viernes, 8 de septiembre de 2017

OLVIDE OLVIDARTE: CAPITULO 24

Holaaa. Que tal??
Ya se.. Me quieren matar!!
Pero quiero que sepan que ya solucione los problemas que tenia para subir los capítulos.
Los subire aquí en el blog porq a la mayoria os viene mejor q leerlo en wattpad.
LOS CAPITULOS LOS SUBIRE CN EL MOVIL ASI Q SI HAY FALTAS SEPAN ENTENDER.
GRACIAS POR EL AGUANTE
@lalitter08
___________________________________

A la mañana siguiente, Sanuye y rochi se levantaron muy pronto.

—¿Sabes, muchachita, que levantarse cuando el día despierta te bendice para toda la jornada?—comentó Sanuye observando los colores azulados y rojos del cielo.

—Más que por bendición, es una costumbre. No suelo dormir mucho —respondió rochi —. ¡Qué bonito amanecer! Nunca había visto nada igual.

—Los amaneceres aquí en Oklahoma son maravillosos. ¿Ves aquellas nubes enrojecidas encima de las montañas? —preguntó la anciana—. Mi madre me contaba de pequeña que aquellas nubecillas eran los ancestros de la familia, que acudían para contemplar junto a nosotros el amanecer y así nos bendecían.

—Qué cosas más curiosas me cuentas, Sanuye —susurró rochi con cariño.
La mujer, divertida por cómo hablaba aquella muchacha, preguntó tras admirar su corto cabello oscuro y sus profundos ojos negros.

—¿En serio que no tienes ningún familiar indio?

 Rochi sonrió mientras gesticulaba.

—Ya sé que soy muy morena pero eso se lo debo a la familia de mi padre —comentó entre risas—. En España no todos son rubios como la madre de peter , Cecilia. Los españoles solemos ser de piel morena, y más en una familia como la mía en que todos somos andaluces.

—¿Los andaluces son una tribu?

—Más o menos —respondió rochi con una sonrisa.

—¿Es bonita España?

—Maravillosa. —Suspiró la muchacha al acordarse de su familia, de los olores de su casa los sábados, cuando su madre hacía la comida—. España es un lugar estupendo para vivir. No descarto que algún día regrese allí. Aquí en Estados Unidos no me ata nada ni nadie.

—Toma esto —dijo Sanuye dándole un café solo en un pequeño vaso.

—Vaya, lo siento. Yo lo prefiero con leche —dijo mirándola.

La mujer la miró a los ojos

. —Da tres tragos. Es para intentar aclarar tu futuro —dijo.

Aquello le pareció divertido, por lo que rochi decidió hacerle caso. Dio tres sorbos.

—Ozú… No me diga que sabe usted leer los posos del café como mi tía Eulalia —preguntó ésta devolviéndoselo.

La mujer asintió, y tomando la taza dijo:

—Veo que tienes una familia muy numerosa, pero te falta afecto en tu corazón.

—Ozú… Lleva usted toda la razón —bromeó rochi —. Aunque, sinceramente, vivo muy bien y muy tranquila en mi situación. La que se preocupa es mi madre. ¡Oh, Dios, mi madre! Yo, en cambio, estoy muy tranquila. No busco nada y si alguna vez aparece mi superhéroe, pues me encontrará.

—Veo algo caliente —dijo la anciana cerrando los ojos, y abriéndolos para clavarlos en ella, indicó—. Un amor. Un amor valiente. Un amor que aparecerá con el fuego y que te hará muy dichosa.

—¡Perfecto! —siguió la broma rochi —. Eso quiere decir que quizá esta noche puede que encuentre al hombre de mis sueños en alguna de las hogueras. Vaya… ¡Qué bien!

Sanuye sonrió al escuchar a aquella alocada muchacha. Al ver que se reía se levantó y continuó preparando el desayuno. Poco a poco todos fueron haciendo lo mismo. Rochi les contó lo que la anciana le había relatado: que veía un amor valiente, un amor que aparecería con el fuego. A todas les pareció muy divertido. Por la tarde comenzaron de nuevo las danzas. Asistieron ensimismadas a una tradicional llamada la «danza de la gamuza», en la que las mujeres, con sus tradicionales vestidos de flecos confeccionados en gamuza, bailaban lentamente al compás de la música. Luego vieron a otro grupo representar la «danza de los hombres», que vestidos para la ocasión con pieles o plumas recreaban la estampa de una cacería. Aunque la más espectacular de todas fue la «danza de la fantasía de los hombres». En ella se percibía la fiereza de sus movimientos, que parecían salvajes. Sin embargo, lo más espectacular de todo fue cómo acabó aquella envolvente pieza, en la que todo era calor. Terminó con un último golpe de tambor que provocó que todos los participantes se quedaran quietos como estatuas.

 —Uff… ¡Por Dios! Me estoy dando cuenta de que me gustan los hombres con el pelo largo y no corto y engominado, como los ejecutivos que estoy acostumbrada a tratar —señaló rochi tras mirar a varios.

Elsa sonrió y miró el bonito pelo de peter, que le llegaba por los hombros.

—Hoy en día el llevar el pelo largo es para nosotros un símbolo de orgullo indio —comentó peter mientras la miraba.

—¿En serio? Pues yo siempre había pensado que era algo hippie, incluso moderno —comentó rochi .

Peter , tras ver como lali le miraba, la besó en los labios con rapidez y añadió:

—Puede que lo sea para mucha gente, pero para mí y para los integrantes de la comunidad el significado es el orgullo indio.

 —Muy indio me estás saliendo tú, ehhh —bromeó lali besándole en los labios, mientras le pasaba la mano por el cabello haciéndole sonreír.

 —Hola, Peter —dijo la voz de una mujer a sus espaldas.

Rochi y lali se volvieron para mirar a aquella enigmática morena, que ataviada con ropa india, estaba tras ellos.

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó peter, incrédulo.

 ¿Qué hacía Belén, su ex, allí?

 —He venido al Pow Pow —dijo ella acercándosele para darle un beso que peterno agradeció—. Creo que ésta es una fiesta abierta a todo el mundo.

—Por supuesto —asintió él con una mirada dura.

Tras observar durante un segundo a lali , y pedirle con la mirada que no se moviera, cogió del brazo a Belén y se la llevó aparte.

 —¿Quién será esa víbora? —preguntó rochi.

Lali no lo sabía. Sólo se movió cuando su amiga la tomó del brazo. Al poco se detuvo al ver que aquella mujer intentaba abrazar a Peter . Sin embargo éste se deshizo con brusquedad de su abrazo.

 —Es su ex, Belén. Y la verdad, no sé qué hace aquí —dijo euge acercándose a ellas junto a su bisabuela.
 Habían dejado a los niños en la guardería del Pow Pow.

—Lo único que nos traerá esa terrible mujer serán problemas —dijo la anciana, y cogiendo a lali y rochi del brazo dijo—: Vayamos a ver los quioscos. Allí podremos encontrar algo de comida.
Lali no se quería mover, pero ninguna le permitió seguir observando a Peter mientras discutía con aquella atractiva mujer. Sin protestar, se dirigió hacia los remolques que ofrecían todo tipo de recuerdos y comida. Rochi compró unas cuentas de colores y una pipa de la paz para su padre. Mientras, lali seguía observando con disimulo a Peter, que en ese momento estaba solo, apoyado sobre un árbol y muy pensativo. Lali, escapando del control de las mujeres, fue hasta él.

—¿Estás bien? —le preguntó. Al verla, intentó sonreír. Sabía que lali necesitaba una explicación.

—Sí, cariño —dijo mirándola a los ojos—. Era Belén. No sé por qué tiene que aparecer ahora por aquí. Odiaba venir al Pow Pow. Por lo visto, ha roto con el tío con el que estaba y, de pronto, se ha dado cuenta de lo mucho que me quiere —dijo escupiendo las palabras mientras con sus ojos escudriñaba a su ex, que había ido allí con un grupo de amigos.
Lali quiso salir corriendo al escuchar aquello, pero, respirando primero, preguntó al ver cómo él no le quitaba ojo a la atractiva morena vestida de india.

