satisfecha por el trato que ha recibido aquí.
—¿Sabes,
Lali? Creo que triunfarás —aseguró Peter muy
convencido.
—Gracias
—sonrió ella—. Pero más que triunfar, yo lo que
quiero
es estar contenta conmigo misma.
—Quizá
podamos vernos alguna vez en Estados Unidos
—soltó
el chico asustándola—. Ambos estaremos en Los
Ángeles.
Lali
le miró. No quería ser antipática, era el hermano de su
amiga.
Pero no quería nada con él, ni con nadie. Así que, tras
tomar
aire, respondió:
—Quizá…
Pero sé que cuando llegue allí me espera un trabajo
duro,
y a ti igual. Vas a ser médico, no lo olvides. Además,
piensa
que no tendrás tiempo para nada y olvidarás muchas
cosas.
—Tienes
razón, ambos tendremos que trabajar duro. Sin
embargo,
las cosas importantes no se suelen olvidar.
Al
borde del infarto, Lali pensó qué responder mientras se
acercaban
hasta un gran centro de flores, donde sobresalían
unas
florecillas pequeñas de color azul y blanco. Peter, al ver la
confusión
en sus ojos, alargó la mano y cogió un pequeño ramo
azul
cielo.
—Toma,
Lali. Son para ti.
—Gracias
—murmuró al cogerlas—. ¡Qué bonitas! Me
encantan.
Peter
sonrió y mirándola se perdió en sus ojos mientras le
decía:
—Mi
padre las hizo traer. Esta flor representa mucho para
mamá
y para él. —Ella, al escucharle, se sorprendió y él
prosiguió—:
Si recuerdas el ramo de flores que llevaba Euge,
recordarás
que había unas cuantas en azul.
—¿Cómo
se llama esta flor? —preguntó al observar un ejemplar
de
cinco pétalos con el centro rosáceo.
—Myosotis
palustris —respondió Peter sonriendo, mientras
ella
se prendía con un alfiler las flores en el vestido, justo
encima
del corazón.
—Mucho
nombre para tan poca flor, ¿no crees?
Peter
asintió y, hechizado por ella, susurró:
—Tienes
razón, pero ése es su nombre científico.
Al
decir aquello, Lali le miró. Observó sus labios, y sintió el
mismo
deseo que él. Se sentía extrañamente atraída por Peter,
algo
que no le había ocurrido desde que su ex novio la dejara
para
casarse con la asturiana. Los ojos del muchacho le decían
lo
que su boca no era capaz de articular, pero su juventud, sus
dieciocho
años, hacían que le rechazase, a pesar de que le
parecía
mucho más maduro que otros a los que había conocido.
En
ese momento apareció Mark, uno de los amigos de Nico,
y
rompió la tensión que entre ellos se había creado al pedir permiso
a
Peter para bailar con ella. Peter, apartando la mirada
de
ella, asintió y la soltó, y ella sintió una extraña sensación de
euforia
y tristeza pero, con rapidez, apartó los brazos del cuello
de
Peter, para ponerlos sobre el de Mark. Con una sonrisa,
Peter
se alejó y Lali continuó bailando con Mark. A partir de
ese
momento, el muchacho no volvió a acercarse a Lali. Quería
que
ella se acercara hasta él, pero no lo hizo. Aunque sí le sonreía,
cuando
las miradas de ambos coincidían y se alegró al ver
que
las flores azules seguían prendidas en su vestido.
—Peter
es una monada, ¿verdad? —preguntó Cande directamente
a
Lali, que estaba apoyada en una mesa tomándose
un
refresco.
—Es
un chico de veras encantador —respondió
escuetamente.
Cande,
acercándose a ella, dijo con complicidad.
—¿Sabes?
Creo que le gustas.
—¿Tú
crees? —intentó hacerse la sorprendida.
Su
amiga, divertida por cómo ella disimulaba mirando
alrededor,
le susurró:
—Y
también creo que él te gusta.
Con
rapidez, Lali se volvió hacia su amiga, a quien encontró
con
una sonrisa pícara, y, tras retirarse el pelo de la cara, dijo
levantando
la barbilla:
—¡Anda
ya!, no digas tonterías. Es un crío.
—Hablo
de chispazo, no de amor eterno —aclaró Cande—.
Intuyo
que entre vosotros existe ese algo inquietante. Lo percibo
en
vuestros ojos, en vuestras miradas.
—¿Nuestras
miradas?
