viernes, 18 de septiembre de 2015

OLVIDE OLVIDARTE: Capitulos 20,21 y 22

Holaaa, aparecio la desaparecida!

Perdooooon por haber desaparecido tanto tiempo... para reconpensar un poquito mi ausencia hoy les traigo varios capitulos.
Este finde lo mas seguro que no suba pero el lunes vuelvo con todooo jaja

Muchas gracias a todas las lectoras..espero que os este gustando este libro tanto como a mi.
Besos
@lalitter08
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CAPITULO 20


Aquella mañana Rocío caminaba tranquilamente por los pasillos
de KLK, una empresa dedicada a crear programas informáticos
de distribución mundial. En los últimos años, una compañía
española se había convertido en el cliente que más programas le
compraba, por lo que habían decidido contratar a varios profesores
de español. De esta manera, sus ejecutivos no tendrían
problema a la hora de viajar o resolver cualquier asunto con sus
clientes españoles.
Una de las profesoras contratadas fue Rocío. Tras terminar
sus estudios de arte dramático, y viendo que triunfar en aquel
mundo era más que difícil, optó por comenzar a dar clases de
español en Nueva York. Un día recibió la oferta de aquella
empresa, que no rechazó. Era un trabajo que no le desagradaba,
pero estaba harta de ejecutivos. Y tras sufrir varias decepciones
con algunos de ellos, decidió no volver a mezclar trabajo y
placer.

Buenos días, profesora —saludó Oliver Bastek.
Oliver era un hombre de unos cuarenta y tantos años, bajito
y nada atractivo, que se mostraba muy amable con Rocío.

Buenos días, Oliver —respondió dedicándole una agradable
sonrisa, algo que él agradeció. Las chicas guapas como
Rocío no le solían prestar atención—. ¿Cómo te encuentras hoy?

Cansado. Anoche estuvimos con la niña en urgencias hasta
bien tarde —respondió él.

Rocío se quedó parada al recibir la noticia. Conocía a la
familia de Oliver y les tenía aprecio.

¿Qué le ha pasado a Julia?

Cosas de bebés. —Y, riéndose, Oliver aclaró—: Tenía gases
y la pobre lo estaba pasando fatal.

¡Ay, mi niña! —sonrió Rocío con dulzura.

Pero no te preocupes, ya está bien.

Buenos días, señorita Fernández —saludó Arthur, otro
ejecutivo que, sin mirarles, entró en el aula.
Rocío se acercó a Oliver y le hizo sonreír cuando le susurró.

Este hombre debe de desayunar zumo de limón. Siempre
tiene cara de asco.

Una vez dentro del aula, Oliver se sentó en su sitio y la clase
comenzó. El nivel que tenían los alumnos de aquella clase era
bastante alto. Rocío llevaba con aquel grupo cuatro años, y ya
les conocía a todos. También conocía sus habituales miraditas
lascivas.
Debido a eso, procuraba ir vestida de forma discreta, tapada
casi hasta las orejas. Ya había vivido la fase en la que la gran
mayoría de ellos había intentado llevársela a la cama. Y todavía
sonreía cuando le preguntaban si era mexicana. Sin duda, su
melena oscura, sus ojos negros y aquel aire latino que a ella
tanto le gustaba hacía que lo pareciera. Cuando terminó la clase,
Oliver esperó hasta que Rocío recogió sus papeles y salió con
ella.

Valeria me ha preguntado si querrías venir este fin de semana
a casa. Su madre llega de Sicilia y vendrán algunos familiares,
entre los que estará Vitorio —comentó con una sonrisa.
Sabía que Vitorio y Rocío se llevaban muy bien, incluso habían
ido juntos un par de veces al cine.

Rocío le escuchó y, con una sonrisa, asintió.

¡Genial! Dile a Valeria que allí estaré.

