viernes, 17 de julio de 2015

OLVIDE OLVIDARTE: Capitulo 11

CAPITULO 11

Dos días después, Lali se encontraba convaleciente de la caída
mientras veía la televisión en su cama, con el pie sobre cojines,
cuando de pronto se abrió la puerta de su habitación y apareció
su abuela.

Voy a bajar a comprar algo al supermercado. Pero bueno,
Lali —la regañó la mujer mientras movía su dedo acusatorio
ante su nieta—. ¿Cómo puedes vivir con el frigorífico vacío?
Pero si ni siquiera tienes una pequeña despensa con cualquier
cosa fácil y rápida de hacer. Si se presenta una visita sorpresa,
¿qué haces?

Levantando el móvil y el teléfono que descansaban en la
mesilla, dijo:

Abuela, pues cojo esto, marco el número de comida a domicilio
y en veinte minutos tengo una cena perfecta para cualquier
visita sorpresa.

De verdad, hija, qué descontrol de vida lleváis las jóvenes
de hoy en día. No me extraña que esté bajando la natalidad en el
mundo —cuchicheó mientras cogía su bolso y se marchaba.
Cuando oyó que la puerta se cerraba, Lali se puso un cojín
en la cara y gritó. Adoraba a su abuela, pero en pocos días la
estaba volviendo loca. En ese momento le sonó el móvil. Era
Tony.

¿Cómo está mi enferma favorita?

Con su pésimo humor, ésta respondió:

A punto del infarto —intentó bromear incorporándose de
la cama.

Por inercia cogió el mando de la televisión, y comenzó a
cambiar canales.

¡Mira que te quejas, reina! —dijo al escucharla. La conocía
muy bien, y ese tono de voz tenso le indicó que estaba nerviosa.

¿Cómo llevas la boda de Roberta y Carlos? —preguntó
impaciente sin darle tiempo a responder—. ¿Llegaron los del
catering?

Sí.

¿Recogisteis el ramo?

Sí.

Los del cava ¿llevaron las cuatro cajas de más que les pedí
ayer?

Sí, reina —afirmó a la espera de que ella le dejara hablar.

Entonces, sólo me llamas para decirme que todo está
saliendo estupendamente. —Sonrió al saber que todo marchaba
según los cálculos.

Pues no. No era precisamente eso lo que te iba a contar.
Con una angustia que le oprimió el pecho, gritó:

¿Qué? ¿Qué dices? ¿Qué ha pasado?

Tras retirarse el auricular de la oreja para no quedarse
sordo, respondió:

Pues mira, reina. Todo ha llegado a su tiempo y perfecto.

¿Entonces? —gruñó sin entender nada.

Pues que el que no ha llegado a las doce ha sido el novio
dijo Tony cansado del agotador día que llevaba.

¿Cómo? —gritó ella sin creer lo que estaba oyendo—. ¿Carlos
no se ha presentado?

Pues no, no se presentó, y si te callas dos minutos te
cuento lo que ha pasado. —Ella se calló y Tony prosiguió—. Por
lo visto, ayer por la noche el novio asistió a una fiesta con sus
amigos y ahí se encontró con un viejo amor. Tras pasar la noche
con ella, esta mañana ha mandado un telegrama a Roberta
media hora antes de la boda pidiéndole disculpas por el daño
que le iba a causar, pero anulaba la boda. ¡Imagínate la que se
ha liado! Todo preparado en la casa de los padres de la novia,
los invitados la mitad en la iglesia y la otra mitad de camino y el
novio que decide que no se casa.

¡Pobre Roberta! —susurró Lali.

Nunca, en todos los años que llevaba en el negocio, había
ocurrido algo así. Había sufrido anulaciones pero nunca el
mismo día del enlace.

¿Cómo está ella?

Pues imagínate. Tuvimos que llamar a un médico, porque
le dio un ataque de ansiedad increíble. Ha sido horrible Lali,
horrible —respondió cerrando los ojos al recordarlo—. Ahora
está con su padre despidiendo a unos familiares. Por cierto,
Lali, el padre es un tío encantador. Hace un rato y sin que yo
mencionara nada, me dijo que no nos preocupáramos, que
nuestro trabajo nos lo pagaba de todos modos.
Destrozada por lo que estaba escuchando susurró, apenada
por Roberta:

¡Qué desastre, Tony! Por Dios, siento no haber estado ahí
para ayudaros.

