jueves, 26 de noviembre de 2015

OLVIDE OLVIDART: Capitulo 23


CAPITULO  23

El corto viaje hasta la casa de la bisabuela Sanuye en las afueras
de Tulsa estuvo lleno de sorpresas. El pequeño nico vomitó
encima de los pantalones de Rocío, que a punto estuvo de hacer
lo mismo al oler lo que a su sobrino le había salido por la boca.
Tuvieron que parar para limpiarse todos, momento en el que
pasó una gran manada de reses guiadas por vaqueros. Todos
quedaron impresionados, en especial las niñas, que sólo habían
visto animales en el zoológico. Peter abrazó a Lali. Estaba feliz.
Adoraba aquella tierra y nunca había faltado al Pow Pow anual
de Tulsa. Sabía cuánto significaba para Sanuye su presencia.
Para ella aquello era parte de su raza, de su historia y de su vida.
Tiempo atrás acudía allí muchos fines de semana para despejarse
de su trabajo en el hospital, del ruido de la ciudad y de los
antiguos problemas con su ex, Belén. Peter había volado hasta
Tulsa para estar con Sanuye, que con su voz y su tranquilidad le
daba paz y sosiego.
Mientras Peter conducía les iba explicando que Oklahoma
era una ciudad moderna y sin grandes atascos. Les habló del
Penn Square Mall, el barrio más elegante y lujoso de la localidad,
y Rocío, divertida, comentó que si Mery viviera en
Oklahoma, sin duda alguna lo elegiría. Eso hizo reír a todo el
mundo. Cuando llegaban a un conjunto de casas de madera,
Peter tocó el claxon del minibus. Con rapidez, apareció una
mujer que, levantando, la mano les saludó.
Cuando él detuvo el minibús, bajó de un salto y, tras cuatro
zancadas, llegó hasta donde estaba la mujer. Ambos se abrazaron
y se dijeron algo que nadie entendió. Euge, al igual que su
hermano, corrió para abrazar a la anciana, que besándole el
cabello y agarrándole la cara lloró emocionada. Llevaban unos
seis años sin verse. La última vez que Euge acudió a un Pow
Pow, las gemelas tenían dos años y ahora tenían ocho. Julia y
Susan, sus pequeñas, no se separaron de la bisabuela en cuanto
ésta les sonrió.

Abuela, te presento a Lali y Rocío —dijo Peter
señalándolas.

La mujer clavó su mirada en ellas y sonrió.

Encantada —susurró Lali a la mujer de rostro ajado.
Rocío, ilusionada por estar allí, le dio dos besos con rapidez
y dijo:

Muchísimas gracias por invitarnos. Tiene usted una casa
preciosa.

Sois bien recibidas en mi hogar. Los amigos de mi familia
son mis amigos —respondió Sanuye con una encantadora sonrisa.

Al ver cómo su nieto miraba a Lali, se fijó en ella y comprendió
que aquella muchacha era la responsable de robarle
horas de sueño a Peter.
Entraron en la casa de madera, donde había cuatro habitaciones.
Euge y los niños ocuparon una, Rocío y Lali otra,
Peter una tercera y Sanuye la suya.

¡Qué pasada, Lali! —comentó Rocío mientras sacaba
algunas ropas de la maleta para colgarlas en el pequeño
armario—. ¡Hemos conocido a Sanuye! ¿Has visto su cara? Es
una india como las que hemos visto toda la vida en las películas
de John Wayne. ¿Y su pelo? —continuó excitada—. ¡Qué trenzas
tan largas!

¡Cierra el pico! —la reprendió Lali nerviosa—. Te va a oír.
Un par de horas después, varios vecinos de Sanuye se acercaron
hasta la casa para dar la bienvenida a los familiares de su
vecina. A partir de aquel momento, Euge pasó a ser Amitola y
Peter Amadahy.
Amadahy era muy conocido en aquella pequeña comunidad.
Nunca había faltado a los Pow Pow y solía participar con sus
amigos. Uno de ellos era Chimalis, un profesor de sociología que
vivía en Tulsa, que al verle le abrazó. Llevaban unos meses sin
verse.

Gracias por asistir al Pow Pow —susurró Sanuye a Lali.

Gracias a usted por invitarnos —respondió ella mirándola
con afecto.

Amadahy —dijo Sanuye mirando a su nieto, que reía con
unos hombres— es un chico muy querido en estas tierras, al
igual que Chimalis, Abeytu o Sush. A todos les gusta participar
en los Pow Pow. Para ellos y para los más ancianos de la tribu
representa el pasado de su cultura.