Cande,
cada vez más divertida por la cara de angustia de su
amiga,
se acercó más a ella y le indicó:
—Nos
conocemos, Lali, no intentes disimular conmigo. Ese
crío,
como tú lo llamas, ha despertado algo en ti que hasta hace
poco
estaba dormido. —Al ver que sonreía, remató—. Y no me
extraña,
en mí y en más de una que hay por aquí, Peter despierta
muchas
cosas. Si con dieciocho años es así, vaya, no
quiero
ni pensar cómo será con unos añitos más.
—¿Qué
despierta en ti? —preguntó Lali mientras miraba de
reojo
a Peter bailando con una chica de su edad.
—¡Deja
de fruncir el cejo o todos se darán cuenta! —la
reprendió
Cande.
—Pero
¿qué dices? —Y al decir aquello, ambas rieron. Lali
asintió.
Su amiga tenía razón—. Vale… de acuerdo. El hermano
de
Euge me parece un chico encantador, pero de ahí a más…
—¿Sólo
encantador? —preguntó Mery, que se unió a ellas
con
un vaso en la mano—. Para mí es un chico que tiene muchas
cosas
excitantes, además de encantador. Su cuerpo atlético, sus
profundos
ojos negros, esas manos grandes —dijo mientras
todas,
con descaro, le observaban—. Además, pensar en su
puntito
cherokee me hace imaginar estar en con él en la cama…
y
esa parte india suya…
—¡Mery!
—gritaron a la vez Cande y Lali, escandalizadas.
Ésta
sonrió y preguntó:
—Pero
¿por qué os escandalizáis? Peter es un muchacho
alto,
guapo, atlético y con unas espaldas y unos brazos que te
tienen
que dejar sin sentido, y no hablemos ya de su vena india.
Oh,
Dios… Es más, porque estoy muy enamorada de Bernard, si
no,
ese morenazo pasaba esta noche por mi cama y no precisamente
para
dormir.
—¡Dios
mío! ¿Eres una «asaltacunas»? —rió Cande al
escucharla.
Mery
pestañeó y bebió de su copa sin contestar.
—¡Eres
tremenda! —dijo Lali tras escuchar aquel tórrido
comentario
de Mery
En
ese momento llegaron Rocío y una sonriente Euge, con
alguna
copilla de más.
—¿Quién
es una «asaltacunas»? —preguntó la andaluza.
—Pues
quién va a ser —balbuceó Euge—. Mery. ¿O acaso me
equivoco?
La
carcajada fue general, incluida la de la propia implicada
que,
mirándolas, indicó:
—¡Chicas!
Porque os quiero mucho y sois mis amigas, de lo
contrario,
os mandaba a freír espárragos por tener esos
pensamientos
tan reales sobre mí. Y para que lo sepas,
hablábamos
del guaperas de tu hermano.
—¿Quieres
beneficiarte a mi hermano? —gritó Euge.
Aquel
grito hizo que todas se dieran cuenta de lo borracha
que
estaba la novia.
—¡Calla,
loca! —rió Mery al ver cómo unos invitados volvían
la
mirada hacia ellas—. Sólo decía que tu hermano es un chico
que
está muy bien.
Entonces
Euge, con una risa tonta, comenzó a canturrear
para
sorpresa de todas.
—A
mi hermano le gusta Laliiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Él no me lo ha
dichoooooooo,
pero yo le conozco muy biennnnnnnnnnnnnn.
—Oh…
¡Qué sorpresa! —gritó Cande confirmando lo que
ella
pensaba.
Rocío,
que hasta el momento había permanecido callada, al
ver
que Lali se ponía roja como un tomate preguntó:
—¿A
ti te gusta su hermano?
—¡Imposible!
—gritó Euge, sin dejar hablar a Lali—. Ella
considera
que es un crío porque tiene cuatro años menos que
ella.
¡Ja, un crío!
De
pronto, Cecilia, la madre de la novia, se acercó hasta el
grupo,
y al ver a su hija con una copita de más se horrorizó.
—Oh...
Euge. Pero ¿qué te pasa, cariño?
Al
oír la voz de su madre, se colgó de ella y, para horror de la
mujer,
confirmó:
—Nada,
mamá. Que me he casado y estoy borracha perdida.
—¡Oh,
Dios mío… qué horror! —dijo la mujer llevándose la
mano
a la cabeza—. Chicas, rápido, sacadla de aquí y que le dé el
aire.
Todas
se miraron e intentaron no sonreír. La mujer,
señalando
hacia un lateral del salón, murmuró:
—Sí
salís por ahí, a la izquierda, hay un bonito jardín con
bancos.
—Y empujando a su hija comentó—. Venga tesoro,
venga.