Tranquila, esto hubiera ocurrido aunque tú hubieras
venido.
Reponiéndose del golpe recibido, Lali comentó:

Me imagino que habrás hablado con los del cava, el catering,
etcétera.

Solucionado, jefa. Hablé con los fotógrafos y con los músicos
y les prometí pagarles un veinte por ciento de lo pactado y
aceptaron. Sobre el vestido de novia ya sabemos que se da el
dinero por perdido. La empresa de catering me ha dicho que me
llamará y me dirá una cantidad, que rondará sobre el cuarenta
por ciento de lo encargado. Referente a los anillos, no he
querido preguntar. Creo que Roberta hablará con nosotros dentro
de unos días y nos dirá qué desea hacer con ellos.

¡Qué desastre, Tony! —volvió a repetir mientras le
escuchaba.
Sobre la devolución de los regalos, ya está Domenica
repasando la lista y preparando las tarjetas para pedir disculpas
por las molestias ocasionadas. Mañana podremos empezar a
devolverlos.

Me alegra ver que lo tienes todo controlado. Buen trabajo,
Tony.

Gracias, jefa —suspiró resignado—. Cuando cuelgue el teléfono,
iré a despedirme de Roberta y su padre. Necesito un baño
relajante en el hotel.

No me extraña —asintió ésta—. Menudo papelón. Oye,
¿podría hablar con Roberta un momento? ¿Crees que se querrá
poner?

Tony miró hacia donde estaba la muchacha con su padre y
dijo.

Espera, la tengo cerca, se lo preguntaré. —A través del teléfono
Lali oyó a Tony hablar con ella y en dos segundos pudo
percibir su débil voz.

Hola, Lali.

Roberta, lo siento —dijo odiando a todos los hombres por
mentirosos e insensibles—. Lo siento de todo corazón. No
entiendo cómo ha podido hacerte esto.

Yo tampoco —susurró la muchacha moqueando—. Sólo
espero que me lo explique algún día.

Seguro que sí —dijo intentando ser positiva—. Sólo quería
decirte que aquí me tienes para lo que necesites y, personalmente
te aconsejo que te apoyes en tu familia y tus amigos.
Entre todos intentaremos ayudarte.

¡Lo haré! —asintió la muchacha y Lali prosiguió:

Ahora tienes que ser fuerte, y sé que será difícil entender lo
que te voy a decir, pero sal a divertirte con tus amigos, eso
siempre será mejor que encerrarte en casa y enfermar de pena.

Gracias por tus palabras —susurró Roberta, agradecida
por el detalle—. Te llamaré dentro de unos días. Gracias, Lali.
Y tras aquello le pasó el teléfono a Tony, que había estado a
su lado, junto al padre de Roberta, para animarla.

Escucha, Lali. Mañana pasaremos a verte Conrad y yo.
Estate tranquila, ¿vale?

De acuerdo —se despidió—. Un beso y hasta mañana.
Al colgar el teléfono, se quedó pensativa, pero rápidamente
le sonó el móvil. Era Euge.

¿Cómo está mi chica?

En este momento, fatal. No me puedo mover de la cama.
Mi abuela me está cebando como a un pollo y Tony me acaba de
llamar para decirme que la boda que habíamos preparado para
hoy se ha suspendido porque el novio no se ha presentado.

Pero qué hijo de su madre y qué cerdo —chilló Euge al otro
lado del teléfono—. Pobre chica, qué situación más embarazosa.

Pues sí —afirmó Lali—. Un cerdo, por no decir algo peor,
en toda regla.

Bueno, bueno, ahora olvida eso —prosiguió Euge—. ¿Qué
te ha pasado en la pierna? Peter me ha dicho que te habían
tirado por las escaleras del hospital.

Ya veo que las noticias vuelan —gruñó al oír el nombre de
Peter, aunque sabía por su abuela que había llamado un par de
veces para ver cómo estaba—. Pues sí, unos chicos me empujaron
y rodé escaleras abajo.

Menos mal que sólo tienes un esguince y un cardenal en el
culo.

Incrédula al oír aquello, Lali gritó.

¿También te ha contado dónde tengo los moratones?
Euge sonrió y dijo:

Mujer, es mi hermano y tú eres mi amiga. Es normal que
me lo cuente todo, todito, todo.

¿Todo? —gritó al interpretar sus palabras—. Tu hermano
es un idiota, además de un creído que se imagina que cuando
besa a cualquier mujer ésta tiene que caer a sus pies.

Euge, al oír semejante comentario, que Peter no le había
contado, exclamó.

¿Que mi hermano te ha besado?

Al notar Lali la risa de su amiga y darse cuenta de cómo
había caído en la trampa, gruñó.

Pues ¿no dices que te lo cuenta todo? Eres una lianta y una
tramposa tremenda.

La risa de Euge se le contagió.
Ya lo sé, y por eso me quieres. En serio ¿te besó mi
hermano?

Sí, pero fue un beso sin importancia.

Vaya —susurró Euge, desilusionada—. Siento que no te
gustara.

Yo no he dicho que no me gustara —repusa Lali, pero al
ver que había caído en la trampa de su amiga una vez más,
bromeó—. Mira, cherokee, vete a paseo.

Oh, Dios, Lali. Si al final serás mi cuñada y todo.
Poniendo los ojos en blanco, Lali se echó hacia atrás en la
cama y dijo.

No digas tonterías. —Y al oír el llanto de un bebé preguntó—:
¿Cómo está el pequeño Nico?

Ege cogió en brazos a su hijo de nueve meses, que al sentirse
atendido dejó de llorar.

Oh, bien, ya sabes, mocos y cosas de bebés.

¿Y las pequeñas locas? —Sonrió Lali al pensar en las
gemelas.

En el colegio. Esta tarde representan una obra de teatro en
la que van vestidas de tomate y pepinillo.

Y… ¿Nico?

Al oír su nombre, Euge cambió su tono de voz y dijo:

Uff… Como siempre, nada nuevo.

¿Habéis hablado?

Sí, pero no sirve de nada. Creo que la decisión la voy a
tomar yo.

Al escuchar aquello, suspiró. La decisión era la separación.

Euge, ¿estás segura?

Me temo que sí —respondió con tranquilidad y cambiando
de tema preguntó—. ¿Está tu abuela ahí contigo?

No —resopló—. Ahora está comprando medio supermercado.
Dice que no tengo comida en casa, pero por más que le
explico que entre semana no como aquí, y que por la noche, con

cualquier cosa me apaño, no hay quien le haga entender que no
necesito tener la despensa llena.

Es normal, Lali, tómatelo con tranquilidad. Necesitas a
alguien que esté contigo ahí y Estela lo hace estupendamente,
seguro.

Pero si estoy encantada —sonrió al pensar en su abuela—.
Me cuida, me mima, me besuquea, pero es muy pesada en lo
referente a la comida.

En ese momento, oyó la puerta de entrada abrirse. Un
segundo después, su abuela entró en el dormitorio con dos
impresionantes bolsas llenas de comida.

Hola, abuela, estoy hablando con Euge. ¿Quieres
saludarla?

Dos segundos más tarde su abuela, colgada al teléfono, hablaba
con su amiga mientras ella miraba dentro de las dos bolsas
de comida. Su abuela había comprado leche, fruta, lechuga,
queso y carne. Pero lo que más le gustó fue ver un paquete de
donuts, que rápidamente abrió y comió mientras oía a su abuela
despedirse.

Tu abuela es un encanto —dijo Euge tras hablar con ella.

La verdad es que es un cielo. Por cierto, hablé con Cande
ayer.

¿Qué tal le fue en México?

Estupendamente. Me dijo que te llamaría hoy o mañana.
Pensar en Cande le hacía sonreír. Trabajaba para una
cadena privada de Toronto y viajaba por el país entrevistando a
personajes famosos y haciendo diversos reportajes. Cande era
bastante conocida en Canadá, gracias a sus controvertidas
entrevistas.

¿Sigue con Javier Serigan?

Eso es agua pasada —respondió Lali mientras atacaba otro
donut—. Ahora está con un jugador de hockey o algo así, un tal
Marlon.

Qué pena, con lo mono que era Serigan.
Ambas sonrieron.

No te preocupes, creo que Marlon también lo es —aclaró
Lali.

La verdad es que me encanta presumir de amiga, y sobre
todo de novio de amiga —dijo Euge con malicia. En ese
momento el pequeño Nico comenzó a llorar.

Lali, te llamaré en otro momento. Un beso y que te
mejores.

Cuando colgó el teléfono, volvió a coger el mando, y justo
cuando empezaba a interesarse por un programa que había
sobre decoración, volvió a sonar el móvil. Al mirar y ver que
ponía número privado decidió no contestar. Tras varios timbrazos,
el móvil paró. Dos segundos después, sonaba el teléfono
de casa. Desde su habitación oyó reír a su abuela y, de nuevo, se

concentró en la televisión.

Continuará....

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