Sin decir nada más, se marchó. Mientras, risueña, se puso a
pensar en el primo de Valeria, Vitorio. Tanto Oliver como su
mujer estaban empeñados en que entre ellos hubiera algo, pero
lo que no sabían era que Vitorio era gay. Ella nunca lo reveló,
pero lo sabía desde la primera noche que el joven la acompañó a
casa, pues él se lo contó.
Una vez acabaron sus clases, Rocío se acercó hasta un centro
comercial. Tenía que comprar leche, fruta fresca y flores. Antes
de abandonar el lugar, entró en una tienda de bebés y compró
algo para Julia, el precioso bebé de nueve meses de Oliver y
Valeria.
A dos manzanas del centro comercial, en Manhattan, estaba
su apartamento. No era excesivamente grande, pero tenía dos
habitaciones y resultaba muy acogedor. Tras soltar las bolsas en
la cocina, oyó el teléfono y tras descolgar, comprobó que era
Euge.

Hola, cariño, ¿cómo estás? —La voz cariñosa de su amiga
le reconfortó.

Pues acabo de llegar de comprar y pensaba darme un baño
relajante.

Mientras oía a sus gemelas pelearse, Euge dijo:

Eso necesito yo. ¡Un baño relajante!

Al escuchar los gritos de las niñas, Rocío la entendió y
comentó:

Vaya jaleo que tienes, parecen doscientas en vez de dos.

¡Joder, Nico! —chilló Euge, molesta por los gritos—. Saca a
las niñas al jardín, que estoy hablando con Rocío por teléfono.
Desde luego, qué poquita colaboración, Dios mío. ¡Qué asco de
hombres! Te juro, Rocío, que si alguna vez me separo de este…
este individuo, nunca más volveré a convivir con otro tío. ¡Son
todos iguales!

Consciente de los problemas que atravesaba su amiga con su
marido, Rocío intentó calmarla.

Oye, Pocahontas, tranquilízate —bromeó al notar la
tensión en su voz.

Estoy que me subo por las paredes —protestó Euge tocándose
el pelo—. Me canso de esperar, de creer que algo va a cambiar
para que luego todo siga igual o peor.

Rocío se sentó en su sillón. Sabía que aquella conversación
iba para rato. Cogió el mando de la tele y comenzó a cambiar de
canal.

Vamos a ver, miarma. ¿Qué ha pasado hoy?

Hoy no ha pasado nada —protestó Euge con la voz rota.

Vale. Pues, entonces dime, ¿qué te pasa?

Pues me pasa…, me pasa lo que me tenía que pasar
gimió desesperada—. Que… que… que estoy embarazada otra
vez.

Rocío apagó el televisor de un manotazo.

¿Qué? —gritó sorprendida la andaluza—. Pero ¿cómo ha
podido pasar eso?
Sin embargo, Euge ya era un mar de lágrimas y balbuceando
susurró:

Solamente lo hicimos una vez el mes pasado. Una sola
noche en que me pilló con la moral baja y fíjate —dijo dejando
de llorar—. ¡Soy más fértil que una coneja! —De nuevo, volvió a
llorar—. Oh, Dios, ¿por qué me tiene que pasar esto?
Rocío intentó pensar con rapidez, pero era imposible, por lo
que con todo el cariño que pudo le indicó:

Tranquila, cielo. Venga, no llores más que se te van a secar
la pupilas. —Y armándose de valor preguntó—. ¿Lo sabe Nico?

Se lo dije anoche y el muy tonto está encantado —contestó
hipando—. No lo entiendo. No sé qué quiere. Pero lo que sí
tengo claro es que a mí no me ama y ya no aguanto más. Por fin
he tomado una decisión.

¿Qué vas a hacer? —susurró Rocío.

Anoche Nico y yo estuvimos hablando hasta tarde. No
queremos más hijos. Con las niñas y el bebé ya tenemos
bastante, pero…

Aquel «pero» a Rocío le sonó mal. Como una flecha,
preguntó:

¿Has pensado abortar? —Era lo más lógico en su situación.

Pasó por mi mente esa posibilidad. Pero —volvió a llorar—,
cuando miré las caritas de Julia y Susan, me di cuenta de que no
podía. No puedo.

Aquello era una locura, quiso gritar Rocío. Sin embargo,
quiso ser juiciosa e intentó entender la situación de su amiga
mientras la escuchaba.

