martes, 21 de julio de 2015

OLVIDE OLVIDARTE : Capitulo 13 (leer abajo)

CAPITULO 13


Al día siguiente, sobre las cuatro de la tarde, Peter, con cara de
cansado apareció en el apartamento de Lali con una película
bajo el brazo, Family man, de Nicolas Cage, y un cubo de palomitas.
Al abrir la puerta y ver al joven allí, Estela se sorprendió
pero al percibir la sonrisa de su nieta, no lo dudó y se marchó
con rapidez a casa de su hija Samantha, con el pretexto de ver a
la pequeña Estela.
Peter, al ver marcharse a la mujer, miró a Lali y al darse
cuenta de que sonreía, no se lo pensó, soltó todo lo que tenía en
las manos, se acercó a ella y la atrajo hacia sí para besarla.
Primero lo hizo en la frente, luego en las mejillas y, finalmente,
en la boca. Durante un rato permanecieron abrazados en medio
del salón, hasta que Peter la cogió en brazos y la llevó hasta la
cama, donde continuaron besándose. Lali no quería pensar.
Sólo quería disfrutar del momento. Ansiaba los besos y las caricias
de Peter, como el sediento desea saciar su sed. Peter,
agotado por la noche pasada pero ansioso por retozar en los
brazos de Lali, se dejó guiar por ella, que le quitó primero la
camisa y luego le empezó a besar los pectorales hasta que él la
atrajo hacia sí y le susurró al oído:

Quiero que me desees tanto como yo a ti.

Al oír aquello, Lali se excitó aún más y mirándole con pasión
murmuró.

Te deseo. Te deseo, Peter.

Al oír aquello él sonrió y comenzó a besarla con tal pasión,
que Lali sintió que le hervía la sangre. Peter la apretó contra su
cuerpo y ella no dejó de besarle en el cuello. Las manos de él
comenzaron un lento ascenso bajo el pijama en busca de sus
pechos, hasta que los encontraron. Con delicadeza, el hombre
los acarició hasta que sus suaves dedos se centraron en sus
pezones. Lali notó que su cuerpo se aceleraba al sentir aquel
contacto, y se restregó contra su rígido miembro que, al sentir el
roce, se tensó a punto de explotar. Desesperado y muy excitado,
deseoso de entrar en ella, Peter la desnudó, mientras ella le
desabrochaba la cremallera del pantalón y le acariciaba el
miembro.

Peter, Peter —gritó con voz entrecortada al sentir la
húmeda y caliente boca de él succionando primero uno de sus
pezones y luego el otro.

Dime —susurró él mirándola con deseo.

Me estás volviendo loca…

Peter sonrió y, asiéndola por las nalgas, se apretó contra
ella para hacerla sentir la dureza de su deseo. Con voz entrecortada,
añadió:

Así me tienes tú a mí, preciosa.

¡Oh, Dios! —gimió ella echándose hacia atrás mientras se
apretaba más y más contra él. Aquel hombre sabía tocarla y
sabía hacerlo bien. ¡Muy bien!

Al sentir cómo su mano tocaba sin ningún pudor su erección
un gruñido de satisfacción surgió de la garganta de él. Con un
rápido movimiento, la tumbó en la cama, quedando él encima.
Sin apartar sus oscuros ojos de ella, Peter se quitó primero los
pantalones y luego los calzoncillos, consciente de que ella le
miraba y deseaba. Una vez desnudo, y con la respiración
entrecortada, se inclinó sobre ella y la besó. En ese momento,
lali sintió primero sobre su abdomen y luego sobre sus muslos
la dureza sedosa y caliente que deseaba sentir dentro de ella.
Pero Peter sacó la lengua y empezó a pasarla lentamente entre
sus pechos, para seguir bajando hasta su vientre.
Lali se estremecía de placer. Separó las piernas para permitirle
un acceso total. Cuando la lengua de Peter tocó con
ligereza los labios de su sexo, ella gimió gustosa. Como un lobo
hambriento, tomó con su cálida boca el clítoris de lali y jugó
con él hasta que ella aceleró sus movimientos y jadeó extasiada
de placer.
Abandonaba a sus caricias, Lali entrelazó sus dedos con el
pelo de él para alzarlo y, cuando lo tuvo frente a ella, le miró con
pasión y le besó. Le devoró la boca con tal morbo que éste pensó
que iba a explotar. Incapaz de aguantar un segundo más, Peter
se retiró y preguntó:

¿Tienes preservativos?

