CAPITULO 11
Dos
días después, Lali se encontraba convaleciente de la caída
mientras
veía la televisión en su cama, con el pie sobre cojines,
cuando
de pronto se abrió la puerta de su habitación y apareció
su
abuela.
—Voy
a bajar a comprar algo al supermercado. Pero bueno,
Lali
—la regañó la mujer mientras movía su dedo acusatorio
ante
su nieta—. ¿Cómo puedes vivir con el frigorífico vacío?
Pero
si ni siquiera tienes una pequeña despensa con cualquier
cosa
fácil y rápida de hacer. Si se presenta una visita sorpresa,
¿qué
haces?
Levantando
el móvil y el teléfono que descansaban en la
mesilla,
dijo:
—Abuela,
pues cojo esto, marco el número de comida a domicilio
y
en veinte minutos tengo una cena perfecta para cualquier
visita
sorpresa.
—De
verdad, hija, qué descontrol de vida lleváis las jóvenes
de
hoy en día. No me extraña que esté bajando la natalidad en el
mundo
—cuchicheó mientras cogía su bolso y se marchaba.
Cuando
oyó que la puerta se cerraba, Lali se puso un cojín
en
la cara y gritó. Adoraba a su abuela, pero en pocos días la
estaba
volviendo loca. En ese momento le sonó el móvil. Era
Tony.
—¿Cómo
está mi enferma favorita?
Con
su pésimo humor, ésta respondió:
—A
punto del infarto —intentó bromear incorporándose de
la
cama.
Por
inercia cogió el mando de la televisión, y comenzó a
cambiar
canales.
—¡Mira
que te quejas, reina! —dijo al escucharla. La conocía
muy
bien, y ese tono de voz tenso le indicó que estaba nerviosa.
—¿Cómo
llevas la boda de Roberta y Carlos? —preguntó
impaciente
sin darle tiempo a responder—. ¿Llegaron los del
catering?
—Sí.
—¿Recogisteis
el ramo?
—Sí.
—Los
del cava ¿llevaron las cuatro cajas de más que les pedí
ayer?
—Sí,
reina —afirmó a la espera de que ella le dejara hablar.
—Entonces,
sólo me llamas para decirme que todo está
saliendo
estupendamente. —Sonrió al saber que todo marchaba
según
los cálculos.
—Pues
no. No era precisamente eso lo que te iba a contar.
Con
una angustia que le oprimió el pecho, gritó:
—¿Qué?
¿Qué dices? ¿Qué ha pasado?
Tras
retirarse el auricular de la oreja para no quedarse
sordo,
respondió:
—Pues
mira, reina. Todo ha llegado a su tiempo y perfecto.
—¿Entonces?
—gruñó sin entender nada.
—Pues
que el que no ha llegado a las doce ha sido el novio
—dijo
Tony cansado del agotador día que llevaba.
—¿Cómo?
—gritó ella sin creer lo que estaba oyendo—. ¿Carlos
no
se ha presentado?
—Pues
no, no se presentó, y si te callas dos minutos te
cuento
lo que ha pasado. —Ella se calló y Tony prosiguió—. Por
lo
visto, ayer por la noche el novio asistió a una fiesta con sus
amigos
y ahí se encontró con un viejo amor. Tras pasar la noche
con
ella, esta mañana ha mandado un telegrama a Roberta
media
hora antes de la boda pidiéndole disculpas por el daño
que
le iba a causar, pero anulaba la boda. ¡Imagínate la que se
ha
liado! Todo preparado en la casa de los padres de la novia,
los
invitados la mitad en la iglesia y la otra mitad de camino y el
novio
que decide que no se casa.
—¡Pobre
Roberta! —susurró Lali.
Nunca,
en todos los años que llevaba en el negocio, había
ocurrido
algo así. Había sufrido anulaciones pero nunca el
mismo
día del enlace.
—¿Cómo
está ella?
—Pues
imagínate. Tuvimos que llamar a un médico, porque
le
dio un ataque de ansiedad increíble. Ha sido horrible Lali,
horrible
—respondió cerrando los ojos al recordarlo—. Ahora
está
con su padre despidiendo a unos familiares. Por cierto,
Lali,
el padre es un tío encantador. Hace un rato y sin que yo
mencionara
nada, me dijo que no nos preocupáramos, que
nuestro
trabajo nos lo pagaba de todos modos.
Destrozada
por lo que estaba escuchando susurró, apenada
por
Roberta:
—¡Qué
desastre, Tony! Por Dios, siento no haber estado ahí
para
ayudaros.
—Tranquila,
esto hubiera ocurrido aunque tú hubieras
venido.
Reponiéndose
del golpe recibido, Lali comentó:
—Me
imagino que habrás hablado con los del cava, el catering,
etcétera.