No puedo, no puedo —sollozó Euge—. Pienso que un bebé
como mis niños está creciendo dentro de mí, y no puedo
hacerlo. Y te juro, Rocío, que no lo entiendo. Yo estoy a favor del
aborto, pero ahora que soy yo la que tengo que tomar la
decisión, ni quiero ni puedo hacerlo.

Lo que hagas estará bien —contestó tranquilizándola—. Si
tú quieres a ese bebé, adelante. Pero piénsalo. ¿Lo saben las
chicas?

Lali y Peter sí. A Cande pensaba llamarla más tarde, y a
la Tempanito le he dejado un mensaje en el contestador. —Y con
un suspiro, añadió—: Ahora voy a llamar a casa para decírselo a
mis padres.
«Uff… que Dios te pille confesada, miarma», pensó Rocío.
¿Les contarás también que quieres separarte de Mick?

No. De momento sólo les diré lo del bebé.

Tu madre se volverá loca de alegría —resopló al pensar en
Cecilia—. Ya le gustaría a mi madre que yo la llamara para
decirle algo semejante.

No me extraña —sonrió limpiándose las lagrimas—. Aquí
la única que se ocupa de repoblar el mundo soy yo. Vosotras no
tenéis hijos y yo… —dijo volviendo a llorar— ya casi tengo
cuatro.

Rocío intentó no sonreír. Sin embargo, la situación resultaba
surrealista.

Venga, Pocahontas, no llores, tonta. Ya verás qué bebé tan
precioso vas a tener —bromeó Rocío.

Eso no lo dudo, me salen muy guapos, ¿verdad?

Guapísimos —asintió Rocío con cariño.
En ese momento se oyó el llanto de un bebé y Euge dijo con
rapidez:

Rocío, cariño, te dejo. El enano está llorando y no puedo
soportarlo. Ya hablamos en otro momento. —Y colgó.
Aquella noche mientras Rocío cenaba una tortilla de patatas,
pensó en la tranquilidad de su apartamento en comparación con
el ruido que había en casa de su amiga. Allí sólo vivían ella y
Lola, una gata callejera que tan pronto aparecía como desaparecía.
Sonó el teléfono. Era su madre, que la informó de que
iba a ser tía. La noticia la alegró, pero cuando su madre
comenzó con el interrogatorio acerca de su vida privada, Rocío
la cortó y colgó. Tras hablar con ella más de una hora, llamó a
Lali para desahogarse. Pero su amiga no estaba. Dejó un
mensaje en el contestador, se tumbó en la cama y se durmió.
El sábado por la tarde fue a casa de Oliver y su mujer. Allí
pasó una agradable velada con la familia italiana de Valeria.
Bailó con Vitorio, con Daniel, otro primo, y comió muchísima
pasta. Le encantaba aquella familia. Era muy parecida a la suya.
Bulliciosa, alegre y cariñosa. Sobre las doce de la noche, Vitorio
la acompañó a casa y ella le invitó a subir. Entonces le contó que
iba a ser tía y el joven sonrió al enterarse de lo mucho que su
madre lo agobiaba por no tener novio. Vitorio, con una gran
sonrisa, le contó la cantidad de veces que la suya le había preparado
citas a ciegas que siempre acababan fatal. Tras dos horas
de distendida charla, Vitorio se marchó y ella, tras beberse un
vaso de leche, se metió en la cama y se durmió, hasta que sonó
el teléfono. Eran las diez de la mañana.

¿Te he despertado? —preguntó Lali.
Pues sí. —Se estiró Rocío—. Pero no importa, ya es hora de
levantarse.

Te llamo para saber si tienes controlado lo de las bicis de
las niñas.

Ozú, siquilla, qué pesaíta eres, pensó ella pero respondió:

¡Que sí! Mañana, de camino al trabajo, pararé en la
juguetería y encargaré que se las manden para la comunión.

¡Genial! —aplaudió Lali—. Bueno, ¿y tú cómo estás?

Uff… miarma, estoy cansada. Ayer me quedé en casa de
Oliver y Valeria de fiesta hasta tarde y tengo el cuerpo cortao.

