lunes, 20 de julio de 2015

OLVIDE OLVIDARTE: Capitulo 12


CAPITULO 12

Lo prometido era deuda y al día siguiente, su compañero Tony,
junto a Conrad, fue a visitarla. Tony sabía lo mucho que a Lali
le gustaban las palomitas y el helado de vainilla con nueces de
macadamia, así que decidió llevarle un tarro enorme, junto a un
cubo de palomitas. Y allí estaban los tres, tirados en el sillón del
salón de Lali tomando helado, mientras veían un programa de
televisión y Estela preparaba algo para cenar. A las ocho de la
tarde sonó el timbre del portero automático. Estela abrió y
pocos minutos después un guapísimo Peter aparecía con una
encantadora sonrisa, dejando a Conrad, Tony y Lali sin saber
qué decir. Estela, al ver la cara de desconcierto de su nieta,
comentó con alegría.

Pero bueno. ¡Qué ilusión! Ha venido a verte el doctor
Thorton.

«Abuela…, lo tuyo es muy fuerte», pensó Lali mirándola con
enfado.

Hola, soy Peter —saludó éste al ver cómo los demás le
miraban y Lali no hacía nada por presentarle.

Tony, que se había quedado de piedra al ver aparecer a aquel
tipo tan atractivo con el ramo de flores, reaccionó rápidamente
y levantándose le saludó.

Encantado, Peter. Soy Tony, amigo y compañero de trabajo
de Lali, y él es mi novio Conrad.

Éste, al ver cómo Tony le hacía una señal, se levantó y le
saludó, mientras Lali seguía mirándoles sin decir nada.

Pues digo yo —dijo la anciana acercándose a Tony y a su
novio— que como voy a ir a ver a mi hija Samantha, quizá os
pille de paso dejarme en su casa.
«No me hagáis esto», pensó Lali, incapaz de decir ni una
sola palabra.
Tony y Conrad, divertidos por los aspavientos que la mujer
hacía, la entendieron rápidamente y, a pesar de que Tony miró a
Lali y ésta negó con la cabeza, Conrad cogió de la mano a su
novio y dando un tirón de él dijo:

Sí, por supuesto Estela, nosotros te llevamos.

«Esto es increíble», pensó Lali al ver la jugada de su abuela,
mientras Peter, incrédulo, les miraba sin entender nada.

¿Dónde dices que vas, abuela? —preguntó lali con ojos de
querer asesinarla.

Pues a ver a mi hija y a su pequeñita —respondió Estela
con tranquilidad.

Y tras coger su bolso y empujar a Tony hacia la puerta, para
desconcierto de los que se quedaban en la casa, aclaró:

Ah, perdona, cariño, se me había olvidado decirte que
invité a Peter. Uff, esta cabeza mía cada día está peor —dijo
Estela para sorpresa de todos. Luego, mirando a Peter, preguntó—:
No te importa cenar solo con mi nieta, ¿verdad?

Ahora lo entendía todo y, tratando de no soltar una carcajada,
dijo mirando a la mujer:

No se preocupe. Estoy seguro de que su nieta es una
excelente compañía.

Lali miró a su amigo Tony implorando su ayuda, pero éste,
tras sonreír y hacer un gesto de aprobación, ni se movió.

Peter, podrías quedarte aquí hasta que yo vuelva de mi
visita —volvió a atacar la anciana.

Lali no pudo más y gruñó.

¡Pero abuela, por Dios!

No pudo continuar. Peter, plantándose entre las dos, dijo
mirando a la anciana:

No se preocupe. Me quedaré aquí hasta que usted regrese.

Pues no se hable más. —Y cogiendo del brazo a dos divertidos
Tony y Conrad, se despidió—. Me llevan estos hombretones.
Tenéis la cena en la cocina, sólo hay que calentarla. Hasta
luego.

Y dicho esto, cerró la puerta mientras Lali se tapaba la cara
con un cojín del sofá y chillaba. Peter, sorprendido, por aquel
gesto, la miró, pero al final tuvo que taparse la boca para no
reírse delante de ella.

Lo siento, Lali. He intuido que ha sido todo una encerrona
dijo Peter aún de pie con el ramo de flores en la mano.
Verde por la rabia y la impotencia, Lali susurró con furia:

La voy a descuartizar. Lo juro. La descuartizaré.