Tus amigas y tú os salís un poquito al fresquito de la
noche.
Te vendrá bien.
Empujadas
por Cecilia, salieron al jardín. Se metieron por
un
sitio donde no había nadie y, cuando fueron a sentar a Euge
en
el banco, ésta se negó y se tiró en el césped, sin pensar en su
vestido
de novia.
—Da
igual —regañó a sus amigas, que se empeñaban en
hacer
que se sentara en el banco—. No me lo voy a volver a
poner
nunca más en mi vida. Dejad que lo disfrute y me siente
donde
yo quiera.
—Pues
también tiene razón la muchacha —dijo Mery. Las
demás
asintieron, sentándose junto a ella.
—Prometedme
que no cambiará nada entre nosotras —pidió
Euge—
y que siempre estaremos juntas para lo bueno y lo malo.
Con
sonrisas cómplices todas se miraron y asintieron, mientras
las
estrellas lucían en el cielo. Tras un silencio, fue Rocío la
que
habló.
—Miarma,
todavía no me creo que estés casada.
Euge,
tirada en el césped junto a las demás, dijo:
—Pues
lo estoy, y con un chico encantador que me cuidará
toda
la vida.
—Toda
la vida es mucho tiempo —susurró Lali—. Pero ojalá
tengas
razón.
De
nuevo, todas miraron las estrellas hasta que Mery se
quejó.
—Qué
mierda. En dos días tengo que volver a Bruselas.
¿Cuándo
volveremos a estar juntas otra vez?
—No
lo sé, pero debemos hacer lo posible para no separarnos
—puntualizó
Cande y, volviendo su mirada hacia
Mery,
preguntó—: ¿Qué vas a hacer ahora, cuando vuelvas a
Bruselas?
—De
momento —respondió Mery exhalando el humo del
cigarro
que se había encendido—, seguiré trabajando en Brujas,
en
la empresa de publicidad. Me gusta trabajar allí.
—¿Qué
haces en esa empresa, además de fumar? —preguntó
Euge.
—Ocuparme
de satisfacer a los clientes que nos contratan.
Hace
unos días tuvimos una reunión con una firma de ropa
interior.
Me imagino que cuando vuelva, se hablará de cómo
enfocar
la campaña de publicidad. Ya os contaré.
—¿Cuánto
tiempo estarás en España, Cande? —preguntó
Rocío.
—Dos
semanas. Así veré a mi hermana Marlene. Me apetece
mucho
estar con ella. Luego volveré a Canadá. Tengo una
entrevista
de trabajo para el Canal 43 de Toronto a final de mes.
—¡Lo
conseguirás! —rió Euge—. Y yo estaré contenta de tener
una
amiga que va a ser presentadora en un programa de
televisión.
—¡Ojalá!
Pero si no lo consigo, lo seguiré intentando. De
momento
trabajo para un canal de televisión desconocido,
aunque
eso me sirve para adquirir experiencia, cosa que en el
mundo
de la imagen se valora. —Luego, volviéndose a Rocío,
preguntó—:
¿Tú volverás otra vez a Nueva York?
—Sí.
Quiero terminar los cursos que comencé en la escuela
de
arte dramático. Allí seguiré presentándome a castings y
quizá
algún día tengáis la suerte de tener una amiga que gane
un
Oscar. Pero si en cinco años veo que mi carrera de actriz no
sale
adelante, volveré a España y trabajaré como profesora de
inglés
en cualquier colegio.
—¿Os
la imagináis junto a Tom Cruise? —bromeó Lali.
De
nuevo, todas comenzaron a reír. Aquello parecía una
locura.
—Prometo
ir contigo a recoger el Oscar —se ofreció Mery
que,
mirando a Lali, preguntó—: ¿Y tú qué planes tienes?
—En
septiembre me trasladaré a San Diego y luego a Los
Ángeles.
Trabajaré en Pikers.
—Siempre
he sabido que terminarías trabajando con tu
familia
—comentó Cande mirándola con cariño.
—Yo
también, siempre lo intuí —asintió Lali—. Quizá la sangre
empresarial
o trabajadora de mi abuela me empuje a mí a
hacer
lo mismo que ella.
—¡Genial!
—aplaudió Euge—. Estoy feliz porque te tendré
más
cerca. Y ya verás como serás la organizadora más guapa y
mejor
pagada de Pikers, ya lo verás.
Todas
asintieron. Conocían a Lali y sabían el potencial de
trabajo
que podía ofrecer.