 —¿Qué piensas hacer?

 —¿Cómo? —preguntó él, desconcertado—. ¿Por qué dices eso?

Clavando sus ojos marrones en él, apostilló:

 —Quizá porque te noto indeciso. Peter dejó que el enfado se reflejara en su cara.

—¡No digas tonterías, por favor lali! —gruñó.

—No estoy diciendo tonterías. Te miro y veo que no sabes qué hacer. ¿Sientes algo por ella todavía?

—Lali , por favor. No me agobies tú también —dijo levantando la voz más de la cuenta. No podía creerse lo que acababa de oír.

—¡A mí no mechilles! —gritó ella con los ojos encendidos en llamas, sin darse cuenta de que sus amigas y Sanuye, que les observaban, parecían no creerse lo que veían.

 Peter la miró y maldijo el desconcierto que veía crecer por momentos en los ojos de Lali. Intentó cogerla del brazo pero ella se deshizo de él con rapidez.

 —Discúlpame si te he gritado, cariño. —Dando un paso hacia ella, le susurró—: Perdóname, por favor.

Lali y peter se miraron unos segundos y, sin necesidad de decir nada más, se abrazaron y besaron. Belén, no muy lejos de allí, les observaba con odio.

Continuará.....


miércoles, 5 de octubre de 2016

Apareciii

Hola!!!!!!!!!!!

Para los que no saben,les cuento que estuve ausente tanto tiempo porque no podia entrar en mi cuenta.No me acordaba con el cuenta lo habia echo.Pero hoy POR FIN pude iniciar sesion.

En cuanto a la novela,les cuento que LA VOY A PUBLICAR HASTA EL FINAL.
La única duda que tengo es si quereis que la siga subiendo aqui o en wattpad

Avisenme comentando aqui, en mi twitter ( @lalitter08 ) o incluso en mi correo ( lalitter08@gmail.com )

Besos 😘

jueves, 26 de noviembre de 2015

OLVIDE OLVIDART: Capitulo 23


CAPITULO  23

El corto viaje hasta la casa de la bisabuela Sanuye en las afueras
de Tulsa estuvo lleno de sorpresas. El pequeño nico vomitó
encima de los pantalones de Rocío, que a punto estuvo de hacer
lo mismo al oler lo que a su sobrino le había salido por la boca.
Tuvieron que parar para limpiarse todos, momento en el que
pasó una gran manada de reses guiadas por vaqueros. Todos
quedaron impresionados, en especial las niñas, que sólo habían
visto animales en el zoológico. Peter abrazó a Lali. Estaba feliz.
Adoraba aquella tierra y nunca había faltado al Pow Pow anual
de Tulsa. Sabía cuánto significaba para Sanuye su presencia.
Para ella aquello era parte de su raza, de su historia y de su vida.
Tiempo atrás acudía allí muchos fines de semana para despejarse
de su trabajo en el hospital, del ruido de la ciudad y de los
antiguos problemas con su ex, Belén. Peter había volado hasta
Tulsa para estar con Sanuye, que con su voz y su tranquilidad le
daba paz y sosiego.
Mientras Peter conducía les iba explicando que Oklahoma
era una ciudad moderna y sin grandes atascos. Les habló del
Penn Square Mall, el barrio más elegante y lujoso de la localidad,
y Rocío, divertida, comentó que si Mery viviera en
Oklahoma, sin duda alguna lo elegiría. Eso hizo reír a todo el
mundo. Cuando llegaban a un conjunto de casas de madera,
Peter tocó el claxon del minibus. Con rapidez, apareció una
mujer que, levantando, la mano les saludó.
Cuando él detuvo el minibús, bajó de un salto y, tras cuatro
zancadas, llegó hasta donde estaba la mujer. Ambos se abrazaron
y se dijeron algo que nadie entendió. Euge, al igual que su
hermano, corrió para abrazar a la anciana, que besándole el
cabello y agarrándole la cara lloró emocionada. Llevaban unos
seis años sin verse. La última vez que Euge acudió a un Pow
Pow, las gemelas tenían dos años y ahora tenían ocho. Julia y
Susan, sus pequeñas, no se separaron de la bisabuela en cuanto
ésta les sonrió.

Abuela, te presento a Lali y Rocío —dijo Peter
señalándolas.

La mujer clavó su mirada en ellas y sonrió.

Encantada —susurró Lali a la mujer de rostro ajado.
Rocío, ilusionada por estar allí, le dio dos besos con rapidez
y dijo:

Muchísimas gracias por invitarnos. Tiene usted una casa
preciosa.

Sois bien recibidas en mi hogar. Los amigos de mi familia
son mis amigos —respondió Sanuye con una encantadora sonrisa.

Al ver cómo su nieto miraba a Lali, se fijó en ella y comprendió
que aquella muchacha era la responsable de robarle
horas de sueño a Peter.
Entraron en la casa de madera, donde había cuatro habitaciones.
Euge y los niños ocuparon una, Rocío y Lali otra,
Peter una tercera y Sanuye la suya.

¡Qué pasada, Lali! —comentó Rocío mientras sacaba
algunas ropas de la maleta para colgarlas en el pequeño
armario—. ¡Hemos conocido a Sanuye! ¿Has visto su cara? Es
una india como las que hemos visto toda la vida en las películas
de John Wayne. ¿Y su pelo? —continuó excitada—. ¡Qué trenzas
tan largas!

¡Cierra el pico! —la reprendió Lali nerviosa—. Te va a oír.
Un par de horas después, varios vecinos de Sanuye se acercaron
hasta la casa para dar la bienvenida a los familiares de su
vecina. A partir de aquel momento, Euge pasó a ser Amitola y
Peter Amadahy.
Amadahy era muy conocido en aquella pequeña comunidad.
Nunca había faltado a los Pow Pow y solía participar con sus
amigos. Uno de ellos era Chimalis, un profesor de sociología que
vivía en Tulsa, que al verle le abrazó. Llevaban unos meses sin
verse.

Gracias por asistir al Pow Pow —susurró Sanuye a Lali.

Gracias a usted por invitarnos —respondió ella mirándola
con afecto.

Amadahy —dijo Sanuye mirando a su nieto, que reía con
unos hombres— es un chico muy querido en estas tierras, al
igual que Chimalis, Abeytu o Sush. A todos les gusta participar
en los Pow Pow. Para ellos y para los más ancianos de la tribu
representa el pasado de su cultura.

Peter —murmuró Lali, pero luego corrigió—, Amadahy
me ha contado muchas cosas sobre las tradiciones y la vida de
las tribus, y tengo que reconocer que cuando habla de ello se le
iluminan los ojos.

La anciana sonrió y volvió a mirar con orgullo a su guapo
nieto.

Amadahy es uno de los nuestros. Sólo hay que mirarle para
darse cuenta de que el tiempo ha pasado, muchas lunas y
muchos soles han nacido y muerto en estos años, pero el
espíritu de mi marido Awi Ni’ta está vivo en él. —Lali sonrió al
escucharla y vio cómo la anciana miraba a Euge—. Mi nieta es
una estupenda mujer india. Sus genes le hicieron formar pronto
una gran familia, pero su madre, la joven Cecilia, nunca le permitió
pasar noches de luna aquí conmigo. Siempre temió que
los indios —rió al decir esta palabra— le hiciéramos algo.

No disculpo a Cecilia —comentó Lali mirándola—. Pero
tiene usted que comprender que las costumbres que se viven en
España nada tienen que ver con las que ustedes tienen aquí.

Aquí hubiera aprendido cosas que vuestra civilización
nunca le hubiera podido enseñar. Mira a Amadahy —dijo
señalándole con el dedo, mientras éste hablaba muy serio con
Chimalis—. Él ha sabido asimilar ambas civilizaciones. Estoy
orgullosa de él y cuando le miro veo en él a mi padre y a mi
amado marido. Su sangre es india y sus ojos de águila son de
cherokee. Sus manos para cuidar a los enfermos son las de un
magnífico chamán.

Abuela Sanuye, ¿dónde están los caballos? —gritaron las
pequeñas Susan y Julia. Con una maravillosa sonrisa en los
labios, aquella pequeña mujer las cogió de las manos y se las
llevó.

Lali siguió con la mirada a aquella extraña mujer. No
entendía qué había querido decir. ¿Acaso le había insinuado que
no estaba feliz porque su bisnieto cruzara su sangre con otra
extranjera, otra española, como antes lo había hecho su nieto
con Cecilia?
Al atardecer comenzaron a oírse toques de tambor. Sobre las
seis de la tarde aparecieron los abuelos de Euge y Peter, Patrick
y Aiyana, junto a unos amigos. Sanuye, al ver a su hija Aiyana, la
abrazó mientras Peter llevaba las maletas hasta la casa que
había junto a la de su bisabuela. La casa de Patrick y Aiyana.

Al anochecer, todos se vistieron para acercarse hasta el Pow
Pow. Las niñas, encantadas de ser el centro de atención de tanta
gente, sonreían divertidas por vestirse con aquellos atuendos
indios, aunque sus trenzas rubias delataban su mestizaje. La
familia unida asistió a las danzas infantiles, a los cantos que
unos ancianos alzaban al son de toques de tambor. Era una canción
triste en la que recordaban a los espíritus perdidos en
muchas de aquellas absurdas luchas por sus derechos. Sanuye
les explicó que el tambor había sido un medio de comunicación
entre tribus. Dependiendo de sus toques y de la duración de los
mismos, el mensaje variaba.
Durante aquel grato paseo, los abuelos Aiyana y Patrick se
fueron a charlar con unos amigos. Chimalis y su mujer, que
paseaban con sus hijas de dos y cuatro años, comenzaron a
jugar con las niñas de Euge. Tras presentar a Shauna, la mujer
de Chimalis, las mujeres comenzaron a hablar. Peter, un poco
apartado del grupo, habló durante un rato con Chimalis. Estaba
serio cuando lo hacía, pensó Lali, pero al volver a reunirse con
ellas, la sonrisa volvió a su cara. Más tarde se sentaron en una
gran pradera donde se podía observar todo lo que ocurría
alrededor. Sanuye saludaba a amigos que sólo veía una vez al
año. Euge, junto al bebé que dormía en su cochecito, hablaba
con unas antiguas amigas, mientras Rocío bailaba con las
gemelas pasándolo estupendamente.

¿Ves a aquel hombre? —le susurró Peter al oído—. Representa
al hombre de piedra. Según una leyenda para los cherokee
existía un hombre con el cuerpo recubierto de piedra. Se
comentaba que aquel mágico ser podía cambiar su imagen a voluntad
y que viajaba por las aldeas vestido de anciana.

¿Qué está representando aquel grupo? —preguntó Lali
tras escucharle.

La ceremonia de la bebida negra.

Al ver la cara de sorpresa de ésta al oír su respuesta,
prosiguió:

Es un ritual de purificación que solían llevar a cabo tribus
como los cherokee, los choctaw, etcétera, con una bebida que se
hacía con una especie de acebo. Aunque Sush me comentó una
vez —dijo riendo— que si consumías grandes cantidades de ese
líquido podías tener alucinaciones y vómitos.

Al mirarle y verle tan guapo allí, sentado con ella, Lali
preguntó:

¿Sush es otro de tus amigos?

Él, con un cariñoso movimiento, le besó el cuello haciéndola
reír.

Sí. Luego, cuando acaben las danzas te los presentaré.
Ahora están participando.

Ésta asintió y, acercándose más a él, preguntó al ver a dos
hombres en un altar muy quieros y serios:

Aquellos dos hombres de allí ¿qué hacen?

Peter miró y sin apartarse de ella respondió:

Son los jefes de la paz y la guerra. —Al ver que ella le
miraba sorprendida, explicó—: Había cinco tribus civilizadas,
los cherokee, los chockaw, los creek, los seminolas y los
chicasaw, y antes de que me preguntes, no, no eran de los que
arrancaban cabelleras.

Con un gesto divertido que le hizo reír a él, preguntó:

¿Y por qué no llevan plumas?

Peter no pudo contener la risa.
Acercándo de nuevo su boca al cuello de Lali, le susurró
haciendo que se le pusiera la piel de gallina:

Porque no todos los indios han llevado plumas ni han
vivido en tipis. Las películas que habéis visto son las que os han
metido todos esos tópicos en la cabeza. Aunque algo bueno tuvieron
esos tópicos para los vendedores ambulantes. Como
recuerdo turístico, los plumajes y los tipis son lo que más se
vende.

Agotada por la marcha que las gemelas tenían, Rocío se
sentó junto a ellos en ese momento y preguntó:

¿Qué es un tipi?

Los tipis son las típicas tiendas de indios que solías ver en
las películas. Ves aquellas de allí. —Rocío asintió—. Están realizadas
con tres palos largos de madera, recubiertos por varias
piezas de piel de búfalo. Solían medir unos cuatro metros de
alto por cuatro de diámetro. Los que se hacen hoy en día suelen
ser de varillas metálicas y lona, nada que ver con los de antes.
Rocío, mirando lo que Peter le señalaba, dijo:

¡Qué grandes! En las películas parecían más pequeñas.

En las películas todo o casi todo es mentira —rió Lali al
escuchar a su amiga.

Dentro de un tipi podían caber hasta quince personas
señaló Peter—. Y por supuesto, para entrar existían normas.

¿Normas? —preguntó Lali con curiosidad.
Peter asintió y prosiguió:

La primera, y muy importante, había que ser invitado. Una
vez dentro tenías que esperar a que el dueño te indicara dónde
te debías sentar. Las mujeres se situaban en la parte izquierda y
los hombres en la derecha. El fondo del tipi siempre estaba
reservado para el dueño y el invitado de honor. Es el lugar más
caliente de la tienda.

Rocío, pendiente de las palabras de Peter, preguntó con una
sonrisa en los labios:

¿Por qué en todas las pelis de indios siempre fumaban la
famosa «pipa de la paz» en círculo?

Él volvió a sonreír y contestó:

La pipa de la paz es una parte importante de la vida de los
indios. Todo el que fuera a fumar debía estar sentado sobre la
tierra y en círculo. Incluso para fumar de la pipa existen
normas.

Por Dios, esto tiene más normas que hacer un gazpacho
andaluz —rió Rocío arrancando las sonrisas de todos.

Por norma, dentro de un tipo el anfitrión es quien
enciende la pipa. Tras fumar, se pasa de mano en mano hacia la
izquierda, hasta que llega a la puerta y vuelve. Normalmente, en
las películas siempre se fumaba la pipa en ceremonias o tratados
entre tribus. Pero lo más curioso de todo es que cuando el
anfitrión comienza a limpiar la pipa, todo el mundo debe irse a
casa.

Ozú —rió Rocío—. ¡Qué manera de largar al personal!

¿Qué se echa dentro de la pipa? —preguntó Lali divertida.

Aparte de tabaco bendito, corteza roja de sauce, gayuba e
incluso varios tipos de hierbas.

De nuevo, Rocío se carcajeó y haciéndoles reír soltó:

Vaya, vaya con tus antepasados. ¡Menudos cuelgues que se
debían de pillar con tanta hierba! Oye, estoy pensando en comprar
una pipa para mi padre. ¿De qué estaban hechas?
preguntó.

Las verdaderas son de piedra roja o negra. Para que tire el
cañón suele ser de fresno, y se decoran con cintas que representan
los cuatro puntos cardinales. Piensa que fumar en pipa
era todo un ritual. El humo que desprendía estaba cargado de
espiritualidad. Recuérdame que cuando lleguemos a casa de
Sanuye te enseñe la pipa y el tomahawk que guarda de nuestros
antepasados.

¿Tomahawk? —preguntaron Rocío y Lali mirándole.

Así se denomina al hacha que utilizaban. —Y haciéndolas
reír añadió—: La famosa hacha de guerra.

¿Con la que cortaban las cabelleras? —río Rocío.

Peter ante aquella pregunta, aclaró con rapidez:

Los cherokees eran un pueblo muy civilizado y nunca hicieron
esa barbaridad de arrancar cabelleras como reflejan las
películas del Oeste. Quizá otras tribus lo hicieran, pero te puedo
asegurar que los cherokees no.

En ese momento aparecieron Sush, Chimalis y más amigos
de Peter. Le obligaron a ir con ellos hasta una gran hoguera,
alrededor de la cual había muchos hombres danzando.

¡Míralos cómo hacen el indio! —bromeó Rocío. Lali se carcajeó
al oírla—. ¿Te imaginas a Mery aquí?

No, imposible —rió Lali—. ¿Sabes a quién le encantaría
todo esto? A nuestra Cande. Creo que de aquí obtendría un
buen reportaje.

Propónselo otro año —comentó Rocío—. Por cierto, qué
pequeño es el mundo. Mira que encontrarse con su antiguo vecino
en Seattle.

Sí, eso me contó —asintió Lali sin apartar su mirada de
Peter—. En esta vida nunca se sabe con quién te volverás a
encontrar.

Ambas permanecieron calladas cinco minutos, hasta que
Rocío dijo:

Fíjate, en España se bailan sevillanas y aquí danzan
alrededor del fuego. ¡Qué cosas, maja! ¿Te imaginas a mi madre
aquí?

Mujer, es su cultura. Danzar alrededor del fuego es para
ellos algo sagrado que les puede ayudar a conectar con el Gran
Espíritu. —Luego, sonriendo, añadió—: Y no, no me puedo imaginar
a Candela aquí.

Estarás encantada con todo lo que estás aprendiendo
sonrió su amiga—. Con lo que te gusta a ti todo este tipo de
cosas.

Lali sonrió. Era cierto que le encantaba aprender sobre
diferentes culturas, y aquélla en particular, tenía que reconocer
que le estaba apasionando. En ese momento, las niñas llegaron
corriendo y, tras coger a Rocío de la mano, se la llevaron de
nuevo a bailar.

Veo que sabes bastante sobre nuestras costumbres —dijo
Sanuye sentándose al lado de Lali.

Sorprendida por la mujer, Lali la miró y sonrió.

Lo poco que sé me lo ha enseñado Peter, perdón,
Amadahy.

La anciana, tras acariciar con cariño su melena rubia, asintió
y dijo:

Té está enseñando muy bien.

Años atrás, su nieto había acudido al Pow Pow con aquella
insufrible mujer, Belén. Nunca se había ocupado de enseñarle
nada, sobre todo porque ella tampoco tenía ninguna intención
de aprender.

¿Puedo hacerle una pregunta? —dijo Lali mirándola a los
ojos. Sanuye asintió—. Antes, cuando me habló de la madre de
Amadahy, ¿quiso decirme que no aprueba nuestra relación?

La anciana cogiendo a Lali de las manos, cosa que no pasó
desapercibida a Peter, que las miraba desde una prudente
lejanía, le susurró:

Si has entendido eso es que me he explicado muy mal,
hija.Yo sólo quería que entendieras que me gustaría que mi cultura
perdurara a través de mi Amadahy. No estoy en contra de
vuestro amor. Cuando hay amor entre dos personas nada ni
nadie puede opinar. Solamente quería decirte que me gustaría
que respetaras algunas costumbres y tradiciones, y que me dolería
que sintieras vergüenza al conocerlas.

Pero si yo estoy encantada con todo lo que estoy viendo y
viviendo aquí —comentó Lali sonriendo cariñosamente a
Sanuye.

Peter continuaba observándolas. Le gustaba verlas hablar,
algo que Belén, su ex, nunca había intentado hacer con su
abuela. Al escucharla y ver la alegría en su mirada, la anciana
sonrió y añadió:

Lo intuyo, hija. Sin embargo, sufrí mucho cuando vi cómo
mi nieto, el padre de Amadahy, Chilaili, se despegaba de
nuestras costumbres. No pude hacer nada porque lo hizo por
amor hacia su mujer, la joven Cecilia.

Lali, al recordar a Anthony, el padre de Peter, dijo con una
bonita sonrisa:

Yo creo que Chilaili sigue adorando muchas de sus
costumbres.

La anciana asintió y con gesto triste preguntó:

Entonces, ¿por qué no viene nunca a un Pow Pow? ¿Acaso
los años le han hecho avergonzarse de sus orígenes?

No, Sanuye —dijo Lali intentando entender a aquella
mujer—. No es eso. Creo que la distancia le ha hecho olvidar su
cultura, pero nunca avergonzarse.

¿Qué ocurre aquí? —preguntó Euge que en ese momento se
sentaba bebiendo una Coca-Cola que ofreció a Lali y que ésta
aceptó.

Estamos hablando de vuestras costumbres —comentó Lali
con rapidez.

¡Abuela! —rió Euge mirándo a aquella mujer—. Tengo que
reconocer que todo esto me encanta. Te prometo venir más a
menudo a verte. —La mujer aplaudió—. Les acabo de contar a
los abuelos lo de Nico y me han dicho que puedo contar con
ellos. Creo que a los niños les vendrá estupendamente el contacto
con la naturaleza, y a mí aún mejor el estar contigo durante
un tiempo. Así que, cuando las niñas terminen el colegio,
prepárate porque aquí me tendrás con todos los enanos.

¡Amitola! —susurró la anciana encantada con aquellas
noticias—. Te quiero, hija mía. Me honra oír esas palabras de tu
boca.

En ese momento, las miradas de Sanuye y Lali se encontraron.
La felicidad corría con fuerza por las venas de la anciana.
Era una felicidad que había tardado en llegar pero que, finalmente,
había encontrado el camino y por fin estaba llenando la
casa. Aquella noche, cuando regresaron, Euge, sentándose en los
escalones de entrada con su hermano y sus amigas, comentó lo
que pensaba hacer con su vida. En primer lugar, iba a ser
valiente y se iba a separar; y en segundo lugar, iba a vivir. Tras
escuchar a Euge, Lali y Peter se fueron a dar un paseo.
Necesitaban algún momento de soledad para poder besarse y
tener un poco de intimidad.
Peter llevó a Lali hasta un pequeño río cercano a la casa. La
animó a darse un baño con él. Al principio, ésta se negó. Le
daba vergüenza que alguien pudiera verles. Sin embargo, el
deseo pudo al final con ella y, además de meterse en el agua y
jugar junto a él, hicieron el amor con dulzura y pasión en la
orilla. Los besos de Peter la volvían loca. La pasión que
desataba en ella era increíble. Su mirada la hacía vibrar como
nunca nadie lo había hecho. Ésa era la razón por la que nunca
podía decirle que no a nada, y menos aquella noche, con aquella
luna y en aquel lugar.
Volvieron de madrugada, cuando pensaban que nadie les
vería ni oiría. Pero se equivocaron. Unos ojos sabios y envejecidos
por el tiempo les observaban y sonreían al ver la felicidad
de aquella pareja. Era una felicidad tan verdadera y tan maravillosa
como la que en su momento Sanuye y Awi Ni’ta disfrutaron
en aquellas tierras y en aquel río, con aquella luna y bajo aquellas
mismas estrellas, que aquella noche lucían de forma maravillosa

para su nieto y su amor.

Continuará...

viernes, 18 de septiembre de 2015

OLVIDE OLVIDARTE: Capitulos 20,21 y 22

Holaaa, aparecio la desaparecida!

Perdooooon por haber desaparecido tanto tiempo... para reconpensar un poquito mi ausencia hoy les traigo varios capitulos.
Este finde lo mas seguro que no suba pero el lunes vuelvo con todooo jaja

Muchas gracias a todas las lectoras..espero que os este gustando este libro tanto como a mi.
Besos
@lalitter08
_______________________________________________________________

CAPITULO 20


Aquella mañana Rocío caminaba tranquilamente por los pasillos
de KLK, una empresa dedicada a crear programas informáticos
de distribución mundial. En los últimos años, una compañía
española se había convertido en el cliente que más programas le
compraba, por lo que habían decidido contratar a varios profesores
de español. De esta manera, sus ejecutivos no tendrían
problema a la hora de viajar o resolver cualquier asunto con sus
clientes españoles.
Una de las profesoras contratadas fue Rocío. Tras terminar
sus estudios de arte dramático, y viendo que triunfar en aquel
mundo era más que difícil, optó por comenzar a dar clases de
español en Nueva York. Un día recibió la oferta de aquella
empresa, que no rechazó. Era un trabajo que no le desagradaba,
pero estaba harta de ejecutivos. Y tras sufrir varias decepciones
con algunos de ellos, decidió no volver a mezclar trabajo y
placer.

Buenos días, profesora —saludó Oliver Bastek.
Oliver era un hombre de unos cuarenta y tantos años, bajito
y nada atractivo, que se mostraba muy amable con Rocío.

Buenos días, Oliver —respondió dedicándole una agradable
sonrisa, algo que él agradeció. Las chicas guapas como
Rocío no le solían prestar atención—. ¿Cómo te encuentras hoy?

Cansado. Anoche estuvimos con la niña en urgencias hasta
bien tarde —respondió él.

Rocío se quedó parada al recibir la noticia. Conocía a la
familia de Oliver y les tenía aprecio.

¿Qué le ha pasado a Julia?

Cosas de bebés. —Y, riéndose, Oliver aclaró—: Tenía gases
y la pobre lo estaba pasando fatal.

¡Ay, mi niña! —sonrió Rocío con dulzura.

Pero no te preocupes, ya está bien.

Buenos días, señorita Fernández —saludó Arthur, otro
ejecutivo que, sin mirarles, entró en el aula.
Rocío se acercó a Oliver y le hizo sonreír cuando le susurró.

Este hombre debe de desayunar zumo de limón. Siempre
tiene cara de asco.

Una vez dentro del aula, Oliver se sentó en su sitio y la clase
comenzó. El nivel que tenían los alumnos de aquella clase era
bastante alto. Rocío llevaba con aquel grupo cuatro años, y ya
les conocía a todos. También conocía sus habituales miraditas
lascivas.
Debido a eso, procuraba ir vestida de forma discreta, tapada
casi hasta las orejas. Ya había vivido la fase en la que la gran
mayoría de ellos había intentado llevársela a la cama. Y todavía
sonreía cuando le preguntaban si era mexicana. Sin duda, su
melena oscura, sus ojos negros y aquel aire latino que a ella
tanto le gustaba hacía que lo pareciera. Cuando terminó la clase,
Oliver esperó hasta que Rocío recogió sus papeles y salió con
ella.

Valeria me ha preguntado si querrías venir este fin de semana
a casa. Su madre llega de Sicilia y vendrán algunos familiares,
entre los que estará Vitorio —comentó con una sonrisa.
Sabía que Vitorio y Rocío se llevaban muy bien, incluso habían
ido juntos un par de veces al cine.

Rocío le escuchó y, con una sonrisa, asintió.

¡Genial! Dile a Valeria que allí estaré.

Sin decir nada más, se marchó. Mientras, risueña, se puso a
pensar en el primo de Valeria, Vitorio. Tanto Oliver como su
mujer estaban empeñados en que entre ellos hubiera algo, pero
lo que no sabían era que Vitorio era gay. Ella nunca lo reveló,
pero lo sabía desde la primera noche que el joven la acompañó a
casa, pues él se lo contó.
Una vez acabaron sus clases, Rocío se acercó hasta un centro
comercial. Tenía que comprar leche, fruta fresca y flores. Antes
de abandonar el lugar, entró en una tienda de bebés y compró
algo para Julia, el precioso bebé de nueve meses de Oliver y
Valeria.
A dos manzanas del centro comercial, en Manhattan, estaba
su apartamento. No era excesivamente grande, pero tenía dos
habitaciones y resultaba muy acogedor. Tras soltar las bolsas en
la cocina, oyó el teléfono y tras descolgar, comprobó que era
Euge.

Hola, cariño, ¿cómo estás? —La voz cariñosa de su amiga
le reconfortó.

Pues acabo de llegar de comprar y pensaba darme un baño
relajante.

Mientras oía a sus gemelas pelearse, Euge dijo:

Eso necesito yo. ¡Un baño relajante!

Al escuchar los gritos de las niñas, Rocío la entendió y
comentó:

Vaya jaleo que tienes, parecen doscientas en vez de dos.

¡Joder, Nico! —chilló Euge, molesta por los gritos—. Saca a
las niñas al jardín, que estoy hablando con Rocío por teléfono.
Desde luego, qué poquita colaboración, Dios mío. ¡Qué asco de
hombres! Te juro, Rocío, que si alguna vez me separo de este…
este individuo, nunca más volveré a convivir con otro tío. ¡Son
todos iguales!

Consciente de los problemas que atravesaba su amiga con su
marido, Rocío intentó calmarla.

Oye, Pocahontas, tranquilízate —bromeó al notar la
tensión en su voz.

Estoy que me subo por las paredes —protestó Euge tocándose
el pelo—. Me canso de esperar, de creer que algo va a cambiar
para que luego todo siga igual o peor.

Rocío se sentó en su sillón. Sabía que aquella conversación
iba para rato. Cogió el mando de la tele y comenzó a cambiar de
canal.

Vamos a ver, miarma. ¿Qué ha pasado hoy?

Hoy no ha pasado nada —protestó Euge con la voz rota.

Vale. Pues, entonces dime, ¿qué te pasa?

Pues me pasa…, me pasa lo que me tenía que pasar
gimió desesperada—. Que… que… que estoy embarazada otra
vez.

Rocío apagó el televisor de un manotazo.

¿Qué? —gritó sorprendida la andaluza—. Pero ¿cómo ha
podido pasar eso?
Sin embargo, Euge ya era un mar de lágrimas y balbuceando
susurró:

Solamente lo hicimos una vez el mes pasado. Una sola
noche en que me pilló con la moral baja y fíjate —dijo dejando
de llorar—. ¡Soy más fértil que una coneja! —De nuevo, volvió a
llorar—. Oh, Dios, ¿por qué me tiene que pasar esto?
Rocío intentó pensar con rapidez, pero era imposible, por lo
que con todo el cariño que pudo le indicó:

Tranquila, cielo. Venga, no llores más que se te van a secar
la pupilas. —Y armándose de valor preguntó—. ¿Lo sabe Nico?

Se lo dije anoche y el muy tonto está encantado —contestó
hipando—. No lo entiendo. No sé qué quiere. Pero lo que sí
tengo claro es que a mí no me ama y ya no aguanto más. Por fin
he tomado una decisión.

¿Qué vas a hacer? —susurró Rocío.

Anoche Nico y yo estuvimos hablando hasta tarde. No
queremos más hijos. Con las niñas y el bebé ya tenemos
bastante, pero…

Aquel «pero» a Rocío le sonó mal. Como una flecha,
preguntó:

¿Has pensado abortar? —Era lo más lógico en su situación.

Pasó por mi mente esa posibilidad. Pero —volvió a llorar—,
cuando miré las caritas de Julia y Susan, me di cuenta de que no
podía. No puedo.

Aquello era una locura, quiso gritar Rocío. Sin embargo,
quiso ser juiciosa e intentó entender la situación de su amiga
mientras la escuchaba.

No puedo, no puedo —sollozó Euge—. Pienso que un bebé
como mis niños está creciendo dentro de mí, y no puedo
hacerlo. Y te juro, Rocío, que no lo entiendo. Yo estoy a favor del
aborto, pero ahora que soy yo la que tengo que tomar la
decisión, ni quiero ni puedo hacerlo.

Lo que hagas estará bien —contestó tranquilizándola—. Si
tú quieres a ese bebé, adelante. Pero piénsalo. ¿Lo saben las
chicas?

Lali y Peter sí. A Cande pensaba llamarla más tarde, y a
la Tempanito le he dejado un mensaje en el contestador. —Y con
un suspiro, añadió—: Ahora voy a llamar a casa para decírselo a
mis padres.
«Uff… que Dios te pille confesada, miarma», pensó Rocío.
¿Les contarás también que quieres separarte de Mick?

No. De momento sólo les diré lo del bebé.

Tu madre se volverá loca de alegría —resopló al pensar en
Cecilia—. Ya le gustaría a mi madre que yo la llamara para
decirle algo semejante.

No me extraña —sonrió limpiándose las lagrimas—. Aquí
la única que se ocupa de repoblar el mundo soy yo. Vosotras no
tenéis hijos y yo… —dijo volviendo a llorar— ya casi tengo
cuatro.

Rocío intentó no sonreír. Sin embargo, la situación resultaba
surrealista.

Venga, Pocahontas, no llores, tonta. Ya verás qué bebé tan
precioso vas a tener —bromeó Rocío.

Eso no lo dudo, me salen muy guapos, ¿verdad?

Guapísimos —asintió Rocío con cariño.
En ese momento se oyó el llanto de un bebé y Euge dijo con
rapidez:

Rocío, cariño, te dejo. El enano está llorando y no puedo
soportarlo. Ya hablamos en otro momento. —Y colgó.
Aquella noche mientras Rocío cenaba una tortilla de patatas,
pensó en la tranquilidad de su apartamento en comparación con
el ruido que había en casa de su amiga. Allí sólo vivían ella y
Lola, una gata callejera que tan pronto aparecía como desaparecía.
Sonó el teléfono. Era su madre, que la informó de que
iba a ser tía. La noticia la alegró, pero cuando su madre
comenzó con el interrogatorio acerca de su vida privada, Rocío
la cortó y colgó. Tras hablar con ella más de una hora, llamó a
Lali para desahogarse. Pero su amiga no estaba. Dejó un
mensaje en el contestador, se tumbó en la cama y se durmió.
El sábado por la tarde fue a casa de Oliver y su mujer. Allí
pasó una agradable velada con la familia italiana de Valeria.
Bailó con Vitorio, con Daniel, otro primo, y comió muchísima
pasta. Le encantaba aquella familia. Era muy parecida a la suya.
Bulliciosa, alegre y cariñosa. Sobre las doce de la noche, Vitorio
la acompañó a casa y ella le invitó a subir. Entonces le contó que
iba a ser tía y el joven sonrió al enterarse de lo mucho que su
madre lo agobiaba por no tener novio. Vitorio, con una gran
sonrisa, le contó la cantidad de veces que la suya le había preparado
citas a ciegas que siempre acababan fatal. Tras dos horas
de distendida charla, Vitorio se marchó y ella, tras beberse un
vaso de leche, se metió en la cama y se durmió, hasta que sonó
el teléfono. Eran las diez de la mañana.

¿Te he despertado? —preguntó Lali.
Pues sí. —Se estiró Rocío—. Pero no importa, ya es hora de
levantarse.

Te llamo para saber si tienes controlado lo de las bicis de
las niñas.

Ozú, siquilla, qué pesaíta eres, pensó ella pero respondió:

¡Que sí! Mañana, de camino al trabajo, pararé en la
juguetería y encargaré que se las manden para la comunión.

¡Genial! —aplaudió Lali—. Bueno, ¿y tú cómo estás?

Uff… miarma, estoy cansada. Ayer me quedé en casa de
Oliver y Valeria de fiesta hasta tarde y tengo el cuerpo cortao.

Oí tu mensaje en el contestador. ¿Qué ocurre?

Aquella pregunta la despertó y gritando dijo:

¡Voy a ser tía! Por fin Miguel se ha decidido. —Y con voz
pesarosa, añadió—: Imagínate mi madre.

Uff… Me lo imagino —suspiró Lali.

¡Virgencita! Se me abren las carnes cada vez que me
acuerdo de la charla que me dio.

Sin poder evitar una carcajada, Lali le contestó:

No te preocupes, ya sabes que no eres la única. Mi madre y
mi abuela me tienen frita con eso. Me imagino que Carla te
dirá las mismas tonterías que me dicen a mí.

¡Anda, cómo lo sabes! —exclamó divertida. Sabía que su
madre y Bárbara hablaban del asunto—. Me dijo que no
entendía cómo ninguna de nosotras se había casado. Según
ellas, somos monísimas pero trabajamos demasiado.

Ah, sí —rió Lali y continuó—: Te diría que los años son los
años y que se nos pasará el arroz…

Y que el ciclo biológico para tener hijos también caduca…

¿Te dice eso? —rió Lali.

Eso y cosas peores. Incluso un día me preguntó si era lesbiana
rió al recordarlo—. Según ella en Estados Unidos hay
demasiado vicio y perversión.

Tu madre es la pera —comentó Lali—. La mía se ha acostumbrado
a que sus tres hijos seamos un poco desastre. Poli y
Marta llevan siete años casados y no les veo yo muy por la labor
de tener hijos. Bea está en Londres y no creo que piense en
niños, y yo no tengo intenciones ni de casarme.

Tampoco hace falta estar casada para tener hijos —apostilló
Rocío.

Ya lo sé, mujer. Tan antigua no soy.

Oye, ¿y con el hermano de Pocahontas qué?

Bien.

Al notar un titubeo en su voz, Rocío volvió a preguntar:

¿Sólo bien?

Elsa asintió.

Sólo bien.

Mira, guapa —respondió Rocío incorporándose de la
cama—. Haz el favor de soltar lo que tienes dentro y no hagas
que investigue. Estoy demasiado dormida para eso.

Deseando hacerlo, Lali dijo de carrerilla:

Peter me ha invitado a ir con él a Oklahoma.

¿Y cuál es el problema?

Quiere que vayamos al Pow Pow que anualmente celebran
varias tribus norteamericanas.

Muerta de risa, Rocío preguntó:

Ozú, miarma, qué cosa más rara. Pero ¿qué es un Pow
Pow?

Según me ha explicado Peter es un festival de ceremonias
que tiene lugar una vez al año. Se reúnen miembros de las tribus
indias que se encuentran viviendo en otros lugares.

¡Qué pasada! ¿Puedo ir yo?

Pues no lo sé —dudó Lali.

Es una broma, mujer. Seguro que danzaréis alrededor del
fuego y fumaréis la pipa de la paz.

No digas tonterías —rió Lali al oír aquello.

Pues a mí me parece algo curioso y digno de ver. ¿Por qué
no quieres ir?

Con desesperación Lali se recogió su rubio pelo con un pasador
rojo y dijo:

Estará su bisabuela y eso me pone nerviosa.

¿La mítica Sanuye? —preguntó Rocío abriendo los ojos
como platos.

La misma, pero me da pánico conocerla. Y aunque
Pocahontas y Peter me han dicho que es encantadora, para mí
es una responsabilidad.

¡Ozú, qué interesante! Cada vez me apetece más ir.

Durante años había oído hablar de aquella mítica mujer
india, de su sabiduría y de sus visiones. No entendía que Lali,
que tenía la oportunidad de conocerla, no quisiera hacerlo.

Vamos a ver, siquilla. Déjate de tonterías. Si realmente te
gusta Peter, debes ir, conocer a Sanuye y pasártelo bien. Por
cierto, ¿qué te parece lo de Pocahontas?

Me tiene muy preocupada —susurró Lali—. Hablo todos
los días con ella. Sé que lo está pasando mal y me da miedo que
le dé un arrebato y haga una tontería.

¿Qué te parece lo del bebé?

¿Sinceramente?

Sinceramente —asintió Rocío.

Yo creo que en las circunstancias en las que se encuentra
no es lo mejor. Sin embargo, es ella quien debe decidir.

Más o menos eso le dije yo.

Tras un silencio entre las dos, Lali preguntó:

¿De verdad nos acompañarías al Pow Pow?

Por supuesto. Cosas así no se ven todos los días.
Se lo diré a Peter. Quizá si tú vienes me resulta más fácil a
mí.
¡Gallina! —se mofó Rocío. Ambas rieron—. Por cierto, el
viernes es cuando tienes la boda hindú, ¿verdad?

Sí, la boda de Lahita y Kamal. Fíjate que hasta hemos tenido
que alquilar un caballo blanco.

Vaya, ¡qué fuerte! Siempre pensé que sólo se utilizaban
caballos en Andalucía. En especial para casarse en el capilla de
mi virgen, la virgen del Rocío.

Pues no, guapa, no. El caballo es parte de la tradición. El
novio tiene que llegar montado a lomos de un caballo blanco,
junto a un pequeño de la familia.

¡Qué pasada! —susurró Rocío—. La verdad es que deberías
escribir un libro contando las diferentes maneras de casarse que
existen en el mundo.

Creo que no sería capaz —bromeó Lali, mientras veía
cómo su perro la miraba. Quería salir a la calle—. Oye, te dejo.
Parece que Spidercan necesita salir con urgencia. Te llamaré y
te diré algo del Pow Pow.

De acuerdo, un beso y no te agobies.
Tras cortar la comunicación, Rocío se tumbó de nuevo en la
cama. Debía levantarse, pero estaba demasiado casada. Además,
no tenía nada que hacer, así que decidió dormir.


CAPITULO 21

En Los Ángeles, Lali, colgó el teléfono y cogió las llaves del
apartamento, la correa de Spidercan y salió a la calle. Fue hasta
un parque y sonrió al ver correr al can a sus anchas. Miró su
móvil. Ninguna llamada perdida de Peter . Con una gran sonrisa
en los labios se sentó en un banco del parque y pensó en él.
Desde que había aparecido en su vida, todo le parecía más
bonito y estaba más contenta.
Peter era encantador, además de que la cuidaba y la
mimaba. Él quería hacerle la vida más fácil y nunca se quejaba
por nada. «Demasiado bonito para que dure», pensó Lali.
Tras aquel pensamiento fugaz, frunció el cejo y se regañó a sí
misma. ¿Por qué se empeñaba en buscar fallos donde no los
había? ¿Qué más podía pedir? Tras llamar a Spidercan con un
silbido, le cogió con la correa y se fue para casa.
En ese momento, en el restaurante que había frente al hospital
donde trabajaba Peter, éste hablaba con su ex. Parecía
enfadado.

Belén, fuiste tú quien decidió dejarme. Y ahora no quiero
que me llames ni me persigas. Lo nuestro se acabó. Así lo
decidiste.

Pero aquella mujer latina, bonita, castaña, de largas piernas
y ojos de gata, se negaba a aceptar lo que él afirmaba.

Cariño —dijo mientras se acercaba a él—, dame una última
oportunidad.
Peter gritó con desesperación, atrayendo las miradas de la
gente que allí había.

¡Por Dios, escúchame! —exclamó separándose de ella—.
No habrá más oportunidades. Lo nuestro se acabó. Olvídate de
mí y déjame vivir en paz.

Dicho aquello, Peter pagó la cuenta y se marchó sin siquiera
mirarla. Necesitaba respirar. Se sentía agobiado. Necesitaba
contarle aquella intromisión de Belén a Lali, aunque no sabía
cómo. Belén, enfadada por aquel desplante, le contempló alejarse.
No pensaba claudicar, por lo que su mente comenzó a
planear su siguiente ataque. Horas después un Peter más tranquilo,
ya en el hospital, decidió no comentar nada a Lali. Belén
era historia. Era algo archivado y olvidado.
El miércoles Tony y Lali viajaron hasta Phoenix. Allí se celebraba
la boda de Lahita y Kamal. Con su preciado cuaderno en
las manos, Lali dijo en el hotel mientras cenaba un sándwich de
pollo:

Veamos, a las cinco se reunirán todas las mujeres para celebrar
el Sangeet en la casa de Lahita.

¿El Sangeet es el momento en que las mujeres le cantan
canciones a la novia para fastidiarla? —preguntó Tony divertido.

Sí —sonrió ella—. Mientras yo estoy con Lahita tú irás al
Bratma del novio, y no pienso aceptar un no como respuesta.
Tony arrugó la nariz y asintió. El Bratma era una celebración
con los familiares del novio en la que a éste se le manchaba con
una pasta pegajosa. Luego todos bailaban alrededor de él hasta
que el novio también lo hacía.

Recuerda —añadió Lali—. A las nueve y media tenemos
reservadas en Scortes veinte mesas para cenar.

Qué fastuosas son estas bodas a veces, ¿verdad?

Lali asintió. Tras beber de su vaso de Coca-Cola añadió:

Para los hindúes el matrimonio es una gran fiesta. Por eso
suelen ser bodas vistosas y ricas. La unión de dos personas representa
la samskara, la confianza sagrada. Ellos creen en el
absoluto poder del Dios Brahman y…

Con cara de guasa, Tony la interrumpió:

Uff… reina, ¡déjalo! Yo si me salgo de Buda o Dios no me
entero. Me voy a dormir.

Al día siguiente, Tony y Lali se levantaron muy temprano.
Tenían que ocuparse de multitud de preparativos para la boda,
que iba a durar dos días. Cuando Lali llegó a casa de Lahita, lo
primero que hizo fue preocuparse de que se encendieran todas
las luces, incluso unos farolillos que había en la entrada. Aquello
era una tradición e indicaba que se iba a celebrar una boda. Lali
y Tony se ocuparon de que tanto el Sangeet como el Bratma
fueran un éxito. Luego, a las nueve y media de la noche, los
novios celebrarían una fiesta occidental con unos amigos.
Cuando concluyeron los preparativos, regresaron a su hotel y
cayeron destrozados.
La mañana de la boda empezaron a trabajar muy temprano.
A primera hora llegó Nirmal, la abuela de Lahita, con unas primas
y le regalaron unos brazaletes de marfil para darle suerte en
su matrimonio, además de alguna que otra joya. A las diez llegó
Nika, que comenzó a preparar polvo de henna, té, aceites y jugo
de limón. La henna la utilizaría para pintar las manos y los pies
de la novia. Nirmal, la abuela, le explicó a Lali que según la leyenda,
cuanto más oscura se ponía aquella mezcla en las manos y
pies, más te querría tu futuro esposo. Sin tiempo que perder,
comenzaron a peinar el pelo castaño de Lahita y a pintarle el tan
conocido lunar rojo entre los ojos, signo de que se casaba. El
sari que Lali consiguió para la novia dejó boquiabiertos a todos.
Era de color rojo intenso con finos bordados, a juego con un
velo igualmente rojo que le cubría la cara. Las mujeres comenzaron
a enjoyar a la novia para que tuviera la imagen de la diosa
de la abundancia. A las cuatro llegó el caballo blanco que habían
buscado para la ocasión. Un feliz novio se montó junto a un
sobrino, como mandaba la tradición. Luego le cubrieron la
cabeza con una especie de gorro, para que no viera nada. A
partir de ese momento, comenzó una peregrinación desde la
casa de Kamal hasta la de Lahita.
Cuando empezó la ceremonia, la novia esperaba con los ojos
mirando al suelo y no los levantó hasta que ambos estuvieron
sentados. Una vez en el pequeño altar que Lali había mandado
construir en una enorme habitación, Lahita y Kamal se intercambiaron
flores y se ataron unos amuletos en las manos. Baúl,
un amigo del novio, encendió un pequeño fuego que ardería
junto a los novios durante la ceremonia. Concluidas las canciones
y oraciones, Lali avisó a Brenda y Moushe, primas de la
novia, para que unieran con un gran lazo a los novios. Tras
aquello, Lahita y Kamal dieron siete vueltas alrededor del fuego
ceremonial para simbolizar que juntos resolverían los problemas.
Tras recitar unos textos sagrados, Kamal aplicó un polvo
rojizo sobre el cabello de Lahita. Eso indicaba a todo el mundo
que ya era su mujer. Al bajar del altar les cubrió una inmensa
lluvia de arroz. La fiesta se celebró en unos salones cercanos y
hubo diversión hasta bien entrada la noche. Lali, mientras bailaba
con Kamal, vio la felicidad en los ojos de la abuela de
Lahita. Aquello le hizo pensar en Peter. En ese momento,
decidió asistir al Pow Pow. Conocería a Sanuye.


CAPITULO 22

«Por Dios, ¿pero qué estoy haciendo?», pensó Lali, que todavía
no podía creer que estuviera montada en ese avión con Peter,
volando hacia el aeropuerto internacional de Tulsa. Junto a
ellos una soriente Euge viajaba con sus niños. Cuando llegaran a
su destino debían esperar a Rocío, que volaba desde Nueva
York. Mientras Lali miraba por la ventanilla del avión, Peter la
observaba tocándole con suavidad la mano. En ese momento,
Lali le miró y se quedó casi sin respiración al encontrarse con
sus maravillosos ojos negros.

¿Pasa algo? —preguntó con una sonrisa.

Peter suspiró y tras sonreír, la besó y le susurró al oído
haciéndola vibrar:

Sólo admiraba lo guapa que eres, cielo.

Lali se puso roja como un tomate al oír aquello y ver que sus
sobrinas no dejaban de mirarles y cuchichear. Llevaba cuatro
meses y medio con él, pero no se acostumbraba a la dulzura de
aquel hombre. Él, al ver la cara de ella, dijo con una sonrisa:

Ven aquí. —Y tomándola con delicadeza de la barbilla, le
susurró—: Este viaje es muy especial para mí. Todo va a salir
bien.

Lali asintió e intentando sonreír respondió:

¿Le dijiste a tu bisabuela que llevarías compañía?

Por supuesto. Y como dijo ella, estará encantada de que su
casa durante unos días se llene de luz, juventud y alegría —dijo
él sonriente.

Sanuye es muy especial para ti, ¿verdad?

Peter asintió y la besó. En ese momento se oyó a la azafata
pedir que se abrocharan los cinturones. Iban a aterrizar. Las
niñas, junto a Euge, al escuchar aquello, comenzaron a aplaudir.
Con puntualidad llegaron a Tulsa.
Tras tomarse algo en la cafetería, sonrieron al ver llegar a
Rocío corriendo hacia las niñas.

¡Tía Rocío! —gritó Julia al verla correr hacia ellas.

¡Tía Rocío! —chilló Susan yendo a su encuentro—. Mamá,
mamá, la tía ya está aquí.

Cuando las niñas llegaron a la altura de Rocío, ésta se detuvo
y antes de que se abalanzaran sobre su cuello gritó:

Un momento, siquillas. ¿Seguro que vosotras sois mis
sobrinas? —Las niñas asintieron encantadas—. Entonces, si sois
mis sobrinas ¿a qué esperáis para besarme locamente?

Y dicho aquello, las niñas se abalanzaron sobre ella, mientras
ésta las besaba y les mordisqueaba el cuello con amor, al
tiempo que Peter, Euge con el pequeño Mick y Lali les miraban.
Media hora después, tras repartir abrazos a diestro y siniestro,
PEter fue con sus sobrinas a alquilar un monovolumen. Así
podrían ir todos juntos. Rocío, tras guiñar el ojo a Euge, dijo:

Te veo estupenda, Lali.

Será porque mi hermano la trata muy bien.

Lali sonrió mientras sus amigas seguían cotilleando.

Ozú, siquilla, una cosa es verle en foto y otra en persona.
Y con gesto pícaro susurró—: Lali, miarma. ¡Qué bien te lo
tienes que estar pasando! Uff… Virgencita… ¡Qué cuerpo tiene!

Tenemos buenos genes, ¿acaso lo dudas?

No, yo no dudo nada, Pocahontas. Con un hermano así,
qué iba yo a dudar.

¡Vaya dos arpías! —apostilló Lali.

Miarma, ¿no tendrás otro hermano para que me apañe el
cuerpo, de arriba abajo? ¡Di que sí! ¡Di que sí!

Lali y Euge rieron a carcajadas al escucharla, mientras Rocío
continuaba:
¡Virgencita! Qué pedazo de tiarrón. —Y mirándolas dijo—:
Ya veréis la cara que pone Mery cuando venga para la
comunión de las niñas. Sacará todas sus armas de mujer fatal,
se encenderá un cigarro y… —Al ver las caras de sus amigas
tosió y dijo—: Pero qué hago yo hablando de la loba de Celine.
¡Yo quiero un tío así para mí!

Vale, te buscaré un novio —dijo Euge.

Disculpa, chata —aclaró haciendo reír a Lali—. Yo no
quiero novio. Me conformo con que me apañe el cuerpo un
apache durante el fin de semana.

Euge soltó un resoplido.

¡Ni se te ocurra decir eso delante de Sanuye! —remachó.

¿Por qué? ¿Los indios no se apañan el cuerpo?
Lali, incapaz de seguir riendo de pie, se sentó. Rocío era graciosa
como ella sola.

No me refiero a eso —señaló Euge intentando no reírse.
Pues o te explicas, Pocahontas, o no entiendo nada —dijo
Rocío.

No vuelvas a hablar de ¡apaches! Mi bisabuela era una
hoppi. Aunque cuando se casó con mi bisabuelo Awi Ni´ta, pasó
a ser una cherokee. No lo olvides. ¡No hables de apaches!
Sorprendida por aquello, Rocío asintió y preguntó:

Pero vamos a ver, siquilla. ¿No son indios los cherokee y
los apaches?

Lali, que se había cultivado leyendo sobre tribus los últimos
días, contestó:

Indios son. Pero Sanuye, Pocahontas y Peter son de la
tribu cherokee, y aquí cada tribu lleva su linaje y su historia con
gran honor.

Por cierto, chicas, ¡ni se os ocurra llamarme Pocahontas!
Sus amigas sonrieron—. Aquí mi nombre es Amitola y el de
Peter, Amadahy. Y en lo que se refiere a los apaches, al padre
de mi bisabuela le mató un apache. Por lo tanto, date un puntito
en la boca, ¿vale?

¡Virgencita! —exclamó Rocío impresionada.

Tras beber un poco de Coca-Cola, Rocío se fijó en que Euge
estaba ojerosa y preguntó antes de que Peter regresara:

¿Y con Nico qué pasa?

Pues pasan muchas cosas —suspiró ella con gesto serio—,
pero tranquilas, por mi parte está todo superado.

En ese momento, llegó un grupo de ejecutivos a la cafetería.
Al ver a las tres mujeres solas, empezaron a piropearlas. Lali y
Rocío, acostumbradas a aquel acoso, hicieron como si no oyeran
nada, pero Euge, que acostumbrada a su papel de madre de
familia no estaba acostumbrada a eso, se puso contenta, lo que
desató las risas de sus amigas. Euge necesitaba sentirse guapa y
mujer.

Continuará..