Oí tu mensaje en el contestador. ¿Qué ocurre?

Aquella pregunta la despertó y gritando dijo:

¡Voy a ser tía! Por fin Miguel se ha decidido. —Y con voz
pesarosa, añadió—: Imagínate mi madre.

Uff… Me lo imagino —suspiró Lali.

¡Virgencita! Se me abren las carnes cada vez que me
acuerdo de la charla que me dio.

Sin poder evitar una carcajada, Lali le contestó:

No te preocupes, ya sabes que no eres la única. Mi madre y
mi abuela me tienen frita con eso. Me imagino que Carla te
dirá las mismas tonterías que me dicen a mí.

¡Anda, cómo lo sabes! —exclamó divertida. Sabía que su
madre y Bárbara hablaban del asunto—. Me dijo que no
entendía cómo ninguna de nosotras se había casado. Según
ellas, somos monísimas pero trabajamos demasiado.

Ah, sí —rió Lali y continuó—: Te diría que los años son los
años y que se nos pasará el arroz…

Y que el ciclo biológico para tener hijos también caduca…

¿Te dice eso? —rió Lali.

Eso y cosas peores. Incluso un día me preguntó si era lesbiana
rió al recordarlo—. Según ella en Estados Unidos hay
demasiado vicio y perversión.

Tu madre es la pera —comentó Lali—. La mía se ha acostumbrado
a que sus tres hijos seamos un poco desastre. Poli y
Marta llevan siete años casados y no les veo yo muy por la labor
de tener hijos. Bea está en Londres y no creo que piense en
niños, y yo no tengo intenciones ni de casarme.

Tampoco hace falta estar casada para tener hijos —apostilló
Rocío.

Ya lo sé, mujer. Tan antigua no soy.

Oye, ¿y con el hermano de Pocahontas qué?

Bien.

Al notar un titubeo en su voz, Rocío volvió a preguntar:

¿Sólo bien?

Elsa asintió.

Sólo bien.

Mira, guapa —respondió Rocío incorporándose de la
cama—. Haz el favor de soltar lo que tienes dentro y no hagas
que investigue. Estoy demasiado dormida para eso.

Deseando hacerlo, Lali dijo de carrerilla:

Peter me ha invitado a ir con él a Oklahoma.

¿Y cuál es el problema?

Quiere que vayamos al Pow Pow que anualmente celebran
varias tribus norteamericanas.

Muerta de risa, Rocío preguntó:

Ozú, miarma, qué cosa más rara. Pero ¿qué es un Pow
Pow?

Según me ha explicado Peter es un festival de ceremonias
que tiene lugar una vez al año. Se reúnen miembros de las tribus
indias que se encuentran viviendo en otros lugares.

¡Qué pasada! ¿Puedo ir yo?

Pues no lo sé —dudó Lali.

Es una broma, mujer. Seguro que danzaréis alrededor del
fuego y fumaréis la pipa de la paz.

No digas tonterías —rió Lali al oír aquello.

Pues a mí me parece algo curioso y digno de ver. ¿Por qué
no quieres ir?

Con desesperación Lali se recogió su rubio pelo con un pasador
rojo y dijo:

Estará su bisabuela y eso me pone nerviosa.

¿La mítica Sanuye? —preguntó Rocío abriendo los ojos
como platos.

La misma, pero me da pánico conocerla. Y aunque
Pocahontas y Peter me han dicho que es encantadora, para mí
es una responsabilidad.

¡Ozú, qué interesante! Cada vez me apetece más ir.

Durante años había oído hablar de aquella mítica mujer
india, de su sabiduría y de sus visiones. No entendía que Lali,
que tenía la oportunidad de conocerla, no quisiera hacerlo.

Vamos a ver, siquilla. Déjate de tonterías. Si realmente te
gusta Peter, debes ir, conocer a Sanuye y pasártelo bien. Por
cierto, ¿qué te parece lo de Pocahontas?

Me tiene muy preocupada —susurró Lali—. Hablo todos
los días con ella. Sé que lo está pasando mal y me da miedo que
le dé un arrebato y haga una tontería.