Lali, acalorada, negó con la cabeza. Llevaba tiempo sin preocuparse
de esas cosas. No tenía relaciones, así que no compraba
preservativos. Él, levantándose, cogió su cartera y tras
sacar uno, se lo puso con maestría y rapidez ante la mirada
obnubilada de ella.

Eres preciosa —le susurró al oído. Ella, rezongona, sonrió
al sentirle tan cerca.

Acoplándose de nuevo entre sus piernas, y sin necesidad de
guiar su erección, se hundió lentamente en ella, hasta que Lali
volvió a gemir contra su boca, mientras el seguía besándola.
Loco de deseo por la mujer que bajo él gemía y se retorcía bajo
su tacto, comenzó a moverse dentro y fuera de ella, con movimientos
cada vez más rápidos, más profundos, más certeros,
mientras Lali le clavaba las uñas en la espalda y jadeaba.
Cuando Peter oyó el grito de placer en ella, percibió que iba a
perder el control. Antes de soltar un sonido gutural y tumbarse
sobre ella, se hundió hasta el fondo en su cuerpo, y se dejó
llevar. Segundos después, Peter rodó hacia un lado de la cama y
la tomó entre sus brazos para acercarla hacia sí. Lali, consciente
de que había sido el mejor encuentro sexual de su vida, se dejó
abrazar y sonrió al oír.

¿Crees que un «crío» como yo podría volver a repetir lo
que hemos hecho?

Risueña, levantó la mirada y repuso:

Si el «crío» me promete que será igual, sí.

Peter, aún sin aliento, asintió y, acercando su boca a la de
ella, le susurró:

Te prometo que cada vez será mejor.

Se volvieron a besar con pasión. Minutos después, aún en
sus brazos, Lali se convencía de lo que había hecho e, incluso,
estaba deseosa por repetirlo. Consciente de lo que quería, le
miró, y no pudo contener la risa al ver a Peter dormido. Despacio
y con cuidado para no despertarle, se levantó de la cama y se
vistió. Peter debía de estar agotado. Seguro que llevaba más de
veinticuatro horas sin dormir.
Le miró con tranquilidad. Ante ella tenía a un hombre con
un cuerpo fibroso que, más que un doctor, ahora que tenía el
pelo suelto parecía un cantante de rock. Sin poder contenerse, le
besó en los carnosos labios y, con cuidado, le retiró el pelo de la
cara. Al ver lo sexy que estaba desnudo ante ella, suspiró. En ese
momento sonó el teléfono. Lo cogió de la mesilla con rapidez,
para que no se despertara, y salió cojeando de la habitación.

Cariño, ¿cómo va todo? —Era su abuela.

«Uff… si yo te contara», pensó divertida. En cambio
respondió:

Bien, bien, muy bien.

Escucha, cariño, estoy con Samantha y la niña en el
hospital.

Al oír la palabra hospital, Lali se asustó.

¿Qué ocurre?

No es nada grave, cielo —dijo para tranquilizarla—. La
pequeña lloraba mucho y nos acercamos con ella al médico.

Apoyándose en la pared preguntó, preocupada:

¿Qué os han dicho? ¿La niña está bien?

Tiene un poco de infección en la orina y se quedará
ingresada esta noche, en observación. —Con pesar, su abuela
añadió—: Yo te llamaba para preguntarte si te las podías apañar
sin mí esta noche. Me gustaría quedarme con Samantha.
Mañana, después de comer si todo va bien, Clarence me llevará
a tu casa. ¿Te parece?

Por supuesto, abuela. No te preocupes, ya has visto que
puedo arreglármelas sola.

Vaya, cariño, eso me deja más tranquila —sonrió la mujer.
Tras hablar con ella un rato, se despidió y colgó. Bajó el
timbre del teléfono y abrió la puerta de su habitación para
observar a Peter, que dormía con tranquilidad. El que su
abuela no regresara aquella noche le permitiría estar a sus
anchas, en su casa, con él. Con una sonrisa pícara, cerró la
puerta y, cojeando, se dirigió al salón. Allí, tras acomodarse en
el espacioso sillón, introdujo el DVD que éste había llevado, una
película de Nicolas Cage, y, tras coger las palomitas, se recostó
con una sonrisa. Disfrutó de la película mientras pensaba en
Peter y en lo que dirían Cande y el resto de sus amigas cuando