—Sinceramente,
lo que de verdad quiero es demostrarme a
mí
misma que soy capaz de trabajar como lo hacen todos en mi
familia.
—Yo
sería incapaz, cariño —susurró Euge, que comenzó a
tener
frío. No había que olvidar que estaban en febrero—. Igual
que
tú llevas en los genes lo de ser empresaria, yo debo de llevar
en
los genes lo de ser una buena esposa que prepare deliciosos
pasteles
y tenga la casa llena de niños.
—Pues
no es por desanimarte, pero siempre he oído decir
que
ése era uno de los trabajos más agotadores que puede haber
para
una mujer —dijo Mery con cariño—. Sin embargo, todas
estaremos
muy orgullosas de ti. Sabemos que harás los mejores
pasteles
del mundo y tendrás los niños más guapos y más cuidados
que
conozcamos.
—Me
estoy empezando a congelar —susurró Rocío.
—Yo
también —comentó Cande—. Pero esperemos un poco
para
que Euge se despeje y a su madre no le dé un ataque.
—Por
cierto, Lali. Muy bonitas las flores que llevas en el
vestido
—dijo Euge sonriendo a las estrellas.
Lali
se miró la pechera y vio las pequeñas flores azules prendidas
en
su vestido.
—Se
las regaló tu hermano —añadió Cande y Lali la regañó.
—¿En
serio? —rió Euge al pensar en lo suspicaz que era su
hermano—.
¿Por casualidad te ha dicho cómo se llaman esas
flores?
Lali
asintió e intentó recordar aquel extraño nombre.
—Sí…
me lo dijo, pero era complicado. Era algo como
Myosotis
o…
Las
carcajadas escandalosas de Euge por el ingenio de su
hermano
hicieron que todas la miraran sin entender aquel
estallido.
—Menuda
cogorza que lleva la moza —rió Rocío al ver a su
amiga
reír.
—Pues
yo no le veo la gracia —señaló Mery al ver a Euge,
muerta
de risa, revolcándose con su precioso vestido de novia
por
el césped.
Cuando
consiguió calmarse, ésta miró a Lali y preguntó:
—¿Sabes
cuál es el nombre de esa flor? —Lali la miró y negó
con
la cabeza. Euge prosiguió—. En el lenguaje de las flores,
significa
amante
eterno. Pero el verdadero nombre de las flores
que
tienes ahí es nomeolvides.
Sorprendida
por aquello, Lali no supo qué decir, pero sus
amigas
sí.
—¡Qué
bonito, por favorrrrrr! —rió Cande—. ¿Por qué no
me
pasarán a mí esas cosas?
—¡Virgencita!
¡Qué romántico! —suspiró Rocío, devolviendo
el
cigarro a Mery mientras reía—. Yo quiero uno así, todito
para
mí.
—Pues
lo llevas claro, amiga. Los románticos ya están
repartidos
y los superhéroes sólo existen en las películas
norteamericanas
—dijo Mery cogiendo el cigarro que le
devolvía
Rocío al tiempo que reía con ella por aquel último
comentario.
Lali,
mientras oía las risas de sus amigas pensaba en cómo
un
chico como Peter, con sólo dieciocho años, podía ser tan
caballeroso
y galante. Con cuidado, desprendió el ramillete de
su
vestido, lo miró con curiosidad y sonrió.
El
silencio se hizo el dueño del lugar mientras las muchachas
continuaron
tumbadas sobre aquel césped escarchado, mientras
miraban
las estrellas y se preguntaban si continuarían con su
amistad,
si serían felices o si conseguirían sus metas
profesionales?
Pero
todo aquello era algo que el tiempo, la vida y el no
olvidar
de corazón podría desvelar. Si de verdad se querían, ni el
tiempo,
ni la distancia, ni nada podría acabar con aquella
amistad
que comenzó un día en un colegio, en una aula, con
simples
miradas y sonrisas. Las mismas que aquellas cinco
mujeres
tenían en ese momento, tumbadas en el césped del Ritz
con
sus maravillosos vestidos mientras contemplaban las
estrellaContinuará....
Me encanto :))
ResponderEliminarBuenas! Nueva adaptación en mi blog. Pasen :)
ResponderEliminarMe gustó mucho!!! :)
ResponderEliminarme encanto
ResponderEliminaramo lo amoroso q es peter
quiero chapeeeeeeeeeeeeeeee
besos @ari_stafe
Cande muy perceptiva.
ResponderEliminarjjajajaja,Euge k sabe sin le digan k a Peter le gusta Lali .
Y Peter tan joven ,y tan caballero,detallista, y amoroso.