CAPITULO 15
Cuando
Cande llegó al zoo, a punto estuvo de caerse de culo al
encontrarse
con Phil Trevor, su ex.
«Pero…
pero qué hace éste aquí», pensó al verle. Como
siempre
Phil iba impecablemente vestido en tonos beige, bien
peinado,
y con los zapatos relucientes. Al mirarle, Cande se
imaginó
las horas que habría invertido aquella noche en decidir
qué
ponerse. Aquella manía de él era algo que a ella durante su
noviazgo
le sacaba de sus casillas. Phil, al verla, sonrió y estirándose
anduvo
hacia ella para saludarla.
—Espero
que el desayuno de esta mañana estuviera tal y
como
tú deseabas —dijo tras darle un beso en la mejilla.
cande,
al escuchar aquello, miró a Luis y éste, al reconocerle,
dijo:
—Anda,
¡pero si es el tipo del Dunkin Donuts! —Y volviéndose
hacia
una incómoda Cande, añadió—: Éste es el tío que
pidió
tu desayuno a la camarera.
Phill,
feliz por descubrir el desconcierto en los ojos de ella, la
tomó
de la cintura y caminó hacia la jaula del gorila.
—El
mismo. —Y al ver que ella fruncía el cejo, dijo metiendo
un
zapato en el barro—. Veo que tus gustos no cambian y que
los
donuts siguen siendo tu debilidad, «cucuruchita».
«¡Lo
odio! ¡Odio que me llame “cucuruchita”!», pensó,
molesta
por aquella familiaridad. Y al pararse ante la jaula de la
gorila
le miró. Sabía que aquel tipo de reportajes no eran los que
él
solía hacer así que preguntó:
—¿Qué
narices estás haciendo aquí, Phil?
Con
un nada fingido desprecio, el repeinado miró hacia la
gorila,
que les observaba y, mientras se ponía una mascarilla
con
olor a lavanda y le entregaba otra a ella, que ésta rechazó de
un
manotazo, dijo:
—Estaba
en el campeonato de béisbol de los Mariners. Como
esto
quedaba cerca, me han pedido que cubra la noticia de estos
asquerosos
monos. Oh, Dios, cucuruchita ponte la mascarilla.
No
creo que sea sano que aspiremos el pestilente hedor que
desprende
esa mona.
Cerró
los ojos. No le soportaba. Era un tiquismiquis. Y
apretando
los dientes dijo cogiéndole de las solapas:
—Como
vuelvas a llamarme cucuruchita, no respondo, Phil.
—De
acuerdo, de acuerdo, cucu… Cande —rió el hombre
levantándose
por unos segundos la mascarilla—. No te enfades,
mujer.
Bastante tenemos con aguantar a esta odiosa gorila y a
sus
sucias crías.
Sin
entender aún qué hacía allí, ni por qué hablaba así de la
pobre
Jamila, refunfuñó, mientras Luis, el cámara, hacía ver
que
no escuchaba.
—De
verdad, Phil. No sé qué te ha hecho esta pobre gorila
para
que tengas que hablar así de ella.
—Te
parece poco cómo estoy poniendo de caca de animal
mis
bonitos zapatos. —Al oírle y ver cómo éste le enseñaba su
zapato
derecho, sonrió.
Le
conocía muy bien y sabía que los animales, de cualquier
especie
y tamaño, y Phil debían permanecer cuanto más lejos
mejor.
—Por
cierto, Cande —dijo el hombre mirándola—. Estás
más
guapa que la última vez que te vi.
—Gracias,
Phil. Eso es todo un cumplido viniendo de ti.
—Suspiró
mientras observaba cómo su ex se restregaba el zapato
contra
la acera y Luis hacía esfuerzos por no reírse.
Una
vez el zapato estuvo algo más limpio, Phil centró de
nuevo
su atención en ella.
—¿Qué
tal te va la vida? —Al preguntar aquello, perdió el
equilibrio
y metió el pie en un charco.