les contara lo sucedido

Continuará....
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CHICAS, COMO SABEN OLVIDE OLVIDARTE CUENTA LA HISTORIA DE LAS 5 CHICAS (LALI,CANDE,MERY,ROCHI Y EUGE) Y SE VAN INTERCAMBIANDO SUS HISTORIAS
ASI QUE EN LOS PROXIMOS CAPITULOS SE VA A RELATAR LA HISTORIA DE CANDE Y ASI SUCESIVAMENTE....
AUNQUE NO SON LALITER, SON MUY INTERESANTES, ASI QUE ESPERO QUE OS GUSTE
BESOS
Y MIL GRACIAS POR LEER 
@lalitter08

lunes, 20 de julio de 2015

OLVIDE OLVIDARTE: Capitulo 12


CAPITULO 12

Lo prometido era deuda y al día siguiente, su compañero Tony,
junto a Conrad, fue a visitarla. Tony sabía lo mucho que a Lali
le gustaban las palomitas y el helado de vainilla con nueces de
macadamia, así que decidió llevarle un tarro enorme, junto a un
cubo de palomitas. Y allí estaban los tres, tirados en el sillón del
salón de Lali tomando helado, mientras veían un programa de
televisión y Estela preparaba algo para cenar. A las ocho de la
tarde sonó el timbre del portero automático. Estela abrió y
pocos minutos después un guapísimo Peter aparecía con una
encantadora sonrisa, dejando a Conrad, Tony y Lali sin saber
qué decir. Estela, al ver la cara de desconcierto de su nieta,
comentó con alegría.

Pero bueno. ¡Qué ilusión! Ha venido a verte el doctor
Thorton.

«Abuela…, lo tuyo es muy fuerte», pensó Lali mirándola con
enfado.

Hola, soy Peter —saludó éste al ver cómo los demás le
miraban y Lali no hacía nada por presentarle.

Tony, que se había quedado de piedra al ver aparecer a aquel
tipo tan atractivo con el ramo de flores, reaccionó rápidamente
y levantándose le saludó.

Encantado, Peter. Soy Tony, amigo y compañero de trabajo
de Lali, y él es mi novio Conrad.

Éste, al ver cómo Tony le hacía una señal, se levantó y le
saludó, mientras Lali seguía mirándoles sin decir nada.

Pues digo yo —dijo la anciana acercándose a Tony y a su
novio— que como voy a ir a ver a mi hija Samantha, quizá os
pille de paso dejarme en su casa.
«No me hagáis esto», pensó Lali, incapaz de decir ni una
sola palabra.
Tony y Conrad, divertidos por los aspavientos que la mujer
hacía, la entendieron rápidamente y, a pesar de que Tony miró a
Lali y ésta negó con la cabeza, Conrad cogió de la mano a su
novio y dando un tirón de él dijo:

Sí, por supuesto Estela, nosotros te llevamos.

«Esto es increíble», pensó Lali al ver la jugada de su abuela,
mientras Peter, incrédulo, les miraba sin entender nada.

¿Dónde dices que vas, abuela? —preguntó lali con ojos de
querer asesinarla.

Pues a ver a mi hija y a su pequeñita —respondió Estela
con tranquilidad.

Y tras coger su bolso y empujar a Tony hacia la puerta, para
desconcierto de los que se quedaban en la casa, aclaró:

Ah, perdona, cariño, se me había olvidado decirte que
invité a Peter. Uff, esta cabeza mía cada día está peor —dijo
Estela para sorpresa de todos. Luego, mirando a Peter, preguntó—:
No te importa cenar solo con mi nieta, ¿verdad?

Ahora lo entendía todo y, tratando de no soltar una carcajada,
dijo mirando a la mujer:

No se preocupe. Estoy seguro de que su nieta es una
excelente compañía.

Lali miró a su amigo Tony implorando su ayuda, pero éste,
tras sonreír y hacer un gesto de aprobación, ni se movió.

Peter, podrías quedarte aquí hasta que yo vuelva de mi
visita —volvió a atacar la anciana.

Lali no pudo más y gruñó.

¡Pero abuela, por Dios!

No pudo continuar. Peter, plantándose entre las dos, dijo
mirando a la anciana:

No se preocupe. Me quedaré aquí hasta que usted regrese.

Pues no se hable más. —Y cogiendo del brazo a dos divertidos
Tony y Conrad, se despidió—. Me llevan estos hombretones.
Tenéis la cena en la cocina, sólo hay que calentarla. Hasta
luego.

Y dicho esto, cerró la puerta mientras Lali se tapaba la cara
con un cojín del sofá y chillaba. Peter, sorprendido, por aquel
gesto, la miró, pero al final tuvo que taparse la boca para no
reírse delante de ella.