Incapaz de reprimir una sonrisa, Peter se sentó junto a Lali,
y comprendiéndolo todo, señaló:

No te preocupes, las abuelas son así.

Pero… pero tú has visto qué descaro. ¡Oh, Dios! —continuó
gruñendo Lali, hasta que Peter tomando con su mano la barbilla
de la mujer hizo que la mirase y dijo:

Siento todo esto, pero ya que estoy aquí, ¿por qué no
intentamos pasar una velada agradable?

Consciente de que él no había tenido nada que ver, suspiró y
asintió. Le gustara o no, reconocía que la presencia de Peter le
agradaba y, por lo que había visto, también a su abuela, a Conrad
y a Tony.

Tienes razón. —Y, nerviosa por su cercanía, pidió—. Venga,
ayúdame a levantarme. Te diré dónde tengo un jarrón para esas
pobres flores, que se están muriendo de sed.

Peter sonrió y al ayudarla para que se levantase, volvió a
oler el perfume que le había estado volviendo loco aquellos días.
Casi en volandas éste la llevó hasta la cocina, y allí ella le señaló
un jarrón. Mientras Peter lo llenaba de agua, ella se disculpó un
segundo y fue al baño, donde se horrorizó al verse reflejada en
el espejo despeinada y sin maquillaje. Pensó qué hacer, si cambiarse
de ropa o continuar con la misma, y tras reflexionarlo,
decidió continuar igual. Así, él no se haría ilusiones. Lo que sí
hizo fue cepillarse los dientes y peinarse, antes de regresar al
salón.

Estás guapísima —dijo Peter sujetándola por la cintura
para acompañarla hasta el sillón—. Estás mucho más guapa al
natural que cuando te pintas.

Gracias —sonrió agradecida. ¿A qué mujer no le gusta que
le digan cosas bonitas?

Al sentarse en el sillón, los dos se quedaron callados, sin
saber qué decir, al tiempo que en la televisión comenzaba la
película Vanilla Sky.

¿Has visto esa película? —preguntó Peter.

No. Siempre he querido verla, pero mi trabajo apenas me
permite ir al cine.

Yo tampoco la he visto. ¿Quieres que la veamos?

Aquello pareció una buena idea, y Lali, acomodándose en el
sillón, cogió el bol de palomitas y dijo:

¡Genial! Y encima, con palomitas.

Tirados en el sillón, junto al enorme bol de palomitas y las
latas de Coca-Cola que Peter sacó de la nevera, vieron la
película con tranquilidad. Sobre las diez, cuando el filme se
acabó, se levantaron y fueron a la cocina, donde sonrieron al ver
que Estela les había dejado preparada una riquísima y opípara
cena.

Vaya —dijo él sonriendo—, por lo que veo tu abuela piensa
como la mía. Una buena comida relaja al guerrero.

Lali asintió y sonrió al ver que incluso había metido una
botella de champán en el congelador.

Sí, esta mujer es increíble.

Comenzaron por el cóctel de gambas mientras hablaban
acerca de los problemas matrimoniales de Euge. Lali pudo comprobar
que ésta no le contaba toda la verdad ni a su hermano, ni
a sus padres, por lo que decidió no ser indiscreta y omitir ciertos
detalles. Tras el cóctel, siguió una deliciosa carne y, en ese
momento, la conversación entre ellos era ya fluida. Sin
embargo, ninguno de los dos comentó lo ocurrido noches atrás.

¿Y la bisabuela Sanuye? ¿Qué dijo cuando te vio llegar en
esas condiciones? —preguntó mirándole con una copa en la
mano, mientras se reía por lo que él contaba.

Pobrecita —sonrió Peter—. Fue hasta la casa de Pájaro
Azul, «Chimalis», y cogiéndole por la oreja le hizo prometer que
nunca más robaría, ni usaría la pipa de su abuelo Árbol Grande,
«Adoette», para fumar marihuana. Según ella, cada vez que lo
hacía, los espíritus de sus antepasados se revolvían de vergüenza.
Ni que decir tiene que «Chimalis» nunca más la volvió a
usar. Mi abuela es tremenda.

Sí, debe de serlo… —rió Lali.

En ese momento, sonó el móvil de Peter. Éste, disculpándose,
se levantó para contestar mientras miraba a través de la
ventana. Con fingida tranquilidad, Lali le observó, y cuando el
hombre cerró el móvil, le oyó maldecir y, tras mirarla, dijo:

Lo siento, pero tengo que regresar al hospital.