—Pues
como a todos. Unos días bien y otros mejor —sonrió
al
ver su gesto de horror cuando comprobó que unas gotas
negras
habían manchado su caro y clarísimo traje beige.
—He
oído que estás saliendo con Marlon, el jugador más
polifacético
del equipo olímpico de waterpolo.
«Y
a ti qué te importa», pensó Cande pero, sin querer
entrar
en su juego, respondió:
—Te
han informado bien.
—¿Eres
feliz?
—Mucho
—respondió tras cruzar una mirada con su compañero
Luis.
—Por
lo que sé, ese tipo es un guaperas que se lleva a las
nenas
de calle.
Aquel
malicioso comentario de Phil no le gustó. Cande le
miró
entonces y, tras conseguir que su autocontrol le funcionara
al
cien por cien, con una sonrisa dijo:
—Marlon
es un hombre muy sexy. Es normal que las
mujeres
babeen por él. Pero ahora está conmigo y no creo que
tenga
nada por lo que preocuparme.
Con
una sonora carcajada, que no gustó a Cande, él añadió,
con
un extraño brillo en los ojos:
—Vaya…
vaya. Veo que la madurez ha relajado tus celos.
Molesta
por aquel absurdo comentario se cuadró ante él y
preguntó.
—¿A
qué te refieres?
Pero
alejándose de ella, al ver que sus maquilladoras
llegaban,
dijo con soberbia:
—Cómprate
el New York Times, cucuruchita, y ya me lo
dirás.
Cuando
aquel tipo se alejó, Luis, el cámara, acercándose a
ella
espetó:
—Qué
tío más impresentable.
Cande
marcó el teléfono de Marlon con la intención de
comprar
el New York Times en cuando pudiera. Seguía desconectado
por
lo que, tras cerrar su móvil y con gesto contrariado,
respondió:
—Dímelo
a mí. Anulé mi boda con él.
CAPITULO 16
A
las cinco y media Agus llegó al zoo con dos compañeros que
actuaron
como asistentes en el parto. Junto a los cuidadores,
sedaron
a Jamila. Se le puso anestesia general y se le practicó
una
cesárea para extraer a sus dos crías. Fueron dos machos
sanos
que pesaron dos kilos y medio y dos kilos y trescientos
gramos
respectivamente. Cande desde su sitio miraba alucinada
cómo
Agus y sus compañeros trabajaban, mientras Luis
grababa.
Cuando Agus se acercó a ella con uno de los
pequeños
gorilas y se lo dejó coger en brazos se sintió feliz,
mientras
éste la miraba encantado. Aquello desagradó terriblemente
a
Phil, que desde su sitio declinó la oferta de Agus para
coger
a la otra cría.
Aquella
noche al regresar al hotel, lo primero que hizo
cande
nada más cerrar la puerta de su habitación fue llamar a
Marlon.
Tras el comentario de Phill, algo rondaba en su interior.
Maldijo
el momento en que volvió a saltar el buzón de voz.
Molesta
por no poder hablar con él, se metió en la ducha y
cuando
salió vio que tenía varias llamadas perdidas. Tres de
Euge,
dos de Rocío y dos de Lali. Eso la mosqueó aún más. ¿Qué
había
salido en el New York Times?
El
teléfono sonó. Era Rocío. Pero no lo descolgó sino que,
directamente,
lo apagó. Primero, necesitaba saber por qué Marlon
no
contestaba al teléfono. Cuando se disponía a salir en
busca
del dichoso periódico, sonó el teléfono de recepción. Era
Agus.
Se había informado de dónde se alojaba y quería
invitarla
a cenar. Ella aceptó. Con rapidez, cambió los vaqueros
por
un vestido de tirantes azul y blanco y unas sandalias,
aunque
se llevó la cazadora vaquera por si refrescaba. Como una
tromba,
bajó por las escaleras del hotel y, al ver a Agus, que
estaba
guapísimo con aquellos vaqueros y su camisa negra, dijo
antes
de que él pudiera hablar:
—¡Necesito
un favor muy urgente!
—Dime.
—Quiero
ir a algún sitio donde pueda comprar la prensa.
Sin
entender el porqué de aquello, Agus se encogió de
hombros
y, acompañándola hasta su coche, le abrió la puerta y
dijo:
—Eso
es fácil. Te llevaré a un sitio muy pintoresco de Seattle,
Pike
Pine Market. Es un lugar donde encontrarás cualquier
cosa.
—Ella asintió y se sentó en el coche. Necesitaba desvelar lo
que
había ocurrido.
Agus,
al sentarse frente al volante de su coche y ver los
nudillos
de las manos de Cande, blancos como el techo de su
casa,
la miró extrañado y preguntó:
—¿Ocurre
algo?
Ella
le miró y, tras resoplar con un gesto que la hizo sonreír,
susurró:
—Sí,
ocurre algo, pero todavía no sé el qué.
El
trayecto en coche no fue muy largo, y a pesar de la conversación
que
Agus intentaba mantener con ella, Cande estaba
demasiado
callada. Tras aparcar el coche, Agus la cogió del
codo
y la llevó hasta un impresionante local, donde se podía
comprar
prensa extranjera o local. Ya de lejos, CAnde vio la
portada
del New York Times. Como una autómata, cogió el periódico
en
sus manos y leyó el titular: «Sexo, drogas y mujeres
para
los jugadores Olímpicos de waterpolo». En la foto se veía a
Marlon,
Denis y Jack con tres mujeres en posturas no muy
decorosas.
—¡Será
cabrón! —gritó con el periódico en las manos.
Todo
el mundo la miró, y eso hizo que Agus se fijara con
más
atención en el titular.
—¿Conoces
a esos tipos? —preguntó Agus.
—¡Es
Marlon! —contestó Cande señalando la foto del
periódico.
—¿Y
quién es Marlon? —preguntó Agus observándola.
Con
los ojos como platos Cande le miró y, tratando de no
decir
palabrotas, repuso:
—Hasta
hace dos minutos, la persona que salía conmigo.
—¿Cómo?
—dijo Agus y fijándose en la foto preguntó—:
¿Tú
salías con este tipo?
Incrédulo,
la miró. El individuo de la foto llevaba el pelo
platino
y un pendiente en la oreja, y su gesto de mala leche
indicaba
la clase de persona que era.
—Tú
lo has dicho —suspiró soltando el periódico—. Salía.
Ahora
lo entendía todo. Las llamadas de sus amigas, el teléfono
desconectado
de Marlon, y la lengua viperina de Phil.
Desconcertada,
resopló y se llevó las manos a la cabeza intentando
razonar
antes de hablar.
—Ven
aquí. —Agus la agarró y la sacó de la tienda—.
Vamos
a cenar algo.
Mientras
caminaba por aquel mercadillo cogida de la mano
protectora
de Agus, pensó que realmente Marlon y ella nunca
habían
sido pareja. De los tres meses que llevaban juntos, entre
sus
viajes y los de ella, apenas se habían visto uno. Pero le dolió
pensar
en la traición. Había creído que Marlon sentía algo por
ella.
Por lo menos así se lo hacía saber. Agus, sin detenerse a
pensar
y enfadado por ver a Cande en aquel estado, la llevó a
un
restaurante tranquilo, donde unos músicos amenizaban la
velada.
Cuando ambos se sentaron, miró a Agus y dijo:
—No
sé si podré cenar…
Agus
la miró y, al verla tan descolocada, deseó besarla. Sin
embargo,
aquél no era el mejor momento. Se acercó a ella y le
pasó
la mano por su sueve pelo:
—Oh
sí —afirmó con seguridad—. Por supuesto que podrás.
Toma
la carta, olvida lo ocurrido y decide qué quieres cenar.
Al
sentir su mano en su cabello, a Cande se le erizó todo el
vello
del cuerpo, Mirándole por el rabillo del ojo pensó en lo
atractivo
que estaba con aquellas gafas sin montura. Luego
observó
sus labios tentadores y sintió el deseo de besarlos:
«¡Oh,
Dios! Pero ¿en qué estoy pensando? Me parezco a
Mery,
no acabo con un tipo y ya estoy imaginando cómo será
besar
a otro», se regañó a sí misma. Pero con Agus no lo podía
evitar.
Siempre le había atraído y volvía a comprobar que
incluso
pasados los años seguía sintiendo la misma atracción
por
él. Al ver que el hombre la miraba como si intuyera lo que
pensaba,
soltó un resoplido y dijo:
—Todavía
no me lo puedo creer. Y encima en mi casa. ¡Qué
poca
vergüenza!
—¿En
tu casa? —repitió Agus, escandalizado.
—Las
fotos que han salido son del patio de mi casa —repitió
ella,
que tras mirar la carta y mientras encendía el móvil dijo—:
Me
apetece tomar cordero. ¿Tendrán cordero?
Agus
la miró sorprendido. Cande seguía haciendo lo
mismo
que cuando era jovencita. Su punto fuerte siempre había
sido
no dejar al descubierto sus sentimientos.
—No
lo sé —respondió Agus—. Pídelo y a ver qué dice el
camarero.
Dos
minutos después, tras preguntar si había cordero y
recibir
una respuesta positiva, mientras Agus hablaba con el
camarero
sonó el móvil de Cande. Como si le quemara el
trasero
ésta se levantó de la silla al ver en la pantalla el nombre
de
Marlon. Disculpándose, se alejó unos metros de Agus, pero
dio
igual. Sus continuos movimientos con las manos y sus gritos
al
maldecir hicieron que todo el restaurante estuviera pendiente
de
ella. Le decía que no quería volver a verlo y que, en su ausencia,
sacara
sus trastos de su casa, porque si cuando ella
regresara
estaban allí, los iba a tirar al contenedor. Diez
minutos
después, tras soltar por su boca todo tipo de maldiciones,
volvió
a la mesa en la que un paciente Agus la
esperaba.
—¿Mejor?
—preguntó él.
Ella
dio un trago a su bebida y asintió. El móvil sonó de
nuevo.
Era Lali. Esta vez, sin levantarse de su asiento, lo cogió y
sorprendiendo
de nuevo a Agus y a todo el restaurante
vociferó:
—¿Has
visto al malnacido de Marlon en el New York Times?
Por
Dios, te juro que le mataría, le sacaría los higadillos y se los
metería
de nuevo en la boca.
Lali,
al notar lo furiosa que estaba su amiga, intentó
calmarla.
Diez minutos después, Agus comía mientras Cande
continuaba
hablando.
—Lali,
cariño, prometo telefonearte mañana. Por favor
llama
a Euge y a Rocío. Me han dejado un mensaje y no he
podido
hablar con ellas. Diles que estoy bien, ¿vale?
—Por
supuesto, no te preocupes —asintió Lali—. Ahora
mismo
las llamo. Sólo queríamos saber cómo estabas.
—Tranquila,
estoy bien —repitió—, y en buena compañía.
—Mientras
miraba a Agus, que comía, y para evitar la curiosidad
de
su amiga preguntó—: ¿Y tú qué tal con el hermano de
Pocahontas?
—De
película —respondió Lali antes de colgar—. Y oye, que
no
cuela. ¡Sé que estás con alguien! Ya hablaremos en otra
ocasión,
con más tranquilidad.
Tras
despedirse de Lali, Cande cerró el móvil. Pero en ese
momento
volvió a sonar. Era Marlon.
—Apaga
ese trasto y cena —ordenó Agus, muy serio. Ella lo
apagó
encantada.
Continuará...
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Para quien quira saber el libro se llama asi "olvide olvidarte" de Megan Maxwell
Sii lo encontré pero me sigue gustando leerlo también en la adaptación!! Otroooo :)
ResponderEliminarMassssss
ResponderEliminarAgus se impuso x fin.
ResponderEliminarMejor disfruta de tu nueva compañía cande :)
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