Lo siento, Lali. He intuido que ha sido todo una encerrona
dijo Peter aún de pie con el ramo de flores en la mano.
Verde por la rabia y la impotencia, Lali susurró con furia:

La voy a descuartizar. Lo juro. La descuartizaré.

Incapaz de reprimir una sonrisa, Peter se sentó junto a Lali,
y comprendiéndolo todo, señaló:

No te preocupes, las abuelas son así.

Pero… pero tú has visto qué descaro. ¡Oh, Dios! —continuó
gruñendo Lali, hasta que Peter tomando con su mano la barbilla
de la mujer hizo que la mirase y dijo:

Siento todo esto, pero ya que estoy aquí, ¿por qué no
intentamos pasar una velada agradable?

Consciente de que él no había tenido nada que ver, suspiró y
asintió. Le gustara o no, reconocía que la presencia de Peter le
agradaba y, por lo que había visto, también a su abuela, a Conrad
y a Tony.

Tienes razón. —Y, nerviosa por su cercanía, pidió—. Venga,
ayúdame a levantarme. Te diré dónde tengo un jarrón para esas
pobres flores, que se están muriendo de sed.

Peter sonrió y al ayudarla para que se levantase, volvió a
oler el perfume que le había estado volviendo loco aquellos días.
Casi en volandas éste la llevó hasta la cocina, y allí ella le señaló
un jarrón. Mientras Peter lo llenaba de agua, ella se disculpó un
segundo y fue al baño, donde se horrorizó al verse reflejada en
el espejo despeinada y sin maquillaje. Pensó qué hacer, si cambiarse
de ropa o continuar con la misma, y tras reflexionarlo,
decidió continuar igual. Así, él no se haría ilusiones. Lo que sí
hizo fue cepillarse los dientes y peinarse, antes de regresar al
salón.

Estás guapísima —dijo Peter sujetándola por la cintura
para acompañarla hasta el sillón—. Estás mucho más guapa al
natural que cuando te pintas.

Gracias —sonrió agradecida. ¿A qué mujer no le gusta que
le digan cosas bonitas?

Al sentarse en el sillón, los dos se quedaron callados, sin
saber qué decir, al tiempo que en la televisión comenzaba la
película Vanilla Sky.

¿Has visto esa película? —preguntó Peter.

No. Siempre he querido verla, pero mi trabajo apenas me
permite ir al cine.

Yo tampoco la he visto. ¿Quieres que la veamos?

Aquello pareció una buena idea, y Lali, acomodándose en el
sillón, cogió el bol de palomitas y dijo:

¡Genial! Y encima, con palomitas.

Tirados en el sillón, junto al enorme bol de palomitas y las
latas de Coca-Cola que Peter sacó de la nevera, vieron la
película con tranquilidad. Sobre las diez, cuando el filme se
acabó, se levantaron y fueron a la cocina, donde sonrieron al ver
que Estela les había dejado preparada una riquísima y opípara
cena.

Vaya —dijo él sonriendo—, por lo que veo tu abuela piensa
como la mía. Una buena comida relaja al guerrero.

Lali asintió y sonrió al ver que incluso había metido una
botella de champán en el congelador.

Sí, esta mujer es increíble.

Comenzaron por el cóctel de gambas mientras hablaban
acerca de los problemas matrimoniales de Euge. Lali pudo comprobar
que ésta no le contaba toda la verdad ni a su hermano, ni
a sus padres, por lo que decidió no ser indiscreta y omitir ciertos
detalles. Tras el cóctel, siguió una deliciosa carne y, en ese
momento, la conversación entre ellos era ya fluida. Sin
embargo, ninguno de los dos comentó lo ocurrido noches atrás.

¿Y la bisabuela Sanuye? ¿Qué dijo cuando te vio llegar en
esas condiciones? —preguntó mirándole con una copa en la
mano, mientras se reía por lo que él contaba.

Pobrecita —sonrió Peter—. Fue hasta la casa de Pájaro
Azul, «Chimalis», y cogiéndole por la oreja le hizo prometer que
nunca más robaría, ni usaría la pipa de su abuelo Árbol Grande,
«Adoette», para fumar marihuana. Según ella, cada vez que lo
hacía, los espíritus de sus antepasados se revolvían de vergüenza.
Ni que decir tiene que «Chimalis» nunca más la volvió a
usar. Mi abuela es tremenda.

Sí, debe de serlo… —rió Lali.