Contrariada por aquello, aunque intentando que no se le
notase, ella preguntó:

¿Qué ocurre?

Mientras él recogía su chaqueta y se pasaba la mano por el
pelo contestó:

Ha habido una colisión en cadena y, por lo visto, están
colapsadas las urgencias del hospital. —Sacando una tarjeta de
su cartera, añadió—: Toma, Lali. El otro día no te dejé una tarjeta
mía. Si necesitas algo, me puedes localizar en estos
teléfonos.

En ese momento se oyó la puerta de la calle.

Buenas noches, muchachos —saludó la abuela, y Lali
guardó la tarjeta—. ¿Qué tal la cena?

Peter la miró con una sonrisa cautivadora y, para agrado de
la mujer, señaló:

Tengo que felicitarla. Es usted una maravillosa cocinera.

Oh… gracias. —Y acercándose a él murmuró—: Pues verás
cuando pruebes mis costillas guisadas.

Eso le hizo sonreír con agrado. Lali intervino:

Muy rico todo abuela, pero ya hablaremos tú y yo.

La mujer la miró con gesto de no entender nada. En ese
momento, Peter dijo:

Bueno, me quedaría con vosotras más tiempo, pero me
tengo que ir.

¿Tan pronto? —preguntó Estela, al pensar que se iba
porque ella había llegado.

Le han llamado del hospital. Ha habido un accidente y
debe regresar —comunicó Lali.

Oh, Dios, qué horror —murmuró la mujer y, marchándose
a toda prisa a su habitación, añadió—: Que tengas buena noche,
hijo. Espero verte otro día por aquí. —Tras decir aquello, cerró
la puerta de su cuarto.
Al ver aquello, ambos se miraron, sonrieron y Lali suspiró.

Verdaderamente, iba para actriz.

Estoy seguro de que habría ganado muchos Oscar
bromeó él apoyado en la puerta mientras miraba a Lali, que
se había empeñado en levantarse para acompañarle hasta la
puerta.
Cuanto más la contemplaba, más guapa y deseable la veía
con aquel pijama de seda azul oscuro. Quería volver a verla,
pero no quería agobiarla. Optó por no decir nada.

Bueno, tengo que irme —bromeó él—. El deber me llama.

Muchas gracias por las flores y por tu compañía.

Aquella encerrona por parte de su abuela había sido una de
las mejores cosas que le había pasado en mucho tiempo. La
compañía de Peter le agradaba, y mucho.
Sintiéndose como un tonto al verse allí parado, decidió ponerse
en marcha y, mientras caminaba hacia el ascensor, Peter
se volvió y dijo:

No te olvides de ir al hospital dentro de tres días, por lo de
tu tobillo.

Ella sintió deseos de que la besara como había hecho noches
atrás pero, incapaz de decir nada, se limitó a apoyarse en su
muleta, mientras lo veía esperar el ascensor.

Te espera una noche ajetreada, ¿verdad?

Él asintió y retirándose el pelo de la cara apuntó:

Sí, será dura. Durante varias horas estaré metido en un
caos que en muchas ocasiones acaba trágicamente para algunas
personas. —Al ver que ella le miraba con el cejo fruncido,
intentó sonreír y añadió—: Aunque también la sonrisa de un
paciente o ver que has aliviado su dolor resulta reconfortante.
En fin, será una noche larga.

En ese momento se abrieron las puertas del ascensor. Los
dos se miraron, indecisos, y al final Peter se acercó a ella,
depositó un suave beso en sus labios y, volviendo con rapidez
hacia el ascensor, dijo:

Me ha encantado estar contigo.

Las puertas del ascensor se cerraron y Lali se quedó como
una tonta apoyada en la muleta y en la puerta, mientras sentía
aún el dulce beso de Peter. Un par de minutos después, cerró la
puerta de su casa y sus ojos miraron hacia la mesa donde
momentos antes Peter y ella habían cenado juntos, entre risas.
Cerró los ojos y, tras luchar contra ella misma, sacó la tarjeta
que éste le había dado y después de escribir «¿Cuándo volvemos
a ver una película?» en el móvil, le mandó el mensaje. Dos
segundos más tarde su móvil pitó y sonrió al leer: «Mañana,

pero esta vez las palomitas las llevo yo».

5 comentarios: