martes, 4 de agosto de 2015

OLVIDE OLVIDARTE: Capitulos 15 y 16

CAPITULO 15

Cuando Cande llegó al zoo, a punto estuvo de caerse de culo al
encontrarse con Phil Trevor, su ex.
«Pero… pero qué hace éste aquí», pensó al verle. Como
siempre Phil iba impecablemente vestido en tonos beige, bien
peinado, y con los zapatos relucientes. Al mirarle, Cande se
imaginó las horas que habría invertido aquella noche en decidir
qué ponerse. Aquella manía de él era algo que a ella durante su
noviazgo le sacaba de sus casillas. Phil, al verla, sonrió y estirándose
anduvo hacia ella para saludarla.

Espero que el desayuno de esta mañana estuviera tal y
como tú deseabas —dijo tras darle un beso en la mejilla.

cande, al escuchar aquello, miró a Luis y éste, al reconocerle,
dijo:
Anda, ¡pero si es el tipo del Dunkin Donuts! —Y volviéndose
hacia una incómoda Cande, añadió—: Éste es el tío que
pidió tu desayuno a la camarera.

Phill, feliz por descubrir el desconcierto en los ojos de ella, la
tomó de la cintura y caminó hacia la jaula del gorila.

El mismo. —Y al ver que ella fruncía el cejo, dijo metiendo
un zapato en el barro—. Veo que tus gustos no cambian y que
los donuts siguen siendo tu debilidad, «cucuruchita».
«¡Lo odio! ¡Odio que me llame “cucuruchita”!», pensó,
molesta por aquella familiaridad. Y al pararse ante la jaula de la
gorila le miró. Sabía que aquel tipo de reportajes no eran los que
él solía hacer así que preguntó:

¿Qué narices estás haciendo aquí, Phil?

Con un nada fingido desprecio, el repeinado miró hacia la
gorila, que les observaba y, mientras se ponía una mascarilla
con olor a lavanda y le entregaba otra a ella, que ésta rechazó de
un manotazo, dijo:

Estaba en el campeonato de béisbol de los Mariners. Como
esto quedaba cerca, me han pedido que cubra la noticia de estos
asquerosos monos. Oh, Dios, cucuruchita ponte la mascarilla.
No creo que sea sano que aspiremos el pestilente hedor que
desprende esa mona.

Cerró los ojos. No le soportaba. Era un tiquismiquis. Y
apretando los dientes dijo cogiéndole de las solapas:

Como vuelvas a llamarme cucuruchita, no respondo, Phil.

De acuerdo, de acuerdo, cucu… Cande —rió el hombre
levantándose por unos segundos la mascarilla—. No te enfades,
mujer. Bastante tenemos con aguantar a esta odiosa gorila y a
sus sucias crías.

Sin entender aún qué hacía allí, ni por qué hablaba así de la
pobre Jamila, refunfuñó, mientras Luis, el cámara, hacía ver
que no escuchaba.

De verdad, Phil. No sé qué te ha hecho esta pobre gorila
para que tengas que hablar así de ella.

Te parece poco cómo estoy poniendo de caca de animal
mis bonitos zapatos. —Al oírle y ver cómo éste le enseñaba su
zapato derecho, sonrió.

Le conocía muy bien y sabía que los animales, de cualquier
especie y tamaño, y Phil debían permanecer cuanto más lejos
mejor.

Por cierto, Cande —dijo el hombre mirándola—. Estás
más guapa que la última vez que te vi.

Gracias, Phil. Eso es todo un cumplido viniendo de ti.
Suspiró mientras observaba cómo su ex se restregaba el zapato
contra la acera y Luis hacía esfuerzos por no reírse.

Una vez el zapato estuvo algo más limpio, Phil centró de
nuevo su atención en ella.
¿Qué tal te va la vida? —Al preguntar aquello, perdió el
equilibrio y metió el pie en un charco.

Pues como a todos. Unos días bien y otros mejor —sonrió
al ver su gesto de horror cuando comprobó que unas gotas
negras habían manchado su caro y clarísimo traje beige.

He oído que estás saliendo con Marlon, el jugador más
polifacético del equipo olímpico de waterpolo.

«Y a ti qué te importa», pensó Cande pero, sin querer
entrar en su juego, respondió:

Te han informado bien.

¿Eres feliz?

Mucho —respondió tras cruzar una mirada con su compañero
Luis.

Por lo que sé, ese tipo es un guaperas que se lleva a las
nenas de calle.

Aquel malicioso comentario de Phil no le gustó. Cande le
miró entonces y, tras conseguir que su autocontrol le funcionara
al cien por cien, con una sonrisa dijo:

Marlon es un hombre muy sexy. Es normal que las
mujeres babeen por él. Pero ahora está conmigo y no creo que
tenga nada por lo que preocuparme.
Con una sonora carcajada, que no gustó a Cande, él añadió,
con un extraño brillo en los ojos:

Vaya… vaya. Veo que la madurez ha relajado tus celos.

Molesta por aquel absurdo comentario se cuadró ante él y
preguntó.