En ese momento, sonó el móvil de Peter. Éste, disculpándose,
se levantó para contestar mientras miraba a través de la
ventana. Con fingida tranquilidad, Lali le observó, y cuando el
hombre cerró el móvil, le oyó maldecir y, tras mirarla, dijo:

Lo siento, pero tengo que regresar al hospital.

Contrariada por aquello, aunque intentando que no se le
notase, ella preguntó:

¿Qué ocurre?

Mientras él recogía su chaqueta y se pasaba la mano por el
pelo contestó:

Ha habido una colisión en cadena y, por lo visto, están
colapsadas las urgencias del hospital. —Sacando una tarjeta de
su cartera, añadió—: Toma, Lali. El otro día no te dejé una tarjeta
mía. Si necesitas algo, me puedes localizar en estos
teléfonos.

En ese momento se oyó la puerta de la calle.

Buenas noches, muchachos —saludó la abuela, y Lali
guardó la tarjeta—. ¿Qué tal la cena?

Peter la miró con una sonrisa cautivadora y, para agrado de
la mujer, señaló:

Tengo que felicitarla. Es usted una maravillosa cocinera.

Oh… gracias. —Y acercándose a él murmuró—: Pues verás
cuando pruebes mis costillas guisadas.

Eso le hizo sonreír con agrado. Lali intervino:

Muy rico todo abuela, pero ya hablaremos tú y yo.

La mujer la miró con gesto de no entender nada. En ese
momento, Peter dijo:

Bueno, me quedaría con vosotras más tiempo, pero me
tengo que ir.

¿Tan pronto? —preguntó Estela, al pensar que se iba
porque ella había llegado.

Le han llamado del hospital. Ha habido un accidente y
debe regresar —comunicó Lali.

Oh, Dios, qué horror —murmuró la mujer y, marchándose
a toda prisa a su habitación, añadió—: Que tengas buena noche,
hijo. Espero verte otro día por aquí. —Tras decir aquello, cerró
la puerta de su cuarto.
Al ver aquello, ambos se miraron, sonrieron y Lali suspiró.

Verdaderamente, iba para actriz.

Estoy seguro de que habría ganado muchos Oscar
bromeó él apoyado en la puerta mientras miraba a Lali, que
se había empeñado en levantarse para acompañarle hasta la
puerta.
Cuanto más la contemplaba, más guapa y deseable la veía
con aquel pijama de seda azul oscuro. Quería volver a verla,
pero no quería agobiarla. Optó por no decir nada.

Bueno, tengo que irme —bromeó él—. El deber me llama.

Muchas gracias por las flores y por tu compañía.

Aquella encerrona por parte de su abuela había sido una de
las mejores cosas que le había pasado en mucho tiempo. La
compañía de Peter le agradaba, y mucho.
Sintiéndose como un tonto al verse allí parado, decidió ponerse
en marcha y, mientras caminaba hacia el ascensor, Peter
se volvió y dijo:

No te olvides de ir al hospital dentro de tres días, por lo de
tu tobillo.

Ella sintió deseos de que la besara como había hecho noches
atrás pero, incapaz de decir nada, se limitó a apoyarse en su
muleta, mientras lo veía esperar el ascensor.

Te espera una noche ajetreada, ¿verdad?

Él asintió y retirándose el pelo de la cara apuntó:

Sí, será dura. Durante varias horas estaré metido en un
caos que en muchas ocasiones acaba trágicamente para algunas
personas. —Al ver que ella le miraba con el cejo fruncido,
intentó sonreír y añadió—: Aunque también la sonrisa de un
paciente o ver que has aliviado su dolor resulta reconfortante.
En fin, será una noche larga.

En ese momento se abrieron las puertas del ascensor. Los
dos se miraron, indecisos, y al final Peter se acercó a ella,
depositó un suave beso en sus labios y, volviendo con rapidez
hacia el ascensor, dijo:

Me ha encantado estar contigo.

Las puertas del ascensor se cerraron y Lali se quedó como
una tonta apoyada en la muleta y en la puerta, mientras sentía
aún el dulce beso de Peter. Un par de minutos después, cerró la
puerta de su casa y sus ojos miraron hacia la mesa donde
momentos antes Peter y ella habían cenado juntos, entre risas.
Cerró los ojos y, tras luchar contra ella misma, sacó la tarjeta
que éste le había dado y después de escribir «¿Cuándo volvemos
a ver una película?» en el móvil, le mandó el mensaje. Dos
segundos más tarde su móvil pitó y sonrió al leer: «Mañana,

pero esta vez las palomitas las llevo yo».

viernes, 17 de julio de 2015

OLVIDE OLVIDARTE: Capitulo 11

CAPITULO 11

Dos días después, Lali se encontraba convaleciente de la caída
mientras veía la televisión en su cama, con el pie sobre cojines,
cuando de pronto se abrió la puerta de su habitación y apareció
su abuela.

Voy a bajar a comprar algo al supermercado. Pero bueno,
Lali —la regañó la mujer mientras movía su dedo acusatorio
ante su nieta—. ¿Cómo puedes vivir con el frigorífico vacío?
Pero si ni siquiera tienes una pequeña despensa con cualquier
cosa fácil y rápida de hacer. Si se presenta una visita sorpresa,
¿qué haces?

Levantando el móvil y el teléfono que descansaban en la
mesilla, dijo:

Abuela, pues cojo esto, marco el número de comida a domicilio
y en veinte minutos tengo una cena perfecta para cualquier
visita sorpresa.

De verdad, hija, qué descontrol de vida lleváis las jóvenes
de hoy en día. No me extraña que esté bajando la natalidad en el
mundo —cuchicheó mientras cogía su bolso y se marchaba.
Cuando oyó que la puerta se cerraba, Lali se puso un cojín
en la cara y gritó. Adoraba a su abuela, pero en pocos días la
estaba volviendo loca. En ese momento le sonó el móvil. Era
Tony.

¿Cómo está mi enferma favorita?

Con su pésimo humor, ésta respondió:

A punto del infarto —intentó bromear incorporándose de
la cama.

Por inercia cogió el mando de la televisión, y comenzó a
cambiar canales.

¡Mira que te quejas, reina! —dijo al escucharla. La conocía
muy bien, y ese tono de voz tenso le indicó que estaba nerviosa.

¿Cómo llevas la boda de Roberta y Carlos? —preguntó
impaciente sin darle tiempo a responder—. ¿Llegaron los del
catering?

Sí.

¿Recogisteis el ramo?

Sí.

Los del cava ¿llevaron las cuatro cajas de más que les pedí
ayer?

Sí, reina —afirmó a la espera de que ella le dejara hablar.

Entonces, sólo me llamas para decirme que todo está
saliendo estupendamente. —Sonrió al saber que todo marchaba
según los cálculos.

Pues no. No era precisamente eso lo que te iba a contar.
Con una angustia que le oprimió el pecho, gritó:

¿Qué? ¿Qué dices? ¿Qué ha pasado?

Tras retirarse el auricular de la oreja para no quedarse
sordo, respondió:

Pues mira, reina. Todo ha llegado a su tiempo y perfecto.

¿Entonces? —gruñó sin entender nada.

Pues que el que no ha llegado a las doce ha sido el novio
dijo Tony cansado del agotador día que llevaba.

¿Cómo? —gritó ella sin creer lo que estaba oyendo—. ¿Carlos
no se ha presentado?

Pues no, no se presentó, y si te callas dos minutos te
cuento lo que ha pasado. —Ella se calló y Tony prosiguió—. Por
lo visto, ayer por la noche el novio asistió a una fiesta con sus
amigos y ahí se encontró con un viejo amor. Tras pasar la noche
con ella, esta mañana ha mandado un telegrama a Roberta
media hora antes de la boda pidiéndole disculpas por el daño
que le iba a causar, pero anulaba la boda. ¡Imagínate la que se
ha liado! Todo preparado en la casa de los padres de la novia,
los invitados la mitad en la iglesia y la otra mitad de camino y el
novio que decide que no se casa.

¡Pobre Roberta! —susurró Lali.

Nunca, en todos los años que llevaba en el negocio, había
ocurrido algo así. Había sufrido anulaciones pero nunca el
mismo día del enlace.

¿Cómo está ella?

Pues imagínate. Tuvimos que llamar a un médico, porque
le dio un ataque de ansiedad increíble. Ha sido horrible Lali,
horrible —respondió cerrando los ojos al recordarlo—. Ahora
está con su padre despidiendo a unos familiares. Por cierto,
Lali, el padre es un tío encantador. Hace un rato y sin que yo
mencionara nada, me dijo que no nos preocupáramos, que
nuestro trabajo nos lo pagaba de todos modos.
Destrozada por lo que estaba escuchando susurró, apenada
por Roberta:

¡Qué desastre, Tony! Por Dios, siento no haber estado ahí
para ayudaros.