Peter —murmuró Lali, pero luego corrigió—, Amadahy
me ha contado muchas cosas sobre las tradiciones y la vida de
las tribus, y tengo que reconocer que cuando habla de ello se le
iluminan los ojos.

La anciana sonrió y volvió a mirar con orgullo a su guapo
nieto.

Amadahy es uno de los nuestros. Sólo hay que mirarle para
darse cuenta de que el tiempo ha pasado, muchas lunas y
muchos soles han nacido y muerto en estos años, pero el
espíritu de mi marido Awi Ni’ta está vivo en él. —Lali sonrió al
escucharla y vio cómo la anciana miraba a Euge—. Mi nieta es
una estupenda mujer india. Sus genes le hicieron formar pronto
una gran familia, pero su madre, la joven Cecilia, nunca le permitió
pasar noches de luna aquí conmigo. Siempre temió que
los indios —rió al decir esta palabra— le hiciéramos algo.

No disculpo a Cecilia —comentó Lali mirándola—. Pero
tiene usted que comprender que las costumbres que se viven en
España nada tienen que ver con las que ustedes tienen aquí.

Aquí hubiera aprendido cosas que vuestra civilización
nunca le hubiera podido enseñar. Mira a Amadahy —dijo
señalándole con el dedo, mientras éste hablaba muy serio con
Chimalis—. Él ha sabido asimilar ambas civilizaciones. Estoy
orgullosa de él y cuando le miro veo en él a mi padre y a mi
amado marido. Su sangre es india y sus ojos de águila son de
cherokee. Sus manos para cuidar a los enfermos son las de un
magnífico chamán.

Abuela Sanuye, ¿dónde están los caballos? —gritaron las
pequeñas Susan y Julia. Con una maravillosa sonrisa en los
labios, aquella pequeña mujer las cogió de las manos y se las
llevó.

Lali siguió con la mirada a aquella extraña mujer. No
entendía qué había querido decir. ¿Acaso le había insinuado que
no estaba feliz porque su bisnieto cruzara su sangre con otra
extranjera, otra española, como antes lo había hecho su nieto
con Cecilia?
Al atardecer comenzaron a oírse toques de tambor. Sobre las
seis de la tarde aparecieron los abuelos de Euge y Peter, Patrick
y Aiyana, junto a unos amigos. Sanuye, al ver a su hija Aiyana, la
abrazó mientras Peter llevaba las maletas hasta la casa que
había junto a la de su bisabuela. La casa de Patrick y Aiyana.

Al anochecer, todos se vistieron para acercarse hasta el Pow
Pow. Las niñas, encantadas de ser el centro de atención de tanta
gente, sonreían divertidas por vestirse con aquellos atuendos
indios, aunque sus trenzas rubias delataban su mestizaje. La
familia unida asistió a las danzas infantiles, a los cantos que
unos ancianos alzaban al son de toques de tambor. Era una canción
triste en la que recordaban a los espíritus perdidos en
muchas de aquellas absurdas luchas por sus derechos. Sanuye
les explicó que el tambor había sido un medio de comunicación
entre tribus. Dependiendo de sus toques y de la duración de los
mismos, el mensaje variaba.
Durante aquel grato paseo, los abuelos Aiyana y Patrick se
fueron a charlar con unos amigos. Chimalis y su mujer, que
paseaban con sus hijas de dos y cuatro años, comenzaron a
jugar con las niñas de Euge. Tras presentar a Shauna, la mujer
de Chimalis, las mujeres comenzaron a hablar. Peter, un poco
apartado del grupo, habló durante un rato con Chimalis. Estaba
serio cuando lo hacía, pensó Lali, pero al volver a reunirse con
ellas, la sonrisa volvió a su cara. Más tarde se sentaron en una
gran pradera donde se podía observar todo lo que ocurría
alrededor. Sanuye saludaba a amigos que sólo veía una vez al
año. Euge, junto al bebé que dormía en su cochecito, hablaba
con unas antiguas amigas, mientras Rocío bailaba con las
gemelas pasándolo estupendamente.

¿Ves a aquel hombre? —le susurró Peter al oído—. Representa
al hombre de piedra. Según una leyenda para los cherokee
existía un hombre con el cuerpo recubierto de piedra. Se
comentaba que aquel mágico ser podía cambiar su imagen a voluntad
y que viajaba por las aldeas vestido de anciana.