¿A qué te refieres?

Pero alejándose de ella, al ver que sus maquilladoras
llegaban, dijo con soberbia:

Cómprate el New York Times, cucuruchita, y ya me lo
dirás.

Cuando aquel tipo se alejó, Luis, el cámara, acercándose a
ella espetó:

Qué tío más impresentable.

Cande marcó el teléfono de Marlon con la intención de
comprar el New York Times en cuando pudiera. Seguía desconectado
por lo que, tras cerrar su móvil y con gesto contrariado,
respondió:
Dímelo a mí. Anulé mi boda con él.


CAPITULO 16

A las cinco y media Agus llegó al zoo con dos compañeros que
actuaron como asistentes en el parto. Junto a los cuidadores,
sedaron a Jamila. Se le puso anestesia general y se le practicó
una cesárea para extraer a sus dos crías. Fueron dos machos
sanos que pesaron dos kilos y medio y dos kilos y trescientos
gramos respectivamente. Cande desde su sitio miraba alucinada
cómo Agus y sus compañeros trabajaban, mientras Luis
grababa. Cuando Agus se acercó a ella con uno de los
pequeños gorilas y se lo dejó coger en brazos se sintió feliz,
mientras éste la miraba encantado. Aquello desagradó terriblemente
a Phil, que desde su sitio declinó la oferta de Agus para
coger a la otra cría.
Aquella noche al regresar al hotel, lo primero que hizo
cande nada más cerrar la puerta de su habitación fue llamar a
Marlon. Tras el comentario de Phill, algo rondaba en su interior.
Maldijo el momento en que volvió a saltar el buzón de voz.
Molesta por no poder hablar con él, se metió en la ducha y
cuando salió vio que tenía varias llamadas perdidas. Tres de
Euge, dos de Rocío y dos de Lali. Eso la mosqueó aún más. ¿Qué
había salido en el New York Times?
El teléfono sonó. Era Rocío. Pero no lo descolgó sino que,
directamente, lo apagó. Primero, necesitaba saber por qué Marlon
no contestaba al teléfono. Cuando se disponía a salir en
busca del dichoso periódico, sonó el teléfono de recepción. Era
Agus. Se había informado de dónde se alojaba y quería
invitarla a cenar. Ella aceptó. Con rapidez, cambió los vaqueros
por un vestido de tirantes azul y blanco y unas sandalias,
aunque se llevó la cazadora vaquera por si refrescaba. Como una
tromba, bajó por las escaleras del hotel y, al ver a Agus, que
estaba guapísimo con aquellos vaqueros y su camisa negra, dijo
antes de que él pudiera hablar:

¡Necesito un favor muy urgente!

Dime.

Quiero ir a algún sitio donde pueda comprar la prensa.

Sin entender el porqué de aquello, Agus se encogió de
hombros y, acompañándola hasta su coche, le abrió la puerta y
dijo:

Eso es fácil. Te llevaré a un sitio muy pintoresco de Seattle,
Pike Pine Market. Es un lugar donde encontrarás cualquier
cosa. —Ella asintió y se sentó en el coche. Necesitaba desvelar lo
que había ocurrido.
Agus, al sentarse frente al volante de su coche y ver los
nudillos de las manos de Cande, blancos como el techo de su
casa, la miró extrañado y preguntó:

¿Ocurre algo?

Ella le miró y, tras resoplar con un gesto que la hizo sonreír,
susurró:

Sí, ocurre algo, pero todavía no sé el qué.

El trayecto en coche no fue muy largo, y a pesar de la conversación
que Agus intentaba mantener con ella, Cande estaba
demasiado callada. Tras aparcar el coche, Agus la cogió del
codo y la llevó hasta un impresionante local, donde se podía
comprar prensa extranjera o local. Ya de lejos, CAnde vio la
portada del New York Times. Como una autómata, cogió el periódico
en sus manos y leyó el titular: «Sexo, drogas y mujeres
para los jugadores Olímpicos de waterpolo». En la foto se veía a
Marlon, Denis y Jack con tres mujeres en posturas no muy
decorosas.

¡Será cabrón! —gritó con el periódico en las manos.

Todo el mundo la miró, y eso hizo que Agus se fijara con
más atención en el titular.

¿Conoces a esos tipos? —preguntó Agus.

¡Es Marlon! —contestó Cande señalando la foto del
periódico.

¿Y quién es Marlon? —preguntó Agus observándola.

Con los ojos como platos Cande le miró y, tratando de no
decir palabrotas, repuso:

Hasta hace dos minutos, la persona que salía conmigo.

¿Cómo? —dijo Agus y fijándose en la foto preguntó—:
¿Tú salías con este tipo?

Incrédulo, la miró. El individuo de la foto llevaba el pelo
platino y un pendiente en la oreja, y su gesto de mala leche
indicaba la clase de persona que era.

Tú lo has dicho —suspiró soltando el periódico—. Salía.
Ahora lo entendía todo. Las llamadas de sus amigas, el teléfono
desconectado de Marlon, y la lengua viperina de Phil.
Desconcertada, resopló y se llevó las manos a la cabeza intentando
razonar antes de hablar.

Ven aquí. —Agus la agarró y la sacó de la tienda—.
Vamos a cenar algo.

Mientras caminaba por aquel mercadillo cogida de la mano
protectora de Agus, pensó que realmente Marlon y ella nunca
habían sido pareja. De los tres meses que llevaban juntos, entre
sus viajes y los de ella, apenas se habían visto uno. Pero le dolió
pensar en la traición. Había creído que Marlon sentía algo por
ella. Por lo menos así se lo hacía saber. Agus, sin detenerse a
pensar y enfadado por ver a Cande en aquel estado, la llevó a
un restaurante tranquilo, donde unos músicos amenizaban la
velada. Cuando ambos se sentaron, miró a Agus y dijo:

No sé si podré cenar…

Agus la miró y, al verla tan descolocada, deseó besarla. Sin
embargo, aquél no era el mejor momento. Se acercó a ella y le
pasó la mano por su sueve pelo:

Oh sí —afirmó con seguridad—. Por supuesto que podrás.
Toma la carta, olvida lo ocurrido y decide qué quieres cenar.

Al sentir su mano en su cabello, a Cande se le erizó todo el
vello del cuerpo, Mirándole por el rabillo del ojo pensó en lo
atractivo que estaba con aquellas gafas sin montura. Luego
observó sus labios tentadores y sintió el deseo de besarlos:
«¡Oh, Dios! Pero ¿en qué estoy pensando? Me parezco a
Mery, no acabo con un tipo y ya estoy imaginando cómo será
besar a otro», se regañó a sí misma. Pero con Agus no lo podía
evitar. Siempre le había atraído y volvía a comprobar que
incluso pasados los años seguía sintiendo la misma atracción
por él. Al ver que el hombre la miraba como si intuyera lo que
pensaba, soltó un resoplido y dijo:

Todavía no me lo puedo creer. Y encima en mi casa. ¡Qué
poca vergüenza!

¿En tu casa? —repitió Agus, escandalizado.

Las fotos que han salido son del patio de mi casa —repitió
ella, que tras mirar la carta y mientras encendía el móvil dijo—:
Me apetece tomar cordero. ¿Tendrán cordero?

Agus la miró sorprendido. Cande seguía haciendo lo
mismo que cuando era jovencita. Su punto fuerte siempre había
sido no dejar al descubierto sus sentimientos.

No lo sé —respondió Agus—. Pídelo y a ver qué dice el
camarero.
Dos minutos después, tras preguntar si había cordero y
recibir una respuesta positiva, mientras Agus hablaba con el
camarero sonó el móvil de Cande. Como si le quemara el
trasero ésta se levantó de la silla al ver en la pantalla el nombre
de Marlon. Disculpándose, se alejó unos metros de Agus, pero
dio igual. Sus continuos movimientos con las manos y sus gritos
al maldecir hicieron que todo el restaurante estuviera pendiente
de ella. Le decía que no quería volver a verlo y que, en su ausencia,
sacara sus trastos de su casa, porque si cuando ella
regresara estaban allí, los iba a tirar al contenedor. Diez
minutos después, tras soltar por su boca todo tipo de maldiciones,
volvió a la mesa en la que un paciente Agus la
esperaba.

¿Mejor? —preguntó él.
Ella dio un trago a su bebida y asintió. El móvil sonó de
nuevo. Era Lali. Esta vez, sin levantarse de su asiento, lo cogió y
sorprendiendo de nuevo a Agus y a todo el restaurante
vociferó:

¿Has visto al malnacido de Marlon en el New York Times?
Por Dios, te juro que le mataría, le sacaría los higadillos y se los
metería de nuevo en la boca.

Lali, al notar lo furiosa que estaba su amiga, intentó
calmarla. Diez minutos después, Agus comía mientras Cande
continuaba hablando.

Lali, cariño, prometo telefonearte mañana. Por favor
llama a Euge y a Rocío. Me han dejado un mensaje y no he
podido hablar con ellas. Diles que estoy bien, ¿vale?

Por supuesto, no te preocupes —asintió Lali—. Ahora
mismo las llamo. Sólo queríamos saber cómo estabas.

Tranquila, estoy bien —repitió—, y en buena compañía.
Mientras miraba a Agus, que comía, y para evitar la curiosidad
de su amiga preguntó—: ¿Y tú qué tal con el hermano de
Pocahontas?

De película —respondió Lali antes de colgar—. Y oye, que
no cuela. ¡Sé que estás con alguien! Ya hablaremos en otra
ocasión, con más tranquilidad.

Tras despedirse de Lali, Cande cerró el móvil. Pero en ese
momento volvió a sonar. Era Marlon.

Apaga ese trasto y cena —ordenó Agus, muy serio. Ella lo
apagó encantada.


Continuará...
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Para quien quira saber el libro se llama asi "olvide olvidarte" de Megan Maxwell

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