—Solucionado,
jefa. Hablé con los fotógrafos y con los músicos
y
les prometí pagarles un veinte por ciento de lo pactado y
aceptaron.
Sobre el vestido de novia ya sabemos que se da el
dinero
por perdido. La empresa de catering me ha dicho que me
llamará
y me dirá una cantidad, que rondará sobre el cuarenta
por
ciento de lo encargado. Referente a los anillos, no he
querido
preguntar. Creo que Roberta hablará con nosotros dentro
de
unos días y nos dirá qué desea hacer con ellos.
—¡Qué
desastre, Tony! —volvió a repetir mientras le
escuchaba.
—Sobre
la devolución de los regalos, ya está Domenica
repasando
la lista y preparando las tarjetas para pedir disculpas
por
las molestias ocasionadas. Mañana podremos empezar a
devolverlos.
—Me
alegra ver que lo tienes todo controlado. Buen trabajo,
Tony.
—Gracias,
jefa —suspiró resignado—. Cuando cuelgue el teléfono,
iré
a despedirme de Roberta y su padre. Necesito un baño
relajante
en el hotel.
—No
me extraña —asintió ésta—. Menudo papelón. Oye,
¿podría
hablar con Roberta un momento? ¿Crees que se querrá
poner?
Tony
miró hacia donde estaba la muchacha con su padre y
dijo.
—Espera,
la tengo cerca, se lo preguntaré. —A través del teléfono
Lali
oyó a Tony hablar con ella y en dos segundos pudo
percibir
su débil voz.
—Hola,
Lali.
—Roberta,
lo siento —dijo odiando a todos los hombres por
mentirosos
e insensibles—. Lo siento de todo corazón. No
entiendo
cómo ha podido hacerte esto.
—Yo
tampoco —susurró la muchacha moqueando—. Sólo
espero
que me lo explique algún día.
—Seguro
que sí —dijo intentando ser positiva—. Sólo quería
decirte
que aquí me tienes para lo que necesites y, personalmente
te
aconsejo que te apoyes en tu familia y tus amigos.
Entre
todos intentaremos ayudarte.
—¡Lo
haré! —asintió la muchacha y Lali prosiguió:
—Ahora
tienes que ser fuerte, y sé que será difícil entender lo
que
te voy a decir, pero sal a divertirte con tus amigos, eso
siempre
será mejor que encerrarte en casa y enfermar de pena.
—Gracias
por tus palabras —susurró Roberta, agradecida
por
el detalle—. Te llamaré dentro de unos días. Gracias, Lali.
Y
tras aquello le pasó el teléfono a Tony, que había estado a
su
lado, junto al padre de Roberta, para animarla.
—Escucha,
Lali. Mañana pasaremos a verte Conrad y yo.
Estate
tranquila, ¿vale?
—De
acuerdo —se despidió—. Un beso y hasta mañana.
Al
colgar el teléfono, se quedó pensativa, pero rápidamente
le
sonó el móvil. Era Euge.
—¿Cómo
está mi chica?
—En
este momento, fatal. No me puedo mover de la cama.
Mi
abuela me está cebando como a un pollo y Tony me acaba de
llamar
para decirme que la boda que habíamos preparado para
hoy
se ha suspendido porque el novio no se ha presentado.
—Pero
qué hijo de su madre y qué cerdo —chilló Euge al otro
lado
del teléfono—. Pobre chica, qué situación más embarazosa.
—Pues
sí —afirmó Lali—. Un cerdo, por no decir algo peor,
en
toda regla.
—Bueno,
bueno, ahora olvida eso —prosiguió Euge—. ¿Qué
te
ha pasado en la pierna? Peter me ha dicho que te habían
tirado
por las escaleras del hospital.
—Ya
veo que las noticias vuelan —gruñó al oír el nombre de
Peter,
aunque sabía por su abuela que había llamado un par de
veces
para ver cómo estaba—. Pues sí, unos chicos me empujaron
y
rodé escaleras abajo.
—Menos
mal que sólo tienes un esguince y un cardenal en el
culo.
Incrédula
al oír aquello, Lali gritó.
—¿También
te ha contado dónde tengo los moratones?
Euge
sonrió y dijo:
—Mujer,
es mi hermano y tú eres mi amiga. Es normal que
me
lo cuente todo, todito, todo.
—¿Todo?
—gritó al interpretar sus palabras—. Tu hermano
es
un idiota, además de un creído que se imagina que cuando
besa
a cualquier mujer ésta tiene que caer a sus pies.
Euge,
al oír semejante comentario, que Peter no le había
contado,
exclamó.
—¿Que
mi hermano te ha besado?
Al
notar Lali la risa de su amiga y darse cuenta de cómo
había
caído en la trampa, gruñó.
—Pues
¿no dices que te lo cuenta todo? Eres una lianta y una
tramposa
tremenda.