¿Qué está representando aquel grupo? —preguntó Lali
tras escucharle.

La ceremonia de la bebida negra.

Al ver la cara de sorpresa de ésta al oír su respuesta,
prosiguió:

Es un ritual de purificación que solían llevar a cabo tribus
como los cherokee, los choctaw, etcétera, con una bebida que se
hacía con una especie de acebo. Aunque Sush me comentó una
vez —dijo riendo— que si consumías grandes cantidades de ese
líquido podías tener alucinaciones y vómitos.

Al mirarle y verle tan guapo allí, sentado con ella, Lali
preguntó:

¿Sush es otro de tus amigos?

Él, con un cariñoso movimiento, le besó el cuello haciéndola
reír.

Sí. Luego, cuando acaben las danzas te los presentaré.
Ahora están participando.

Ésta asintió y, acercándose más a él, preguntó al ver a dos
hombres en un altar muy quieros y serios:

Aquellos dos hombres de allí ¿qué hacen?

Peter miró y sin apartarse de ella respondió:

Son los jefes de la paz y la guerra. —Al ver que ella le
miraba sorprendida, explicó—: Había cinco tribus civilizadas,
los cherokee, los chockaw, los creek, los seminolas y los
chicasaw, y antes de que me preguntes, no, no eran de los que
arrancaban cabelleras.

Con un gesto divertido que le hizo reír a él, preguntó:

¿Y por qué no llevan plumas?

Peter no pudo contener la risa.
Acercándo de nuevo su boca al cuello de Lali, le susurró
haciendo que se le pusiera la piel de gallina:

Porque no todos los indios han llevado plumas ni han
vivido en tipis. Las películas que habéis visto son las que os han
metido todos esos tópicos en la cabeza. Aunque algo bueno tuvieron
esos tópicos para los vendedores ambulantes. Como
recuerdo turístico, los plumajes y los tipis son lo que más se
vende.

Agotada por la marcha que las gemelas tenían, Rocío se
sentó junto a ellos en ese momento y preguntó:

¿Qué es un tipi?

Los tipis son las típicas tiendas de indios que solías ver en
las películas. Ves aquellas de allí. —Rocío asintió—. Están realizadas
con tres palos largos de madera, recubiertos por varias
piezas de piel de búfalo. Solían medir unos cuatro metros de
alto por cuatro de diámetro. Los que se hacen hoy en día suelen
ser de varillas metálicas y lona, nada que ver con los de antes.
Rocío, mirando lo que Peter le señalaba, dijo:

¡Qué grandes! En las películas parecían más pequeñas.

En las películas todo o casi todo es mentira —rió Lali al
escuchar a su amiga.

Dentro de un tipi podían caber hasta quince personas
señaló Peter—. Y por supuesto, para entrar existían normas.

¿Normas? —preguntó Lali con curiosidad.
Peter asintió y prosiguió:

La primera, y muy importante, había que ser invitado. Una
vez dentro tenías que esperar a que el dueño te indicara dónde
te debías sentar. Las mujeres se situaban en la parte izquierda y
los hombres en la derecha. El fondo del tipi siempre estaba
reservado para el dueño y el invitado de honor. Es el lugar más
caliente de la tienda.

Rocío, pendiente de las palabras de Peter, preguntó con una
sonrisa en los labios:

¿Por qué en todas las pelis de indios siempre fumaban la
famosa «pipa de la paz» en círculo?

Él volvió a sonreír y contestó:

La pipa de la paz es una parte importante de la vida de los
indios. Todo el que fuera a fumar debía estar sentado sobre la
tierra y en círculo. Incluso para fumar de la pipa existen
normas.

Por Dios, esto tiene más normas que hacer un gazpacho
andaluz —rió Rocío arrancando las sonrisas de todos.

Por norma, dentro de un tipo el anfitrión es quien
enciende la pipa. Tras fumar, se pasa de mano en mano hacia la
izquierda, hasta que llega a la puerta y vuelve. Normalmente, en
las películas siempre se fumaba la pipa en ceremonias o tratados
entre tribus. Pero lo más curioso de todo es que cuando el
anfitrión comienza a limpiar la pipa, todo el mundo debe irse a
casa.

Ozú —rió Rocío—. ¡Qué manera de largar al personal!

¿Qué se echa dentro de la pipa? —preguntó Lali divertida.

Aparte de tabaco bendito, corteza roja de sauce, gayuba e
incluso varios tipos de hierbas.