¿Qué te parece lo del bebé?

¿Sinceramente?

Sinceramente —asintió Rocío.

Yo creo que en las circunstancias en las que se encuentra
no es lo mejor. Sin embargo, es ella quien debe decidir.

Más o menos eso le dije yo.

Tras un silencio entre las dos, Lali preguntó:

¿De verdad nos acompañarías al Pow Pow?

Por supuesto. Cosas así no se ven todos los días.
Se lo diré a Peter. Quizá si tú vienes me resulta más fácil a
mí.
¡Gallina! —se mofó Rocío. Ambas rieron—. Por cierto, el
viernes es cuando tienes la boda hindú, ¿verdad?

Sí, la boda de Lahita y Kamal. Fíjate que hasta hemos tenido
que alquilar un caballo blanco.

Vaya, ¡qué fuerte! Siempre pensé que sólo se utilizaban
caballos en Andalucía. En especial para casarse en el capilla de
mi virgen, la virgen del Rocío.

Pues no, guapa, no. El caballo es parte de la tradición. El
novio tiene que llegar montado a lomos de un caballo blanco,
junto a un pequeño de la familia.

¡Qué pasada! —susurró Rocío—. La verdad es que deberías
escribir un libro contando las diferentes maneras de casarse que
existen en el mundo.

Creo que no sería capaz —bromeó Lali, mientras veía
cómo su perro la miraba. Quería salir a la calle—. Oye, te dejo.
Parece que Spidercan necesita salir con urgencia. Te llamaré y
te diré algo del Pow Pow.

De acuerdo, un beso y no te agobies.
Tras cortar la comunicación, Rocío se tumbó de nuevo en la
cama. Debía levantarse, pero estaba demasiado casada. Además,
no tenía nada que hacer, así que decidió dormir.


CAPITULO 21

En Los Ángeles, Lali, colgó el teléfono y cogió las llaves del
apartamento, la correa de Spidercan y salió a la calle. Fue hasta
un parque y sonrió al ver correr al can a sus anchas. Miró su
móvil. Ninguna llamada perdida de Peter . Con una gran sonrisa
en los labios se sentó en un banco del parque y pensó en él.
Desde que había aparecido en su vida, todo le parecía más
bonito y estaba más contenta.
Peter era encantador, además de que la cuidaba y la
mimaba. Él quería hacerle la vida más fácil y nunca se quejaba
por nada. «Demasiado bonito para que dure», pensó Lali.
Tras aquel pensamiento fugaz, frunció el cejo y se regañó a sí
misma. ¿Por qué se empeñaba en buscar fallos donde no los
había? ¿Qué más podía pedir? Tras llamar a Spidercan con un
silbido, le cogió con la correa y se fue para casa.
En ese momento, en el restaurante que había frente al hospital
donde trabajaba Peter, éste hablaba con su ex. Parecía
enfadado.

Belén, fuiste tú quien decidió dejarme. Y ahora no quiero
que me llames ni me persigas. Lo nuestro se acabó. Así lo
decidiste.

Pero aquella mujer latina, bonita, castaña, de largas piernas
y ojos de gata, se negaba a aceptar lo que él afirmaba.

Cariño —dijo mientras se acercaba a él—, dame una última
oportunidad.
Peter gritó con desesperación, atrayendo las miradas de la
gente que allí había.

¡Por Dios, escúchame! —exclamó separándose de ella—.
No habrá más oportunidades. Lo nuestro se acabó. Olvídate de
mí y déjame vivir en paz.

Dicho aquello, Peter pagó la cuenta y se marchó sin siquiera
mirarla. Necesitaba respirar. Se sentía agobiado. Necesitaba
contarle aquella intromisión de Belén a Lali, aunque no sabía
cómo. Belén, enfadada por aquel desplante, le contempló alejarse.
No pensaba claudicar, por lo que su mente comenzó a
planear su siguiente ataque. Horas después un Peter más tranquilo,
ya en el hospital, decidió no comentar nada a Lali. Belén
era historia. Era algo archivado y olvidado.
El miércoles Tony y Lali viajaron hasta Phoenix. Allí se celebraba
la boda de Lahita y Kamal. Con su preciado cuaderno en
las manos, Lali dijo en el hotel mientras cenaba un sándwich de
pollo:

Veamos, a las cinco se reunirán todas las mujeres para celebrar
el Sangeet en la casa de Lahita.

¿El Sangeet es el momento en que las mujeres le cantan
canciones a la novia para fastidiarla? —preguntó Tony divertido.

Sí —sonrió ella—. Mientras yo estoy con Lahita tú irás al
Bratma del novio, y no pienso aceptar un no como respuesta.
Tony arrugó la nariz y asintió. El Bratma era una celebración
con los familiares del novio en la que a éste se le manchaba con
una pasta pegajosa. Luego todos bailaban alrededor de él hasta
que el novio también lo hacía.

Recuerda —añadió Lali—. A las nueve y media tenemos
reservadas en Scortes veinte mesas para cenar.

Qué fastuosas son estas bodas a veces, ¿verdad?

Lali asintió. Tras beber de su vaso de Coca-Cola añadió:

Para los hindúes el matrimonio es una gran fiesta. Por eso
suelen ser bodas vistosas y ricas. La unión de dos personas representa
la samskara, la confianza sagrada. Ellos creen en el
absoluto poder del Dios Brahman y…

Con cara de guasa, Tony la interrumpió:

Uff… reina, ¡déjalo! Yo si me salgo de Buda o Dios no me
entero. Me voy a dormir.

Al día siguiente, Tony y Lali se levantaron muy temprano.
Tenían que ocuparse de multitud de preparativos para la boda,
que iba a durar dos días. Cuando Lali llegó a casa de Lahita, lo
primero que hizo fue preocuparse de que se encendieran todas
las luces, incluso unos farolillos que había en la entrada. Aquello
era una tradición e indicaba que se iba a celebrar una boda. Lali
y Tony se ocuparon de que tanto el Sangeet como el Bratma
fueran un éxito. Luego, a las nueve y media de la noche, los
novios celebrarían una fiesta occidental con unos amigos.
Cuando concluyeron los preparativos, regresaron a su hotel y
cayeron destrozados.
La mañana de la boda empezaron a trabajar muy temprano.
A primera hora llegó Nirmal, la abuela de Lahita, con unas primas
y le regalaron unos brazaletes de marfil para darle suerte en
su matrimonio, además de alguna que otra joya. A las diez llegó
Nika, que comenzó a preparar polvo de henna, té, aceites y jugo
de limón. La henna la utilizaría para pintar las manos y los pies
de la novia. Nirmal, la abuela, le explicó a Lali que según la leyenda,
cuanto más oscura se ponía aquella mezcla en las manos y
pies, más te querría tu futuro esposo. Sin tiempo que perder,
comenzaron a peinar el pelo castaño de Lahita y a pintarle el tan
conocido lunar rojo entre los ojos, signo de que se casaba. El
sari que Lali consiguió para la novia dejó boquiabiertos a todos.
Era de color rojo intenso con finos bordados, a juego con un
velo igualmente rojo que le cubría la cara. Las mujeres comenzaron
a enjoyar a la novia para que tuviera la imagen de la diosa
de la abundancia. A las cuatro llegó el caballo blanco que habían
buscado para la ocasión. Un feliz novio se montó junto a un
sobrino, como mandaba la tradición. Luego le cubrieron la
cabeza con una especie de gorro, para que no viera nada. A
partir de ese momento, comenzó una peregrinación desde la
casa de Kamal hasta la de Lahita.
Cuando empezó la ceremonia, la novia esperaba con los ojos
mirando al suelo y no los levantó hasta que ambos estuvieron
sentados. Una vez en el pequeño altar que Lali había mandado
construir en una enorme habitación, Lahita y Kamal se intercambiaron
flores y se ataron unos amuletos en las manos. Baúl,
un amigo del novio, encendió un pequeño fuego que ardería
junto a los novios durante la ceremonia. Concluidas las canciones
y oraciones, Lali avisó a Brenda y Moushe, primas de la
novia, para que unieran con un gran lazo a los novios. Tras
aquello, Lahita y Kamal dieron siete vueltas alrededor del fuego
ceremonial para simbolizar que juntos resolverían los problemas.
Tras recitar unos textos sagrados, Kamal aplicó un polvo
rojizo sobre el cabello de Lahita. Eso indicaba a todo el mundo
que ya era su mujer. Al bajar del altar les cubrió una inmensa
lluvia de arroz. La fiesta se celebró en unos salones cercanos y
hubo diversión hasta bien entrada la noche. Lali, mientras bailaba
con Kamal, vio la felicidad en los ojos de la abuela de
Lahita. Aquello le hizo pensar en Peter. En ese momento,
decidió asistir al Pow Pow. Conocería a Sanuye.


CAPITULO 22

«Por Dios, ¿pero qué estoy haciendo?», pensó Lali, que todavía
no podía creer que estuviera montada en ese avión con Peter,
volando hacia el aeropuerto internacional de Tulsa. Junto a
ellos una soriente Euge viajaba con sus niños. Cuando llegaran a
su destino debían esperar a Rocío, que volaba desde Nueva
York. Mientras Lali miraba por la ventanilla del avión, Peter la
observaba tocándole con suavidad la mano. En ese momento,
Lali le miró y se quedó casi sin respiración al encontrarse con
sus maravillosos ojos negros.

¿Pasa algo? —preguntó con una sonrisa.

Peter suspiró y tras sonreír, la besó y le susurró al oído
haciéndola vibrar:

Sólo admiraba lo guapa que eres, cielo.

Lali se puso roja como un tomate al oír aquello y ver que sus
sobrinas no dejaban de mirarles y cuchichear. Llevaba cuatro
meses y medio con él, pero no se acostumbraba a la dulzura de
aquel hombre. Él, al ver la cara de ella, dijo con una sonrisa:

Ven aquí. —Y tomándola con delicadeza de la barbilla, le
susurró—: Este viaje es muy especial para mí. Todo va a salir
bien.

Lali asintió e intentando sonreír respondió:

¿Le dijiste a tu bisabuela que llevarías compañía?

Por supuesto. Y como dijo ella, estará encantada de que su
casa durante unos días se llene de luz, juventud y alegría —dijo
él sonriente.

Sanuye es muy especial para ti, ¿verdad?

Peter asintió y la besó. En ese momento se oyó a la azafata
pedir que se abrocharan los cinturones. Iban a aterrizar. Las
niñas, junto a Euge, al escuchar aquello, comenzaron a aplaudir.
Con puntualidad llegaron a Tulsa.
Tras tomarse algo en la cafetería, sonrieron al ver llegar a
Rocío corriendo hacia las niñas.

¡Tía Rocío! —gritó Julia al verla correr hacia ellas.

¡Tía Rocío! —chilló Susan yendo a su encuentro—. Mamá,
mamá, la tía ya está aquí.

Cuando las niñas llegaron a la altura de Rocío, ésta se detuvo
y antes de que se abalanzaran sobre su cuello gritó:

Un momento, siquillas. ¿Seguro que vosotras sois mis
sobrinas? —Las niñas asintieron encantadas—. Entonces, si sois
mis sobrinas ¿a qué esperáis para besarme locamente?

Y dicho aquello, las niñas se abalanzaron sobre ella, mientras
ésta las besaba y les mordisqueaba el cuello con amor, al
tiempo que Peter, Euge con el pequeño Mick y Lali les miraban.
Media hora después, tras repartir abrazos a diestro y siniestro,
PEter fue con sus sobrinas a alquilar un monovolumen. Así
podrían ir todos juntos. Rocío, tras guiñar el ojo a Euge, dijo:

Te veo estupenda, Lali.

Será porque mi hermano la trata muy bien.

Lali sonrió mientras sus amigas seguían cotilleando.

Ozú, siquilla, una cosa es verle en foto y otra en persona.
Y con gesto pícaro susurró—: Lali, miarma. ¡Qué bien te lo
tienes que estar pasando! Uff… Virgencita… ¡Qué cuerpo tiene!