La
risa de Euge se le contagió.
—Ya
lo sé, y por eso me quieres. En serio ¿te besó mi
hermano?
—Sí,
pero fue un beso sin importancia.
—Vaya
—susurró Euge, desilusionada—. Siento que no te
gustara.
—Yo
no he dicho que no me gustara —repusa Lali, pero al
ver
que había caído en la trampa de su amiga una vez más,
bromeó—.
Mira, cherokee, vete a paseo.
—Oh,
Dios, Lali. Si al final serás mi cuñada y todo.
Poniendo
los ojos en blanco, Lali se echó hacia atrás en la
cama
y dijo.
—No
digas tonterías. —Y al oír el llanto de un bebé preguntó—:
¿Cómo
está el pequeño Nico?
Ege
cogió en brazos a su hijo de nueve meses, que al sentirse
atendido
dejó de llorar.
—Oh,
bien, ya sabes, mocos y cosas de bebés.
—¿Y
las pequeñas locas? —Sonrió Lali al pensar en las
gemelas.
—En
el colegio. Esta tarde representan una obra de teatro en
la
que van vestidas de tomate y pepinillo.
—Y…
¿Nico?
Al
oír su nombre, Euge cambió su tono de voz y dijo:
—Uff…
Como siempre, nada nuevo.
—¿Habéis
hablado?
—Sí,
pero no sirve de nada. Creo que la decisión la voy a
tomar
yo.
Al
escuchar aquello, suspiró. La decisión era la separación.
—Euge,
¿estás segura?
—Me
temo que sí —respondió con tranquilidad y cambiando
de
tema preguntó—. ¿Está tu abuela ahí contigo?
—No
—resopló—. Ahora está comprando medio supermercado.
Dice
que no tengo comida en casa, pero por más que le
explico
que entre semana no como aquí, y que por la noche, con
cualquier
cosa me apaño, no hay quien le haga entender que no
necesito
tener la despensa llena.
—Es
normal, Lali, tómatelo con tranquilidad. Necesitas a
alguien
que esté contigo ahí y Estela lo hace estupendamente,
seguro.
—Pero
si estoy encantada —sonrió al pensar en su abuela—.
Me
cuida, me mima, me besuquea, pero es muy pesada en lo
referente
a la comida.
En
ese momento, oyó la puerta de entrada abrirse. Un
segundo
después, su abuela entró en el dormitorio con dos
impresionantes
bolsas llenas de comida.
—Hola,
abuela, estoy hablando con Euge. ¿Quieres
saludarla?
Dos
segundos más tarde su abuela, colgada al teléfono, hablaba
con
su amiga mientras ella miraba dentro de las dos bolsas
de
comida. Su abuela había comprado leche, fruta, lechuga,
queso
y carne. Pero lo que más le gustó fue ver un paquete de
donuts,
que rápidamente abrió y comió mientras oía a su abuela
despedirse.
—Tu
abuela es un encanto —dijo Euge tras hablar con ella.
—La
verdad es que es un cielo. Por cierto, hablé con Cande
ayer.
—¿Qué
tal le fue en México?
—Estupendamente.
Me dijo que te llamaría hoy o mañana.
Pensar
en Cande le hacía sonreír. Trabajaba para una
cadena
privada de Toronto y viajaba por el país entrevistando a
personajes
famosos y haciendo diversos reportajes. Cande era
bastante
conocida en Canadá, gracias a sus controvertidas
entrevistas.
—¿Sigue
con Javier Serigan?
—Eso
es agua pasada —respondió Lali mientras atacaba otro
donut—.
Ahora está con un jugador de hockey o algo así, un tal
Marlon.
—Qué
pena, con lo mono que era Serigan.
Ambas
sonrieron.
—No
te preocupes, creo que Marlon también lo es —aclaró
Lali.
—La
verdad es que me encanta presumir de amiga, y sobre
todo
de novio de amiga —dijo Euge con malicia. En ese
momento
el pequeño Nico comenzó a llorar.
—Lali,
te llamaré en otro momento. Un beso y que te
mejores.
Cuando
colgó el teléfono, volvió a coger el mando, y justo
cuando
empezaba a interesarse por un programa que había
sobre
decoración, volvió a sonar el móvil. Al mirar y ver que
ponía
número privado decidió no contestar. Tras varios timbrazos,
el
móvil paró. Dos segundos después, sonaba el teléfono
de
casa. Desde su habitación oyó reír a su abuela y, de nuevo, se
concentró
en la televisión.
Continuará....
De seguro es peter jajaja subi mas!
ResponderEliminarOjalá sea pitt jajaj
ResponderEliminarJajajaja como cayo en la trampa de Euge, Lali
ResponderEliminarQuiero masss Laliter
Besos
Lali siempre cae con Euge
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