Tranquila, esto hubiera ocurrido aunque tú hubieras
venido.
Reponiéndose del golpe recibido, Lali comentó:

Me imagino que habrás hablado con los del cava, el catering,
etcétera.

Solucionado, jefa. Hablé con los fotógrafos y con los músicos
y les prometí pagarles un veinte por ciento de lo pactado y
aceptaron. Sobre el vestido de novia ya sabemos que se da el
dinero por perdido. La empresa de catering me ha dicho que me
llamará y me dirá una cantidad, que rondará sobre el cuarenta
por ciento de lo encargado. Referente a los anillos, no he
querido preguntar. Creo que Roberta hablará con nosotros dentro
de unos días y nos dirá qué desea hacer con ellos.

¡Qué desastre, Tony! —volvió a repetir mientras le
escuchaba.
Sobre la devolución de los regalos, ya está Domenica
repasando la lista y preparando las tarjetas para pedir disculpas
por las molestias ocasionadas. Mañana podremos empezar a
devolverlos.

Me alegra ver que lo tienes todo controlado. Buen trabajo,
Tony.

Gracias, jefa —suspiró resignado—. Cuando cuelgue el teléfono,
iré a despedirme de Roberta y su padre. Necesito un baño
relajante en el hotel.

No me extraña —asintió ésta—. Menudo papelón. Oye,
¿podría hablar con Roberta un momento? ¿Crees que se querrá
poner?

Tony miró hacia donde estaba la muchacha con su padre y
dijo.

Espera, la tengo cerca, se lo preguntaré. —A través del teléfono
Lali oyó a Tony hablar con ella y en dos segundos pudo
percibir su débil voz.

Hola, Lali.

Roberta, lo siento —dijo odiando a todos los hombres por
mentirosos e insensibles—. Lo siento de todo corazón. No
entiendo cómo ha podido hacerte esto.

Yo tampoco —susurró la muchacha moqueando—. Sólo
espero que me lo explique algún día.

Seguro que sí —dijo intentando ser positiva—. Sólo quería
decirte que aquí me tienes para lo que necesites y, personalmente
te aconsejo que te apoyes en tu familia y tus amigos.
Entre todos intentaremos ayudarte.

¡Lo haré! —asintió la muchacha y Lali prosiguió:

Ahora tienes que ser fuerte, y sé que será difícil entender lo
que te voy a decir, pero sal a divertirte con tus amigos, eso
siempre será mejor que encerrarte en casa y enfermar de pena.

Gracias por tus palabras —susurró Roberta, agradecida
por el detalle—. Te llamaré dentro de unos días. Gracias, Lali.
Y tras aquello le pasó el teléfono a Tony, que había estado a
su lado, junto al padre de Roberta, para animarla.

Escucha, Lali. Mañana pasaremos a verte Conrad y yo.
Estate tranquila, ¿vale?

De acuerdo —se despidió—. Un beso y hasta mañana.
Al colgar el teléfono, se quedó pensativa, pero rápidamente
le sonó el móvil. Era Euge.

¿Cómo está mi chica?

En este momento, fatal. No me puedo mover de la cama.
Mi abuela me está cebando como a un pollo y Tony me acaba de
llamar para decirme que la boda que habíamos preparado para
hoy se ha suspendido porque el novio no se ha presentado.

Pero qué hijo de su madre y qué cerdo —chilló Euge al otro
lado del teléfono—. Pobre chica, qué situación más embarazosa.

Pues sí —afirmó Lali—. Un cerdo, por no decir algo peor,
en toda regla.

Bueno, bueno, ahora olvida eso —prosiguió Euge—. ¿Qué
te ha pasado en la pierna? Peter me ha dicho que te habían
tirado por las escaleras del hospital.

Ya veo que las noticias vuelan —gruñó al oír el nombre de
Peter, aunque sabía por su abuela que había llamado un par de
veces para ver cómo estaba—. Pues sí, unos chicos me empujaron
y rodé escaleras abajo.

Menos mal que sólo tienes un esguince y un cardenal en el
culo.

Incrédula al oír aquello, Lali gritó.

¿También te ha contado dónde tengo los moratones?
Euge sonrió y dijo:

Mujer, es mi hermano y tú eres mi amiga. Es normal que
me lo cuente todo, todito, todo.

¿Todo? —gritó al interpretar sus palabras—. Tu hermano
es un idiota, además de un creído que se imagina que cuando
besa a cualquier mujer ésta tiene que caer a sus pies.

Euge, al oír semejante comentario, que Peter no le había
contado, exclamó.