De nuevo, Rocío se carcajeó y haciéndoles reír soltó:

Vaya, vaya con tus antepasados. ¡Menudos cuelgues que se
debían de pillar con tanta hierba! Oye, estoy pensando en comprar
una pipa para mi padre. ¿De qué estaban hechas?
preguntó.

Las verdaderas son de piedra roja o negra. Para que tire el
cañón suele ser de fresno, y se decoran con cintas que representan
los cuatro puntos cardinales. Piensa que fumar en pipa
era todo un ritual. El humo que desprendía estaba cargado de
espiritualidad. Recuérdame que cuando lleguemos a casa de
Sanuye te enseñe la pipa y el tomahawk que guarda de nuestros
antepasados.

¿Tomahawk? —preguntaron Rocío y Lali mirándole.

Así se denomina al hacha que utilizaban. —Y haciéndolas
reír añadió—: La famosa hacha de guerra.

¿Con la que cortaban las cabelleras? —río Rocío.

Peter ante aquella pregunta, aclaró con rapidez:

Los cherokees eran un pueblo muy civilizado y nunca hicieron
esa barbaridad de arrancar cabelleras como reflejan las
películas del Oeste. Quizá otras tribus lo hicieran, pero te puedo
asegurar que los cherokees no.

En ese momento aparecieron Sush, Chimalis y más amigos
de Peter. Le obligaron a ir con ellos hasta una gran hoguera,
alrededor de la cual había muchos hombres danzando.

¡Míralos cómo hacen el indio! —bromeó Rocío. Lali se carcajeó
al oírla—. ¿Te imaginas a Mery aquí?

No, imposible —rió Lali—. ¿Sabes a quién le encantaría
todo esto? A nuestra Cande. Creo que de aquí obtendría un
buen reportaje.

Propónselo otro año —comentó Rocío—. Por cierto, qué
pequeño es el mundo. Mira que encontrarse con su antiguo vecino
en Seattle.

Sí, eso me contó —asintió Lali sin apartar su mirada de
Peter—. En esta vida nunca se sabe con quién te volverás a
encontrar.

Ambas permanecieron calladas cinco minutos, hasta que
Rocío dijo:

Fíjate, en España se bailan sevillanas y aquí danzan
alrededor del fuego. ¡Qué cosas, maja! ¿Te imaginas a mi madre
aquí?

Mujer, es su cultura. Danzar alrededor del fuego es para
ellos algo sagrado que les puede ayudar a conectar con el Gran
Espíritu. —Luego, sonriendo, añadió—: Y no, no me puedo imaginar
a Candela aquí.

Estarás encantada con todo lo que estás aprendiendo
sonrió su amiga—. Con lo que te gusta a ti todo este tipo de
cosas.

Lali sonrió. Era cierto que le encantaba aprender sobre
diferentes culturas, y aquélla en particular, tenía que reconocer
que le estaba apasionando. En ese momento, las niñas llegaron
corriendo y, tras coger a Rocío de la mano, se la llevaron de
nuevo a bailar.

Veo que sabes bastante sobre nuestras costumbres —dijo
Sanuye sentándose al lado de Lali.

Sorprendida por la mujer, Lali la miró y sonrió.

Lo poco que sé me lo ha enseñado Peter, perdón,
Amadahy.

La anciana, tras acariciar con cariño su melena rubia, asintió
y dijo:

Té está enseñando muy bien.

Años atrás, su nieto había acudido al Pow Pow con aquella
insufrible mujer, Belén. Nunca se había ocupado de enseñarle
nada, sobre todo porque ella tampoco tenía ninguna intención
de aprender.

¿Puedo hacerle una pregunta? —dijo Lali mirándola a los
ojos. Sanuye asintió—. Antes, cuando me habló de la madre de
Amadahy, ¿quiso decirme que no aprueba nuestra relación?

La anciana cogiendo a Lali de las manos, cosa que no pasó
desapercibida a Peter, que las miraba desde una prudente
lejanía, le susurró:

Si has entendido eso es que me he explicado muy mal,
hija.Yo sólo quería que entendieras que me gustaría que mi cultura
perdurara a través de mi Amadahy. No estoy en contra de
vuestro amor. Cuando hay amor entre dos personas nada ni
nadie puede opinar. Solamente quería decirte que me gustaría
que respetaras algunas costumbres y tradiciones, y que me dolería
que sintieras vergüenza al conocerlas.

Pero si yo estoy encantada con todo lo que estoy viendo y
viviendo aquí —comentó Lali sonriendo cariñosamente a
Sanuye.

Peter continuaba observándolas. Le gustaba verlas hablar,
algo que Belén, su ex, nunca había intentado hacer con su
abuela. Al escucharla y ver la alegría en su mirada, la anciana
sonrió y añadió:

Lo intuyo, hija. Sin embargo, sufrí mucho cuando vi cómo
mi nieto, el padre de Amadahy, Chilaili, se despegaba de
nuestras costumbres. No pude hacer nada porque lo hizo por
amor hacia su mujer, la joven Cecilia.

Lali, al recordar a Anthony, el padre de Peter, dijo con una
bonita sonrisa:

Yo creo que Chilaili sigue adorando muchas de sus
costumbres.

La anciana asintió y con gesto triste preguntó:

Entonces, ¿por qué no viene nunca a un Pow Pow? ¿Acaso
los años le han hecho avergonzarse de sus orígenes?

No, Sanuye —dijo Lali intentando entender a aquella
mujer—. No es eso. Creo que la distancia le ha hecho olvidar su
cultura, pero nunca avergonzarse.

¿Qué ocurre aquí? —preguntó Euge que en ese momento se
sentaba bebiendo una Coca-Cola que ofreció a Lali y que ésta
aceptó.

Estamos hablando de vuestras costumbres —comentó Lali
con rapidez.

¡Abuela! —rió Euge mirándo a aquella mujer—. Tengo que
reconocer que todo esto me encanta. Te prometo venir más a
menudo a verte. —La mujer aplaudió—. Les acabo de contar a
los abuelos lo de Nico y me han dicho que puedo contar con
ellos. Creo que a los niños les vendrá estupendamente el contacto
con la naturaleza, y a mí aún mejor el estar contigo durante
un tiempo. Así que, cuando las niñas terminen el colegio,
prepárate porque aquí me tendrás con todos los enanos.

¡Amitola! —susurró la anciana encantada con aquellas
noticias—. Te quiero, hija mía. Me honra oír esas palabras de tu
boca.

En ese momento, las miradas de Sanuye y Lali se encontraron.
La felicidad corría con fuerza por las venas de la anciana.
Era una felicidad que había tardado en llegar pero que, finalmente,
había encontrado el camino y por fin estaba llenando la
casa. Aquella noche, cuando regresaron, Euge, sentándose en los
escalones de entrada con su hermano y sus amigas, comentó lo
que pensaba hacer con su vida. En primer lugar, iba a ser
valiente y se iba a separar; y en segundo lugar, iba a vivir. Tras
escuchar a Euge, Lali y Peter se fueron a dar un paseo.
Necesitaban algún momento de soledad para poder besarse y
tener un poco de intimidad.
Peter llevó a Lali hasta un pequeño río cercano a la casa. La
animó a darse un baño con él. Al principio, ésta se negó. Le
daba vergüenza que alguien pudiera verles. Sin embargo, el
deseo pudo al final con ella y, además de meterse en el agua y
jugar junto a él, hicieron el amor con dulzura y pasión en la
orilla. Los besos de Peter la volvían loca. La pasión que
desataba en ella era increíble. Su mirada la hacía vibrar como
nunca nadie lo había hecho. Ésa era la razón por la que nunca
podía decirle que no a nada, y menos aquella noche, con aquella
luna y en aquel lugar.
Volvieron de madrugada, cuando pensaban que nadie les
vería ni oiría. Pero se equivocaron. Unos ojos sabios y envejecidos
por el tiempo les observaban y sonreían al ver la felicidad
de aquella pareja. Era una felicidad tan verdadera y tan maravillosa
como la que en su momento Sanuye y Awi Ni’ta disfrutaron
en aquellas tierras y en aquel río, con aquella luna y bajo aquellas
mismas estrellas, que aquella noche lucían de forma maravillosa

para su nieto y su amor.

Continuará...

8 comentarios:

  1. Ohhh que lindo cap. Y reaparecíste!! No te alejes mucho queremos maratoon!!

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  2. Hola chicas. SOY LA DUEÑA DEL BLOG. No se si vereis esto pero he intentado entrar al blog pero no me acuerdo del nombre de la cuenta.
    Si quereis puedo continuar subiendo en wattpad.
    Si alguien lo llega a leer que se comunique conmigo en mi twitter @lalitter08

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  3. cuando subis mas caps o es que ya no la vas a seguir?

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  4. cuando subis mas caps o es que ya no la vas a seguir?

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