Tenemos buenos genes, ¿acaso lo dudas?

No, yo no dudo nada, Pocahontas. Con un hermano así,
qué iba yo a dudar.

¡Vaya dos arpías! —apostilló Lali.

Miarma, ¿no tendrás otro hermano para que me apañe el
cuerpo, de arriba abajo? ¡Di que sí! ¡Di que sí!

Lali y Euge rieron a carcajadas al escucharla, mientras Rocío
continuaba:
¡Virgencita! Qué pedazo de tiarrón. —Y mirándolas dijo—:
Ya veréis la cara que pone Mery cuando venga para la
comunión de las niñas. Sacará todas sus armas de mujer fatal,
se encenderá un cigarro y… —Al ver las caras de sus amigas
tosió y dijo—: Pero qué hago yo hablando de la loba de Celine.
¡Yo quiero un tío así para mí!

Vale, te buscaré un novio —dijo Euge.

Disculpa, chata —aclaró haciendo reír a Lali—. Yo no
quiero novio. Me conformo con que me apañe el cuerpo un
apache durante el fin de semana.

Euge soltó un resoplido.

¡Ni se te ocurra decir eso delante de Sanuye! —remachó.

¿Por qué? ¿Los indios no se apañan el cuerpo?
Lali, incapaz de seguir riendo de pie, se sentó. Rocío era graciosa
como ella sola.

No me refiero a eso —señaló Euge intentando no reírse.
Pues o te explicas, Pocahontas, o no entiendo nada —dijo
Rocío.

No vuelvas a hablar de ¡apaches! Mi bisabuela era una
hoppi. Aunque cuando se casó con mi bisabuelo Awi Ni´ta, pasó
a ser una cherokee. No lo olvides. ¡No hables de apaches!
Sorprendida por aquello, Rocío asintió y preguntó:

Pero vamos a ver, siquilla. ¿No son indios los cherokee y
los apaches?

Lali, que se había cultivado leyendo sobre tribus los últimos
días, contestó:

Indios son. Pero Sanuye, Pocahontas y Peter son de la
tribu cherokee, y aquí cada tribu lleva su linaje y su historia con
gran honor.

Por cierto, chicas, ¡ni se os ocurra llamarme Pocahontas!
Sus amigas sonrieron—. Aquí mi nombre es Amitola y el de
Peter, Amadahy. Y en lo que se refiere a los apaches, al padre
de mi bisabuela le mató un apache. Por lo tanto, date un puntito
en la boca, ¿vale?

¡Virgencita! —exclamó Rocío impresionada.

Tras beber un poco de Coca-Cola, Rocío se fijó en que Euge
estaba ojerosa y preguntó antes de que Peter regresara:

¿Y con Nico qué pasa?

Pues pasan muchas cosas —suspiró ella con gesto serio—,
pero tranquilas, por mi parte está todo superado.

En ese momento, llegó un grupo de ejecutivos a la cafetería.
Al ver a las tres mujeres solas, empezaron a piropearlas. Lali y
Rocío, acostumbradas a aquel acoso, hicieron como si no oyeran
nada, pero Euge, que acostumbrada a su papel de madre de
familia no estaba acostumbrada a eso, se puso contenta, lo que
desató las risas de sus amigas. Euge necesitaba sentirse guapa y
mujer.

Continuará..

6 comentarios:

  1. Jajaja siii subiii maaaas

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  2. Cuándo subes de nuevo???

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  3. ¡Hola! Antes que nada, quiero pedirte perdón por el Copia&Pega, y prometo que será la primera y última vez.
    Estoy pasando para anunciar mi nueva novela dedicada a "Casi Ángeles", la cual lleva el título "Tanto Como Ayer".
    Es 100% imaginación mía (no es adaptación), y si bien hace rato que escribo, es la primera vez que hago una Fan Fic, y también es la primera vez que publico algo.
    El capítulo 1 lo subiré mañana Miércoles, pero hoy ya se encuentra el video presentación y un breve resumen de la misma.
    ¡Espero tu visita!

    ~ Paauu25
    http://tantocomoayer-ca.blogspot.com

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