¿Que mi hermano te ha besado?

Al notar Lali la risa de su amiga y darse cuenta de cómo
había caído en la trampa, gruñó.

Pues ¿no dices que te lo cuenta todo? Eres una lianta y una
tramposa tremenda.

La risa de Euge se le contagió.
Ya lo sé, y por eso me quieres. En serio ¿te besó mi
hermano?

Sí, pero fue un beso sin importancia.

Vaya —susurró Euge, desilusionada—. Siento que no te
gustara.

Yo no he dicho que no me gustara —repusa Lali, pero al
ver que había caído en la trampa de su amiga una vez más,
bromeó—. Mira, cherokee, vete a paseo.

Oh, Dios, Lali. Si al final serás mi cuñada y todo.
Poniendo los ojos en blanco, Lali se echó hacia atrás en la
cama y dijo.

No digas tonterías. —Y al oír el llanto de un bebé preguntó—:
¿Cómo está el pequeño Nico?

Ege cogió en brazos a su hijo de nueve meses, que al sentirse
atendido dejó de llorar.

Oh, bien, ya sabes, mocos y cosas de bebés.

¿Y las pequeñas locas? —Sonrió Lali al pensar en las
gemelas.

En el colegio. Esta tarde representan una obra de teatro en
la que van vestidas de tomate y pepinillo.

Y… ¿Nico?

Al oír su nombre, Euge cambió su tono de voz y dijo:

Uff… Como siempre, nada nuevo.

¿Habéis hablado?

Sí, pero no sirve de nada. Creo que la decisión la voy a
tomar yo.

Al escuchar aquello, suspiró. La decisión era la separación.

Euge, ¿estás segura?

Me temo que sí —respondió con tranquilidad y cambiando
de tema preguntó—. ¿Está tu abuela ahí contigo?

No —resopló—. Ahora está comprando medio supermercado.
Dice que no tengo comida en casa, pero por más que le
explico que entre semana no como aquí, y que por la noche, con

cualquier cosa me apaño, no hay quien le haga entender que no
necesito tener la despensa llena.

Es normal, Lali, tómatelo con tranquilidad. Necesitas a
alguien que esté contigo ahí y Estela lo hace estupendamente,
seguro.

Pero si estoy encantada —sonrió al pensar en su abuela—.
Me cuida, me mima, me besuquea, pero es muy pesada en lo
referente a la comida.

En ese momento, oyó la puerta de entrada abrirse. Un
segundo después, su abuela entró en el dormitorio con dos
impresionantes bolsas llenas de comida.

Hola, abuela, estoy hablando con Euge. ¿Quieres
saludarla?

Dos segundos más tarde su abuela, colgada al teléfono, hablaba
con su amiga mientras ella miraba dentro de las dos bolsas
de comida. Su abuela había comprado leche, fruta, lechuga,
queso y carne. Pero lo que más le gustó fue ver un paquete de
donuts, que rápidamente abrió y comió mientras oía a su abuela
despedirse.

Tu abuela es un encanto —dijo Euge tras hablar con ella.

La verdad es que es un cielo. Por cierto, hablé con Cande
ayer.

¿Qué tal le fue en México?

Estupendamente. Me dijo que te llamaría hoy o mañana.
Pensar en Cande le hacía sonreír. Trabajaba para una
cadena privada de Toronto y viajaba por el país entrevistando a
personajes famosos y haciendo diversos reportajes. Cande era
bastante conocida en Canadá, gracias a sus controvertidas
entrevistas.

¿Sigue con Javier Serigan?

Eso es agua pasada —respondió Lali mientras atacaba otro
donut—. Ahora está con un jugador de hockey o algo así, un tal
Marlon.

Qué pena, con lo mono que era Serigan.
Ambas sonrieron.

No te preocupes, creo que Marlon también lo es —aclaró
Lali.

La verdad es que me encanta presumir de amiga, y sobre
todo de novio de amiga —dijo Euge con malicia. En ese
momento el pequeño Nico comenzó a llorar.

Lali, te llamaré en otro momento. Un beso y que te
mejores.

Cuando colgó el teléfono, volvió a coger el mando, y justo
cuando empezaba a interesarse por un programa que había
sobre decoración, volvió a sonar el móvil. Al mirar y ver que
ponía número privado decidió no contestar. Tras varios timbrazos,
el móvil paró. Dos segundos después, sonaba el teléfono
de casa. Desde su habitación oyó reír a su abuela y, de nuevo, se

concentró en la televisión.

Continuará....